Por: Paola Guarín/ Marchas, inconformismos e incontables reproches de los últimos días giran en torno a las causas que motivan a los colombianos contra el ejecutivo, especialmente contra el Presidente Iván Duque Márquez.
Lo cierto es, que los temas que giran alrededor de la polémica gobernabilidad presidencial, son la salud, educación, reformas laborales y pensionales, el asesinato de líderes sociales, agenda legislativa nada sostenible ambientalmente hablando y, por último, pero menos importante, los falsos positivos (muertes púberes e infantes incluidos en el último escándalo nacional).
Como si fuera poco, o se tratara de una divina comedia -obra literaria escrita por Dante Alighieri, hace varios siglos- la existencia de infierno, purgatorio y paraíso, es sin duda una obra poética magnifica, la cual puede ser símil a la realidad criolla nacional, donde solo falta un pequeño detalle para concluir ¿el sector del agro dónde quedó?
Para resolver esta pregunta, debemos remitirnos a la fuente formal de resultados en la rama ejecutiva y legislativa, por ejemplo, ¿cuántos proyectos de ley o iniciativas reglamentarias se han impulsado para mejorar o incentivar el agro en lo corrido del año? No me toma por sorpresa que la agenda legislativa del Congreso de la Republica y el Gobierno Nacional, está más nutrida en aspectos pensionales, laborales y presupuestales que poco toca el sector del agro.
Ahora, frente a este tema, en esta vigencia legislativa solo se radicaron los siguientes proyectos de Ley con enfoque al agro: “Por medio de la cual se crea la Feria Nacional de las Cosechas en el marco del día nacional del campesino” y “Por medio de la cual se modifica el artículo 79 de la Ley 1943 de 2018 (agro y economía naranja).
Sin desmeritar los aunados esfuerzos del Gobierno Nacional y el poder Legislativo, se debe reprochar que el campo pide a gritos su inclusión en toda lucha social, agenda legislativa y protección económica, especialmente en mercados emergentes como la oferta global que importan a nuestro país, productos agrícolas cuyo valor tienen a ser más atractivos que los precios ofertados por nuestros campesinos en los productos nacionales.
Si bien estamos conquistando nuevos mercados de manera paulatina como el japonés con la exportación del Aguacate Hass, no es menos cierto decir que existe una infalible necesidad en establecer con urgencia una reforma agraria que beneficie y garantice una sostenibilidad en el agro, como fuente de empleo y tecnificación industrial de procesos.
Aunado a lo anterior, debe ser una prioridad del presupuesto nacional anual para el próximo año, el fortalecimiento de los corregimientos viales y/o vías terciarias, donde se busque implementar de manera urgente el trasporte en las zonas más necesitadas del país, con alto potencial agroindustrial.
El desarrollo tecnológico y pedagógico de los diferentes procesos, la potencialización de la producción y la competitividad, deben ser la bandera emergente tanto en la centralización o descentralización del territorio, es decir, pensar en pro y para la gente en la gobernanza activa de sector rural, como un ejemplo de empoderamiento, venciendo los mercados ilícitos como meta o tipo de final feliz a esta pequeña utopía.
El país debe aprovechar su importancia ambiental a nivel mundial, para desarrollar una imagen de país líder en la promoción del desarrollo sostenible. El buen uso de esta imagen puede ocasionar una confianza para inversión extranjera en proyectos emergentes nacionales y desde luego el crecimiento económico nacional en todas sus perspectivas. Para ello deben fortalecer las políticas internas en miras de ser altamente competitivos en los tratados de libre comercio (TLC).
Señores mandatarios locales y regionales, debemos brindar especial prioridad y atención a productores de bajos ingresos, es decir, se debe prestar mayor atención al desarrollo de paquetes tecnológicos de cultivos que se adapten a las capacidades de la agricultura campesina. El sector público debe velar que todos los avances biotecnológicos a cultivos o zonas de agricultura comercial. También deberá promoverse la mayor participación de los agricultores de pequeña o mediana producción de cultivos transables, dadas las limitadas perspectivas de la mayoría de los no transables.
Sin campo no hay desarrollo o bienestar, pues son la principal fuente de suministro de productos de primera necesidad de la canasta familiar, razón más que suficiente para incentivar el agro y el apoyo a este sector, el cual ha sido olvidado por años en la mayoría de las ramas de poder público. La efectividad de los esfuerzos para superar la pobreza rural dependerá, en buena medida, de la atención gubernamental con enfoque presupuestal, técnico y cultural que implementen nuestros futuros alcaldes y gobernadores con la participación activa y permanente de la representación del Estado central, que en lo que queda del mandato presidencial, deberá afrontar temas sensibles, como la protección de paramos, el comercio de productos internacionales de fauna y flora entre otros.
Y para concluir ¿el agro para cuándo?
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