Por: Juvenal Bolívar Vega/ El confinamiento que desde hace un año nos generó la pandemia, nos reiteró -tristemente- el olvido en el que sobreviven los medios de comunicación y los periodistas independientes (o aquellos por fuera de nóminas empresariales). Y de esa precaria situación, los gobiernos nacional y territoriales tienen mucha responsabilidad.
El cierre de los negocios, producto de las medidas que persiguen impedir el contagio y, para rematar, la débil economía que afronta el departamento; terminaron por enterrar -o como se hace hoy, cremar- las oportunidades de las pequeñas y medianas casas periodísticas, con la mirada indiferente de nuestros mandatarios.
El centenar de decretos expedidos por el gobierno nacional y otros tantos que ha sido definidos por los gobernadores y alcaldes, no incluyen ni benefician a los comunicadores, que como los demás colombianos también tienen familias, obligaciones y necesidades. El aislamiento preventivo u obligatorio, como quieran llamarlo, terminaron por llevar a la banca rota a los periodistas independientes.
Solo en una sociedad tan indiferente y, tal vez, corrupta, se puede observar como un gobernante suscribe onerosos contratos para pagar favores políticos. Un ejemplo claro fue el escándalo de Grafikar, revelado por Corrillos, que expone cómo se pagan por unos volantes para advertir sobre el coronavirus, más de 350 millones de pesos cuando en cualquier imprenta -los mismos volantes- no sobrepasan los 20 millones de pesos. Y para colmo de males, al leonino contrato le hicieron un adicional.
Pero esa misma situación se registró en varios municipios de Santander, especialmente con los kits de alimentos. Muchos de estas situaciones irregulares fueron puestas en conocimiento por los medios, pero los resultados de las investigaciones, en la gran mayoría de casos, no llegaron a ninguna parte. ¿Silencio cómplice?
A la mayoría de periodistas de Santander, quienes no contamos con un grupo económico que gire nuestra mesada; ahora nos están convirtiendo en simple espectadores de la pauta comercial. Medios nacionales, que son parte del conglomerado económico nacional, ven en la vanidad del mandatario territorial un negocio para explotar. Noticias disfrazadas de publirreportajes facturan desde 30 millones de pesos cada una. Y al periodista local, en sus planes de medios, le ‘tiran’ un hueso de uno o dos millones, en el mejor de los casos. Y, paradójicamente, para sus ruedas de prensa, «rellenan» los recintos con nosotros.
Pero esta situación no es nueva, no se la inventaron los actuales gobernantes. Solo que ahora, producto de la desesperación, las agremiaciones de periodistas han decidido hacerla público. No es una situación que nos guste ponerla a sonar, de hecho, es vergonzosa, pero tal vez poniéndola encima del tapete, quienes gobiernan o quienes vigilan, decidan hacer algo al respecto.
No hay condiciones básicas de subsistencia, las pocas oportunidades se las entregan a los medios de Bogotá, no se puede hacer inversión en equipos o en tecnología si no se tiene pauta publicitaria. Se nos exige más calidad, pero nos dan la espalda los gobernantes que se gastan con ‘foráneos’ la plata de los impuestos que pagamos los santandereanos. Eso si es paradójico.
Ya pronto se cumplirá el plazo para renovar el registro mercantil, pero hay que pagar o pagar los no menos de 400 mil pesos anuales a la Cámara de Comercio por un ‘impuesto privado, que cobra una entidad que nunca se pone de nuestro lado. De hecho, desconocemos que hace la Cámara de Comercio con las grandes cantidades de dinero que recauda por un documento que no sirve para nada.
Este 9 de febrero es el Día del Periodista y como ven, hay poco o nada qué celebrar. En todo caso, felicitaciones a mis colegas por ser valientes para enfrentar las grandes dificultades. Solo espero que, si no nos mata la pandemia, que no nos mate la indiferencia.
*Director de Corrillos
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