Por: Julio César Ardila Torres/ Por drogadicción se entiende la adicción a cualquier clase de droga sean estas estimulantes, deprimentes, narcótico o alucinógeno en que la persona las consume de manera recurrente, lo cual genera graves consecuencias para su salud física y mental en el plano individual, pero en lo social el daño es aún mayor porque empieza afectando la célula esencial del Estado cual es el núcleo familiar para luego irradiarse en lo educativo, recreativo y laboral.
Más del 80% de las personas que han caído en la drogadicción aseguran haberlo hecho por probar y en muy escaso margen la probaron buscando un mecanismo de alivio del dolor físico o moral, pero todos ellos tienen algo en común y es el de la facilidad para conseguir la droga cuando se es primíparo y la dificultad para proveerse cuando ya es consumidor constante, diferencia ésta debido a que al inicio las promociones son para atrapar clientes que luego ya adictos la misma droga se encarga de llevarlos donde sea o como sea y hasta como dicen “pa’ las que sea”.
El problema es que una gran parte de las drogas causa adicción y el cuerpo de la persona empieza a pedir cada vez más, llevado a muchos incluso a la sobredosis con repercusiones graves en su salud y en peligro de muerte, sobredosis que se detecta por presentar la persona agitación, convulsiones, náuseas, vómito, sangrado, alucinaciones y hasta perdida de la conciencia que de no recibir ayuda temprana el desenlace es fatal o como sucede también con la Flakka que es también conocida como droga zombi producida en China y comercializada a muy bajo precio la cual causa agresividad y alucinaciones llegando al punto que su nombre se toma de relatos sobre consumidores de esta droga que por efectos de la misma llegaron a realizar actividades de canibalismo.
Ya es llover sobre mojado insistir en las consecuencias de la adicción a las drogas, pero cosa muy distinta es el olvido y despojo de la investidura de ser humano al que se le somete al adicto a quien el estado y la sociedad en lugar de cobijarlo y buscar rehabilitarlo lo que únicamente hace con su actuar omisivo y muchas veces opresivo es inducirlo a continuar en su proceso degenerativo.
En punto a esto, la gran mayoría de países están equivocados al tener a las drogas adictivas como problema de divisas en lugar de fijarse más en el ser humano que alguna vez y por cualquier motivo probó la droga adictiva los cuales son dejados como un problema de puertas para adentro del que el estado no quiere y ni le interesa mirar olvidando que ellos también son parte importante del estado el cual de alguna manera es responsable al no adoptar medidas suficientes para evitar el envenenamiento que produce la droga aditiva y luego de ya adictos olvidarlos y dejarlos a su suerte.
Por eso no extraña ver presentar resultados de lucha contra el narcotráfico por hectáreas erradicadas en lugar de presentarnos cifras de adictos recuperados o de la baja de porcentaje de nuevos iniciados en la drogadicción y de los programas de ayudas a estas personas que alguna vez probaron y a sus familiares que soportan abandonados a su suerte este flagelo de la drogadicción.
Mientras esto no suceda cada vez es mayor el número de personas que día a día caen en la drogadicción y las cifras muy seguramente seguirán aumentando sin que el estado adopte como política pública el desarrollar programas serios y eficaces de prevención y de rehabilitación de manera que el adicto no vea en el estado y la sociedad a un enemigo que lo menosprecia, lo aborrece y lo somete al escarnio público sino mas bien al que le ayuda, apoya, reconoce y respeta su dignidad y derechos como ser humano que es.
*Abogado.
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