Por: César Mauricio Olaya/ Recientemente y tras la muerte del gran insigne jugador de futbol de nuestra ciudad, Hernán ¨el cuca¨ Aceros, volvieron los clamores, que ya habían sonado desde hace un tiempo de reconocer su nombre y su aporte al deporte global, nominando al estadio departamental Alfonso López con su nombre.
Se habló de procesos jurídico políticos necesarios desde instancias nacionales como lo sería una ley de la República, hasta una sencilla ponencia y respectivo trámite a nivel de la Duma. Surgiría una última expuesta por un leído columnista de que simplemente se trataba de popularizar a nivel de la gleba esta nominación, para que a fuerza de la costumbre se impusiera entre el colectivo. A modo de argumento exponía casos particulares de nuestra ciudad donde ni de riesgos, los nombres oficiales, correspondían a los que el pueblo reconocía.
Traía varios ejemplos a colación como el caso del ¨parque San Pio¨, cuyo nombre científico por llamarlo de alguna manera es Guillermo Sorzano, no cabiéndome la certeza que en este caso es más que merecido, pues él fue uno de los alcaldes que realmente se puso la camiseta de la ciudad y bajo su batuta, se proyectó la ciudad de parques, avenidas y bulevares que se construyeron en la década de los 50´s.
Citaba otros casos como el de nuestra calle 36 que precisamente se construyó en tiempos del médico y alcalde Guillermo Sorzano y que se le puso oficialmente el nombre de Avenida Rafael Uribe Uribe, en homenaje al comandante liberal de la guerra de los mil días. El viaducto La Flora que ni yo mismo sabía que se llamaba Armando Puyana o el de la carrera 15, oficialmente Avenida del Libertador en homenaje a Simón Bolívar.
Volviendo a nuestro estadio departamental Alfonso López, que hoy todos lo reconocen con este nombre y en materia de escenarios deportivos, los nombres oficiales vs los adaptados popularmente, podemos citar casos acertados y aceptados como el velódromo Alfonso Flórez Ortiz que todos lo nombran tal cual, como igual sucede con el coliseo Edmundo Luna Santos. En la otra orilla, donde lo oficial no pasa por el tamiz del rebautizo popular está el patinódromo de ciudadela (así se le conoce) que en partida de bautizo se llama Roberto García Peña, en homenaje al insigne periodista y ex director del periódico El Tiempo.
Caso similar con el estadio de atletismo, por todos llamado La Flora, pero que en realidad debiera llamarse Luis Enrique Figueroa Rey, aunque a decir verdad, ni al propio hijo parece importarle, pues teniendo a su diestra y hablándole al oído al alcalde, no fue posible que se le diera un presupuesto para su recuperación, siendo uno de los escenarios que mayor abandono registra en la ciudad.
La ciudad perdida, la ciudad del ayer era como muchas ciudades capitales del mundo, una ciudad que se miraba a sí misma en la nominación de sus calles y sitios emblemáticos a partir del nombre ostentado. Nombres que a su vez, obedecía a características de orden histórico, cultural o al reconocimiento del personaje en cuyo honor se nominaba. Los barrios por ejemplo, solían llevar nombres que rendían reconocimientos a héroes y heroínas de la independencia: Antonia Santos, Ricaurte, Girardot, Manuela Beltrán, Bolívar, García Rovira, etc. A veces se les nominaba por el reconocimiento de un sitio por todos identificado, El Diamante, finca de la familia Tristancho donde se levantaría el barrio. Alarcón por la casa más bella que se haya construido en la ciudad y propiedad de esta familia (en sus terrenos hoy se encuentra el edificio de la fiscalía), La Feria por ser el sitio donde se trasladaron tanto las ventas del ganado, como el matadero municipal que antes funcionaban en pleno centro de la ciudad.
En referencia directa al estadio Alfonso López, hay que acotar a su favor que esta denominación se hizo como reconocimiento al presidente que en la década de los 40´s no solo adelantó la más grande e importante agenda de gobierno en favor de la clase obrera y popular, en plena coincidencia con los dictados de su partido político, el liberalismo, además que en suma de logros, propició una inversión en desarrollo urbano sin antecedentes, dando el viraje necesario para que muchas villas empezaran a transitar su transformación en ciudades de importancia. Bucaramanga fue una de ellas y bajo la excusa de organizar la ciudad de cara a ser sede de los juegos deportivos nacionales, se construyeron avenidas, edificios públicos, se implementaron servicios públicos, se hicieron convenios para la construcción de barrios populares con financiamiento del gobierno, entre otras.
Así pues, la comunidad tiene en su voz la opción de este cambio y quizá a futuro, reconozcamos nuestro estadio como el Cuca Aceros y el sitio de disposición y tratamiento de basuras, al que hoy llamamos simplemente El Carrasco, a que no adivinan como podría estar llamándose.
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