Con cerca del 78% de los territorios escrutados, los Demócratas de Suecia, los democristianos y los liberales podrían hacerse con 175 escaños en el Riksdag (Parlamento), frente a 174 de la centroizquierda liderada por la primera ministra Magdalena Andersson.
Suecia durante mucho tiempo se ha enorgullecido de su tolerancia y apertura, pero ahora el discurso radical parece haber tomado protagonismo en las elecciones de este domingo.
«Ahora, por primera vez, tenemos una oportunidad real, una posibilidad real de ser, no sólo un partido de la oposición, sino de participar y ser parte activa en un nuevo gobierno que lleva la política en una dirección completamente nueva», comentó Richard Jomshof, el secretario de Demócratas de Suecia.
Previamente, un sondeo a pie de urna realizado por la cadena pública SVT otorgaba al bloque de centro-izquierda de Andersson el 49,8% de los votos, frente al 49,2% de los partidos de derecha da oposición.
«Ahora mismo parece que habrá un cambio de poder», dijo Jimmie Akesson, líder de los Demócratas de Suecia, en un discurso a los miembros del partido, agregando que su ambición es “formar parte de un nuevo gobierno”.
Los sondeos de opinión mostraron un probable empate en buena parte de la campaña y las encuestas a pie de urna pueden diferir del resultado final. Con el recuento de los votos en el extranjero y de algunos votos por correo, y con un margen muy estrecho entre los dos bloques, el resultado aún podría cambiar y sería del todo claro hasta mediados de la semana.
El Partido Socialdemócrata, conformado por izquierdistas, ecologistas y centristas, liderados por la primera ministra Magdalena Andersson, mostraba ventaja en las primeras encuestas a pie de urna.
«He votado a favor de una Suecia en la que seguimos aprovechando nuestros puntos fuertes. Nuestra capacidad para afrontar juntos los problemas de la sociedad, formar un sentido de comunidad y respetarnos mutuamente», comentó Andersson tras votar en un suburbio de Estocolmo.
Andersson fue ministra de Economía por varios años antes de convertirse en la primera mujer en liderar Suecia hace un año. Su principal rival, el líder de los moderados, Ulf Kristersson, se había presentado a las elecciones como el único candidato que podía unir a la derecha y destituirla.
En todos los sondeos, el ultraderechista SD, fuerza política con raíces neonazis, se sitúa por primera vez en su historia como segunda fuerza con más del 20% de los votos, dejando atrás al Partido Moderado (conservador).
Su líder, Ulf Kristersson, intenta arrebatar el poder a un Ejecutivo socialdemócrata desgastado por dos legislaturas gobernando en minoría.
Demócratas, en búsqueda de voz y voto
De confirmarse la tendencia, se rompería el “cordón sanitario” que el resto de partidos aplicaron al ultraderechista SD desde su llegada al Parlamento en 2010 y que explica los triunfos de los socialdemócratas en las dos legislaturas pasadas, pese a la mayoría de centroderecha en la Cámara.
En la última elección, incluso fue necesario un pacto de los socialdemócratas y sus aliados ecologistas con centristas y liberales, rompiendo la alianza de centroderecha que existía desde 2004, para mantener el aislamiento al SD.
El partido de extrema derecha lleva algunos años impulsando un discurso contra la inmigración y achacando los problemas de criminalidad a los extranjeros.
Ahora, para muchos votantes de centroizquierda, e incluso para algunos de la derecha, el hecho de que los Demócratas Suecos tengan voz y voto en la política del gobierno o entren en el gabinete es inquietante.
«Me temo que habrá un gobierno represivo y de derechas», comentó Malin Ericsson, de 53 años, asesora de viajes, tras votar este domingo en el centro de Estocolmo.
Aunque otros apoyan un giro en el gobierno. «He votado por un cambio en el poder», dijo Jorgen Hellstrom, de 47 años, propietario de un pequeño negocio, mientras votaba cerca del Parlamento. «Los impuestos tienen que bajar bastante y hay que solucionar la delincuencia. Los últimos ocho años han ido en la dirección equivocada».
El orden público ha sido el terreno de juego de la derecha, mientras que los problemas económicos que afectan los hogares y las empresas, que se enfrentan a unos precios de la electricidad por las nubes, impulsaron a la primera ministra Andersson, vinculada con la seguridad económica e incluso más popular que su partido. Andersson es la política mejor valorada del país, según sondeos, algo que el Partido Socialdemócrata supo capitalizar.
La campaña estuvo marcada por la lucha contra el crimen organizado, tras un aumento constante de los tiroteos que inquietan a los votantes, así como la creciente inflación y la crisis energética tras la invasión de Ucrania.
Alianzas complejas
Kristersson dijo antes que buscaría formar un gobierno con los pequeños democristianos y, posiblemente, con los liberales, y que sólo contaría con el apoyo de los demócratas suecos en el Parlamento, algo que inquieta al centroizquierda.
Por su parte, Andersson tendría que conseguir el apoyo del partido de centro y de la izquierda, que son ideológicamente opuestos, y probablemente también del Partido Verde, si quiere continuar a la cabeza del Estado.