Por: Andrés David Negrete Dulcey/ Ad portas[1]) de las próximas elecciones legislativas, me atrevo afirmar hoy que nada cambiará, nuestros congresistas se reelegirán. Desafortunados aquellos que no les alcance, pero, no hablo de votos, hablo de dinero, ¡sí, dinero! No se escandalice señor lector y permítame explicarme de lo que hablo. Aunque quizás usted ya lo sepa, pero por si las dudas solamente quiero expresarlo.
¿Qué es una campaña política? Aquí una definición: ¡Es el arte de hacerse elegir con harta plata! Porque sí no, nadie le vota obvio hay excepciones, pero no es la regla general, sino, todo sería diferente.
Una campaña política que requiere de sumas exorbitantes de dinero muestra la cultura ciudadana que, a su vez nos permite saber en qué país vivimos. Si esto no fuera así tendríamos otro país, otra cultura política, una más democrática. Y permítame reafirmarlo desde la experiencia propia: Quien escribe estas palabras, ósea yo, fui candidato a un cargo de elección popular y como todas aquellas campañas que se hacen por convicción y por creer en ideas, los resultados no fueron los esperados, digamos que pague la primiparada[2] pero de eso les hablare en otra ocasión.
De lo poco o mucho que, escuché, leí o experimenté, me permitió formarme un criterio mas o menos aterrizado de lo que se requiere para hacer una campaña política y, no hablo de una campaña ganadora, porque el cuento sería otro y escribiría como un candidato electo y no como uno quemao, aunque en cuestiones proselitistas nadie tiene la fórmula secreta y permítame contarle por qué. Resulta y acontece que para hacer campaña se requiere de plata, ¡sí de plata! Y no solo de unos cuantos pesos sino de harta. Digamos que en proporción a sus aspiraciones y lo nuevo o viejo que usted sea en política. Pero esto a veces es contradictorio porque si usted es nuevo haciendo campaña política podría costarle mucho o poco, hablado de dinero, o si usted hace parte de un grupo político o no.
A ver suena un poco enredado, pero, no se desanime, sígame y en seguida lo explicare: Si usted es independiente y aboga por las causas de los partidos nuevos quizá no le salga tan caro la campaña, pero si usted no hace parte de ese segmento y, por el contrario, hace parte de los partidos tradicionales, entonces, en números eso le costará un poco más de billete, sin importar lo nuevo o lo viejo que sea.
¿Todavía no me explico? Bueno, en seguida desmenuzare la cosa política de manera un poco más clara desde mi perspectiva. Empecemos por decir que, para hacer política se requiere de billete, no porque el candidato así lo quiera sino porque el electorado lo demanda, ley de oferta y demanda. Si existe alguien que venda su voto habrá alguien que lo compre y viceversa. Si así no fuera, entonces, no habría compraventa de votos. Quizás la ciudadanía votaría inclinada más por las propuestas o posturas políticas que, por la plata que se pueda ganar o por las prebendas que le puedan dar.
Imagínese usted la sorpresa que me llevé, cuando aquellos que dicen ser lideres se me acercaron y me dijeron que les gustaba mi propuesta política e incluso coincidían conmigo en ella y después de varios cafés que ya me tenían borracho (la cafeína hace lo suyo), me dijeron que necesitaban de un recurso para poder trabajar y apoyarme, ¡oh! Ahí, entendí lo que tanto me advirtieron y quizás, aunque lo sabía, creía que se podía hacer algo. Me hacia falta billete. Y la cuestión no era tanto de partidos o de posturas políticas sino hasta algo que se puede entender, la gente necesita moverse, pagar la gasolina, los refrigerios y necesita motivarse.
Hasta cierto punto lo entendí y dije, está bien, no veo lo malo, pero, enseguida entendí que algo anda mal con el sistema electoral de nuestro país. Resulta que usted para hacer campaña requiere de un billete largo para aceitar su estructura, y ante esta realidad la respuesta de nuestro sistema electoral es: ¡Ve, haz campaña y según tus votos, te repongo la plata! ¿Por qué después? Como dicen: ¡Ya pa’ que! Si uno lo que necesita es la plata antes no después. Ojo con lo que digo. Y aquí hago una aclaración.
Sí, se necesita billete, pero, no es pa’ lo que usted cree. Permítame explicarme. Hacer proselitismo significa que usted requiere de una serie de herramientas para darse a conocer, para salir a recorrer las calles, para hacer publicidad, para invitar el tinto, para pagar la sede de campaña y las personas que muy amablemente le ayuden en la sede, para pagar los volantes, las cuñas radiales, las notas escritas, nada es gratis, hay que pagarlo. Y ahora, de lo que usted piensa: La maquinaria. Esa tan anhelada que hace que un candidato gane o pierda, de esa que tanto cuesta y que no hace parte de la contabilidad que hay que entregarle al partido y al Consejo Nacional Electoral, pa’ esa sí que se necesita plata y harta. Se escucha en los corrillos: fulanito se gastó tanto, zutanito perdió porque le falto gasolina, este está loco, no tiene la billetera.
Entonces, reflexionar sobre la cosa política se vuelve cansón; la realidad es que es difícil competirle aquellos que además de llevar muchos años en el poder tienen la tula para hacerse reelegir, les ha hecho favores a muchos y luego pasan la factura y, además, sin contar con la poca participación ciudadana en los comicios electorales, sumado a las grandes estructuras políticas ya existentes. Sí la ciudadanía no cambia las formas de participación proselitista, esos de los que tanto se critica, que aprueban leyes en el congreso: se harán reelegir. Entonces, ¿Qué hacer? Usted tiene la respuesta.
*Abogado, Especialista Derecho Procesal.
Facebook: Andres David Negrete
Instagram: @negrete_dulcey
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[1] Se utiliza en sentido figurado para indicar que algo está muy pronto a acaecer “(suceder) fuera del texto”. Ver link.
[2] Broma molesta que se le hace a los estudiantes de primer año de universidad. Aquí a los que por vez primera son candidatos a cargos de elección popular. Ver link.