Por: Javier García Gelvez/ Quién iba a creer que un par de culicagados serían los encargados de generar tal división en el país que le quitaron las ganas al pueblo cual lomotil político en la plenitud de un pringapie. Un tal Uribe con sesenta y ocho abriles de los cuales lleva cuarenta y cuatro a expensas del Estado madruga a revisar qué fue lo que escribió su parcero Petro y así expulsar su bilis con la metralla certera de las redes sociales, es preferible persignarse y hacer chichí primero.
Petro es un cordobés sesentón que pareciera que se desayunara con alacranes, no se aguanta un cólico y al parecer tiene sueños húmedos (por el calor costeño) con Uribe y como las novias feas es igualmente puntual para escribir por redes cuanta boñiga se le viene a la mente, es un anti todo, no está de acuerdo con nada y si la idea proviene de la trinchera uribista agárrense porque lo que viene es candela.
Este par vive a plenitud su romance, no puede vivir el uno sin el otro. No se sabe cuál es Bonnie y cuál es Clyde, pero su vida transcurre esquivando saetas judiciales que ni en Matrix se ve tamaña agilidad.
En nuestra Plaza Sésamo ‘chibchombiana’ tenemos nuestro propio Beto y Enrique, que con sus discusiones infértiles lo único que han logrado es despertar el aborrecimiento y rechazo a la participación política para no verse untado o en el centro del cagajón de los que no saben ni pío de qué es la izquierda y qué es la derecha.
Estos dos honorables personajes (HP), traen a mi mente una de las clases de Biología del profesor Muralla en la gloriosa Concentración Camacho Carreño hablando de la interacción de las especies o mutualismo entre los lagartos de cola espinosa del Sahara como suelen esconderse en madrigueras que excavan para protegerse del sol y de los depredadores, principalmente los beduinos del desierto, que los consideran un manjar.
Este reptil convive con un venenoso vecino, el escorpión de cola gruesa a quien da cobijo a cambio de que, si un humano mete la mano en busca del preciado bocado reptiliano, el arácnido lo defienda con su potente y dolorosa picadura. Aclaro que no tengo nada en contra de estos animalitos.
Hay quienes dicen que este par se ponen de acuerdo para mantener alborotado al pueblo; no tendría nada de raro en un país en donde el costeño daba rienda suelta a sus impulsos juveniles torturando magistrados en el Palacio de Justicia y el paisa craneaba en guacharacas como extender su poderío territorial cueste lo que cueste. Como diría mi abuelo “Dios los cría y el diablo los junta”.
Qué hay que hacer para que esto dos entiendan que ya estamos mamados de ellos… alguien que les diga por favor, si quieren firmamos un documento para que no los metan a la cárcel si ese es el miedo, pero váyanse ya.
Es más, si quieren los podríamos enterrar como a ”los Amantes de Montoya” con sus manos entrelazadas frente a frente para que puedan decirse lo que se les venga en gana, pero que nos dejen en paz y podamos ver por fin el inicio de una nueva Colombia educada y culta lejos de los insultos y amenazas que hasta mis nietas aborrecen por lo escatológico del tamaño de sus palabras que tienen retorcido en su tumba al pobre Manuel Carreño después de escribir su libro sobre urbanidad.
Las condiciones están dadas para salir de estos dos HP (honorables personajes), las circunstancias son esperanzadoras ad portas de una nueva contienda política transformadora, de centro, con la visión suficiente para convertirse en el faro que oriente los destinos de nuestro país, con sentido social, culto, honrado, con experiencia para sacarnos de la penumbra, con ímpetu, conciliador y sobre todo con temor de Dios y respeto por lo ajeno.
*Contador Público y Especialista en Revisoría Fiscal y Contraloría.
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