Por: John Anderson Bello Ayala/ El maltrato animal en Colombia, amparado por Ley o al margen de ella, tiene infinidad de modalidades, pero poca aplicación, millones de víctimas sin voz y a la ausencia de un aliado que lo proteja; un inmovilismo político que mira para otro lado ante la demanda social creciente, por un país que avance en derechos de los animales.
El abogado y animalista estadounidense George Thorndike Angell, le preguntaron por qué gastaba tanto tiempo y dinero en luchar contra la violencia a los animales, mientras existe tanta crueldad hacia los humanos. Él contestó: “Estoy trabajando en las raíces de esa crueldad”. Esta conversación ocurrió en el siglo XIX, pero el tiempo y la ciencia no han hecho otra cosa que darle la razón.
Ahora sabemos, gracias a los estudios de la psicología forense, por ejemplo el FBI, ha evidenciado que muchos de los que llamamos “seres racionales” que encuentran su placer en la violencia hacia las personas, comienzan ejerciendo esa violencia hacia los animales, es la triste realidad, si revisamos en lo transcurrido del año, ha aumentado la violencia hacia nuestros seres sintientes, con actos de crueldad, situaciones sin precedentes, sin medir reparos, descargando toda su furia, a un ser que sólo espera una caricia o un abrazo de amistad.
Es inconcebible los actos registrados en videos, un edificio lujoso de la ciudad de Bucaramanga, en donde un hombre golpea sin consideración, sin piedad a sus dos caninos, desde el balcón de su apartamento, necesitamos que se activen las denuncias, levantemos nuestra voz de apoyo, a quienes identifiquen estos actos indignantes, para que se judicialicen a estos inhumanos, aplicándoles con todo su rigor las disposiciones de la ley 1774 de 2016.
Mientras tanto, algunos siguen vendiendo un hipotético fin del sacrificio en perreras como la solución de todos los problemas. Pero obvian que el sacrificio cero es un fin y no un medio. Es necesario llevar a cabo políticas valientes y decididas, como la adopción y las campañas de esterilización para frenar el abandono. Sólo de esta manera se puede garantizar el cero sacrificio.
Son incontables las prácticas crueles a los que someten a los animales, desde las mismas empresas industriales, desde las amputaciones sin anestesia, hasta explotación sin descanso, pasando por ejecuciones en función de sexo o gestaciones continuadas. Dejando al margen el nefasto impacto de las granjas industriales con el medio ambiente, lo cierto es que estos lugares en los que viven hacinados, sin atención veterinaria exhaustiva y sin bienestar alguno, están impregnados de violencia hacia los animales, desde que nacen y son separados de su madre hasta que son ejecutados. En numerosas ocasiones sin aturdimiento previo para cumplir con sus ritos religiosos.
Es verdad, tenemos el convencimiento, que no hay política más eficaz contra todo tipo de abusos que legislar y trabajar institucionalmente, para erradicar todo tipo crueldad hacia los animales. Al mismo tiempo, tenemos la tarea de construir una sociedad más educada, empezando desde los colegios, para que no tolere ningún tipo de violencia.
Normalizar dentro de una fiesta el sufrimiento de otro ser, que siente y evidencia dolor, no es una herramienta educativa. No ayuda a sembrar una ciudadanía mejor y más sensible para el futuro.
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