Por: Holger Díaz Hernández/ “Algo maravilloso vendrá, no importa lo oscuro que este el presente”: Rabindranath Tagore.
Posterior al anuncio realizado por el presidente Gustavo Petro de aumentar en 200 pesos mensuales el precio de la gasolina corriente, salieron casi todos los contradictores del Gobierno a poner el grito en el cielo y a acusarlo de llevar al país hacia una crisis económica que sumada a la reforma tributaria, destruiría nuestras posibilidades de crecimiento.
El déficit actual del Fondo de Estabilización de precios de los combustibles es cercano a los 38 billones anuales poniendo en aprietos las finanzas del Estado, razón por la cual el Gobierno de Iván Duque había recomendado para este año, alzas de 400 pesos/mes en la gasolina y 250 en el diésel, cifras que hubiesen generado una crisis social mucho mayor.
En el pasado, los aumentos en los precios de la gasolina y del diésel generaban paros de transportadores, que producían caos en las grandes ciudades y en las carreteras del país, al mismo tiempo que elevaban el costo de la vida porque eran el indicador para la subida de precios de casi todos los productos de la canasta familiar, a raíz de todo esto se creó el Fondo de Estabilización y se definió que los incrementos serían escalonados y no podrían variar más del 3% al mes (1.5% para el consumidor).
Lo propuesta del actual Gobierno durante lo que resta del 2022 repercutirá en un aumento en los precios aproximadamente del 6.3% y en un 0.3% sobre la inflación esperada para el mismo, pero el impacto más importante se verá en el 2023, año en el cual los expertos auguran un crecimiento casi negativo de la economía, sería solo del 0.7%, con un retroceso del 7.3 en el PIB, resultados que alarman y que sumados a la posibilidad cierta que el mundo entre en una recesión, terminarán afectando aún más nuestras perspectivas de desarrollo.
En el 2021 consumimos 2.143 millones de galones de gasolina corriente, 1.735 millones de diésel y 63 millones de gasolina extra, cifras que representan un aumento entre el 25 y 30% con respecto al año anterior, debemos recordar que somos un país productor de petróleo y que el precio final de la gasolina corresponde a un 45% que va para Ecopetrol y un 55% en impuestos para la nación, los subsidios que se establecen son para compensar la diferencia con los precios internacionales que dependen de las economías de mercado.
Los países con la gasolina más barata en el mundo son Venezuela, Irán, Libia y Kuwait todos ellos productores y las más costosas están en Hong Kong, Islandia y Noruega, pero si la clasificación se hace es con respecto a su PIB per cápita, los menos costosos son Catar, Kuwait y Estados Unidos y los mayores precios están en algunos de los países africanos. En Latinoamérica somos los terceros con la gasolina más barata, solo superados por Panamá y Chile.
Factores externos como la guerra Rusia-Ucrania, la ola inflacionaria que recorre el mundo y la caída que se espera en muchas de las economías, principalmente en los países asiáticos, tienen con los nervios crispados a los mercados internacionales y de hecho más temprano que tarde tendremos que cambiar nuestra dependencia de la exportación de hidrocarburos y minerales no solo por el impacto que producen los combustibles fósiles sobre el medio ambiente sino porque al bajar la demanda se producirá una nueva caída de los precios de los mismos.
Es claro que los aumentos en el valor de la gasolina corriente afectan casi a toda la población, sin importar el estrato socioeconómico, en Colombia según cifras del ministerio del Transporte a diciembre de 2021, existían unos 6.7 millones de vehículos automotores y un poco más de 10 millones de motocicletas, estas últimas todas a gasolina y en su mayoría en manos de los estratos 1, 2 y 3 (63%).
Buena decisión la de no afectar el costo del diésel, combustible que es usado principalmente por el transporte público y de carga, escenario donde cualquier aumento en las tarifas incide de manera inmediata en el costo de vida de la población.
Es inevitable que el Gobierno tendrá que eliminar o ir marchitando el famoso Fondo de Estabilización de manera lenta y progresiva para no acrecentar más el déficit fiscal que este le produce al país pero al mismo tiempo tiene el reto de lograr el crecimiento de la economía a base de mensajes coherentes de estímulo a los empresarios, para generar más empleo y dinámicas en los mercados y como dijo en una reciente entrevista David Vélez creador de Nubank, el Estado no puede acabar con la gallina de los huevos de oro y debe tener claro cuáles son los límites impositivos que permitan mejorar la calidad de vida de la población sin espantar a los inversionistas.
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*Médico cirujano y Magister en Administración.