Por: Rubby Flechas/ Ya han pasado diecisiete meses desde que empezó la pandemia y aun hoy seguimos buscando salir de ella.
Con la vacunación encontramos una herramienta poderosa para reducir los mortales impactos del Covid-19, y con el paso de los meses nos hemos dado cuenta que no es ni una cura inmediata ni la solución definitiva para superar esta crisis que ha tenido unas magnitudes impensables.
Han aumentado los pobres en el mundo, ha habido un deterioro acelerado de la economía, aumento de la deuda externa, menos remesas, y un alto impacto en las empresas y los empleos, por no hablar de la tragedia de casi todas las personas que han perdido un familiar o un amigo.
En el afán de los gobiernos locales y de las comunidades internacionales por lograr la inmunidad de rebaño subvaloramos la variable fundamental. El interés de las personas, la preferencia de vacunarse o no.
Ya sea por razones religiosas, teorías conspirativas o posición política, descubrimos que un gran porcentaje de la población prefiere no vacunarse lo cual no nos permitirá fácilmente llegar a la inmunidad de rebaño y salir del estado de pandemia. Para sorpresa de muchos, esto no es algo nuevo, aunque sí sin precedentes.
En general, los logros conseguidos por las vacunas han producido una falsa percepción de ausencia de riesgo, en algunos casos han descendido las coberturas de vacunación, y se ha producido un aumento del número de casos y brotes de algunas enfermedades como el sarampión. A esta situación han contribuido los mensajes de algunos grupos contrarios a la vacunación que han atribuido a las vacunas una serie de efectos adversos que en ningún caso han sido probados por la comunidad científica.[1]
Por su puesto, en la actualidad las banderas de estos movimientos llegan con más rapidez y eficiencia gracias a las redes sociales y a los medios de comunicación no oficiales que no cuentan con un validador de información.
Desde hace décadas han existido en múltiples países movimientos anti vacunas. Ya en 1853 se constituye la Liga Anti Vacunación como respuesta a diferentes leyes que obligaban a vacunarse contra la viruela en el Reino Unido. En Estados Unidos en 1879 se funda la Sociedad Antivacunación de Estados Unidos (the Anti-Vaccination Society of America) y posteriormente la Liga contra la vacunación obligatoria de Nueva Inglaterra (the New England Anti-Compulsory Vaccination) (1882) y la Liga Antivacunación de la Ciudad de Nueva York (the Anti-Vaccination League of New York City)(1885) que consiguen después de campañas y batallas legales derogar leyes de vacunación obligatoria en diferentes estados argumentando que las leyes que obligaban a vacunarse violaba los derechos individuales de las personas.[2]
Como vemos, igual de antiguo que la existencia de las vacunas, ha sido el dilema sobre hacer obligatoria la vacunación en la población.
Sin embargo, la pugna entre garantías individuales y la salud pública es un debate de mucho más de doscientos años y de mucho tiempo antes que las vacunas. Un debate que no tiene una solución única o una respuesta “correcta”.
Ya en Europa se estableció el Pasaporte Covid para asistir a espacios públicos y aglomeraciones, lo cual ha generado dos bandos entre quienes están a favor y en contra. Estados Unidos está igualmente dividida sobre la obligatoriedad no sólo de la vacuna, sino de elementos tan sencillos como un tapabocas.
Si bien no está claro cuál será el desenlace de dichas disputas, lo que está claro es que estas decisiones ponen en jaque la premisa de las libertades individuales. Hasta dónde mi decisión afecta a un tercero, y porqué una decisión tan personal como aplicarme una vacuna o ponerme un tapabocas afecta a otro si el otro puede vacunarse si lo considera importante.
En qué punto una decisión personal resulta ser un problema de salud pública, es de esas preguntas que tienen una zona gris donde muchos abren la discusión. Sin embargo, los gobiernos siguen teniendo posibilidad de tomar esas decisiones aunque en la práctica nadie las quiere tomar por ser impopulares y restar votos. Mucho menos en épocas pre electorales.
Ya veremos qué razones y directrices establecen nuestros mandatarios y si la salud pública es prioridad o termina siendo un caballo de Troya.
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*Economista, especialista en gobierno, gestión pública, desarrollo social y calidad de vida.
Twitter: @rubbyflechas
Instagram: @rubbyflechas
(Esta es una columna de opinión personal y solo encierra el pensamiento del autor).
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[1] Cáceres Bermejo G.G.,(2012) Un momento de reflexión acerca de las vacunas (https://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1887-85712012000200009)
[2] Miguel Ángel López Santamaría (2015) Los movimientos antivacunacion y su presencia en internet (https://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1988-348X2015000300011)