La ciénaga de Paredes es una de las más de 50 que se pueden contar en la extensa geografía que conforma el complejo lacustre del Magdalena Medio en Santander. Su jurisdicción es compartida por los municipios de Sabana de Torres y Puerto Wilches, cada uno de ellos con sus respectivos poblados, Cerrito y Campo Duro respectivamente.
Por: César Mauricio Olaya/ Hoy he querido comenzar el comprometido recorrido por las geografías de Santander, compartiéndoles este lugar de extraordinaria belleza, compaginado en toda la extensión de lo que el sociólogo magdalenense Edgar Rey Swnnin define como la cultura riana, un término obviamente externo a las definiciones de diccionario y entendida como una visión que se alimenta en la relación historia, tradición, cultura, paisaje y una muy alta dosis de magia macondiana, sustantivo que califica para verbo, porque es ahí donde radica precisamente parte de la magia de este lugar.
Para llegar a Campo Duro, lo mejor es hacerlo vía terrestre, tomando la desviación qué de la Troncal de la Paz, conduce hasta el municipio de Puerto Wilches, para luego en el sitio conocido como ´el ocho´, desviar y en una vía bastante desatendida, pero soportable si se compara con otras transitadas, transitar en medio del extenso paisaje de palmas de aceite qué a lado y lado de la vía, dan fe de la vocación agraria que prima en la región.
Campo Duro es un corregimiento qué a ojo de buen cubero, no supera las 200 casas, la mayoría de ellas construidas en madera y casi, sin excepción, cubiertas con techo de zinc, en una relación difícil de digerir, por cuanto hay que decirlo, apenas pasadas las 10 de la mañana y cuando el sol ya ha hecho lo suyo, se convierten en un verdadero hervidero para el que no existe abanico que pueda vencer al calor para el que no hay ventana que alcance a darle salida.
Unos cientos de metros y el visitante se encuentra con la ciénaga en toda la dimensión que bien pudiera similar un cenit de límite imposible, porque en realidad, la mirada no logra encontrar final a este espacio de aguas tranquilas, periódicamente interrumpidas por el vuelo de cientos de patos yuyos que se multiplican en una cuantificación casi imposible y que hoy hacen parte del encanto de este lugar, así para los pescadores, su presencia remita a una dura competencia por los peces.
A orillas de la ciénaga está como si se tratara de una baraja de opciones, todas las opciones posibles para el visitante. A margen izquierdo la casa de Doña Nohema, donde siempre va a haber una sonrisa amable para el viajero, acompañado por la oferta de un buen desayuno en el que no puede faltar el sudado de bocachico, acompañado de yuca o ñame, el pan de cada día para el pescador de la zona y eso sí, el infaltable suero atoyabuey, que podría asimilarse con la mantequilla de los urbanos.
De paso, con ella misma, dejar que sea la primera ofertante de las opciones del día, todas las cuales pasan por la búsqueda de un canoero disponible para llevar al visitante por los rincones menos probables de definir cartográficamente en esta geografía de asombros sin final, las rutas se definen a capricho del comportamiento de la ciénaga, qué de acuerdo a cada temporada, define los bajos, los tapones y los chorros a su antojo.
Y es qué hablando de guías y canoeros, es probable que la suerte acompañe al visitante y uno de los líderes del poblado, popularmente reconocido como Vitoco, sea el elegido, pues pocos como él conocen de las lides que exige ofertar un recorrido por la ciénaga, acorde con la opción del visitante: turismo de observación y relajamiento, aviturismo o turismo científico que también lo hay, teniendo en cuenta que este complejo es el núcleo de mayor presencia del manatí.
No obstante, la certeza es total con otras suertes que acompañen al turista, pues por ejemplo, con José Dixon Blanco la diana es perfecta si lo que se quiere es sumar y sumar registros de las aves de la zona, cuyo último conteo arrojó más de 180 especies, muchas de ellas de altísimo valor para los avituristas.
Como una tercera muy buena opción, está la de Catalino Andrés Hurtado, un magangueño que llegó a la zona hace 20 años, para echar raíces y meterse a Campo Duro en el alma y el corazón. La certeza de su compañía es la alegría, una capacidad narrativa que enmudece al mismísimo Pacho Centeno y obviamente un conocedor amplio del universo de la pesquería, de la que se ufana ser un experto en el oficio de la atarraya y la buena carnada si se opta por el anzuelo.
No queda pues otro camino que tras un desayuno ‘sipotudo’ como lo nombran en la zona, para hacer referencia a la abundancia, emprender el recorrido ciénaga adentro, sea para bordear sus casi 3 mil hectáreas pletóricas de naturaleza, paisaje y vida, una baraja de alternativas que nos brinda este Santander ribereño.
Acá el visitante puede buscar como una variante de particular interés, el recorrido siguiendo el cauce de la Quebrada Piruetano, uno de los grandes afluentes que alimentan hídricamente esta ciénaga, para llegar hasta el poblado de El Cerrito, donde las sorpresas se multiplican si se tiene la fortuna de encontrarse con el popular Morita, consagrado como el defensor y abanderado de la protección del manatí, graduado con honores por la decena de científicos y ecólogos que han llegado a este lugar, en procura de la sabiduría de este pescador formado con las cartillas de la sabiduría popular y la conciencia de la conservación como bandera de vida.
Morita con su estatura sobresaliente, su mirada fija y una inteligencia que lo desborda, asegura que el día que el hombre entienda de su infinita minusvalía frente al poder de la naturaleza, empezará a respetarla y a saber que somos apenas un grano de arena, frente a la dimensión de la vida. Una conciencia que se despertó muy temprano en su vida, cuando en una ocasión enfrentara a su padre empeñado en cazar un manatí con un argumento primario: «no te basta con tener gallinas, vacas y cabras para comer, para qué quieres matar un animalito tan frágil y tan bello que nada te está haciendo».
Desde entonces, paralelo a sus labores de pesca, le apostó a defender de la codicia humana al manatí y hoy puede asegurar, que de alguna manera la población de esta especie se ha multiplicado en Paredes y es muy ocasional cuando se reporta la muerte de uno de ellos, aunque la preocupación por el uso del trasmallo y un nueva y perversa situación derivada de la minería ilegal, se levantan en una sombra oscura para todo el ecosistema de la región.
En el entorno de la ciénaga, otras opciones se perfilan para el viajero, desde subir por el cauce de la quebrada o caño Pieruetano hasta conectar con la gigantesca ciénaga.
Colorada, hacer pequeñas escalas de descanso en sus orillas con la posibilidad de encontrarse cara a cara con la fauna local o llegar hasta míticas islas que se aseguran, hicieron parte de los bienes del mafioso Pablo Escobar, donde se afirma que existen hasta pista de aterrizaje qué en su momento, estuvieron al servicio del capo.
El regreso puede derivar en un duro recorrido si se hace sobre el mediodía, hora en que literalmente todo hierve en el entorno, con un sol abrazador que adormece por su capacidad de extraer todos los niveles de hidratación y quizá pensaría yo, por la ansiedad de qué al retorno, un suculento almuerzo preparado por otra de las señoras de Campo Duro, la siempre amable Elizabeth Peña, pagará con creses el cansancio dominante.
En la próxima entrega, les compartiré la experiencia del aviturismo como una valiosa alternativa en la región, con la seguridad de que se sorprenderán por las maravillas de nuestros tesoros alados de la zona y obvio que no los dejo sin compartirles un atardecer de esos que quitan el habla y que hacen parte de la cotidianidad de Paredes.
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*Fotógrafo.
Twitter: @maurobucaro