Por: Jesús Heraldo Rueda Suárez/ Si hay algo en lo que deberíamos trabajar mucho más todos en nuestra sociedad es en la integridad, Colombia está atravesando por momentos difíciles en temas de violencia, de corrupción, de intolerancia, nuestro hermoso país, las organizaciones, las familias, toda la sociedad necesita de personas comprometidas con un sistema de valores basado en la bondad, el respeto, el autorrespeto y en el deseo de hacer las cosas bien.
Si abundaran las personas íntegras, no solo en Colombia, sino en el mundo entero, tendríamos una humanidad actuando con mayor coherencia y trascendencia, la hipocresía, la corrupción, la violencia, la intolerancia y toda forma de violencia no tendría cabida, porque ser integro se traduce en honradez, honestidad, respeto por los demás, corrección, responsabilidad, control emocional, respeto por sí mismo, puntualidad, lealtad, pulcritud, disciplina, congruencia y firmeza en las acciones, en general, una persona íntegra es alguien en quien se puede confiar.
Podríamos definir la integridad como un rasgo de la personalidad que representa la “totalidad” de los valores más elevados en las personas, podría decir que los más decisivos son: la honestidad, la rectitud, la bondad y la integridad, se trata de un concepto holístico en el que todo ese conjunto de elevadas cualidades se cuida cada día Porque “ser íntegros” requiere esfuerzo y compromiso, todos como seres humanos hemos cometido errores, quien escribe esta columna mucho más, lo importen de los errores es reconocerlos y corregirlos, para que no nos pase lo de ranchera “siempre caigo en los mismos errores” porque lo reitero ser integro requiere de esfuerzo y compromiso.
Cuando la corrupción abunda más de lo que desearíamos como ocurre actualmente en nuestro país, la integridad debería ser la principal exigencia para aspirar a un cargo público y de elección popular, necesitamos personas honestas que defiendan la verdad y la justicia.
Colombia es un País maravilloso, con inmensas riquezas, desde su ubicación privilegiada, dos mares, tres cordilleras, variedad de climas, ríos, fauna, minería, agricultura, etc. Pero carecemos de políticos “íntegros” que actúen con honestidad y sepan discriminar entre lo que está bien y lo que está mal, que actúen de manera amable, pero firmes, para defender lo que es justo, lo que es ético y respetuoso, con una dirigencia de ese nivel sumado a lo que la naturaleza nos regaló seriamos la mayor potencia del mundo, tristemente no lo somos y estamos como dirían los jóvenes lejos y con el agua al cuello.
Los líderes íntegros, los políticos íntegros, las empresas íntegras, las sociedades integras, las familias integras definidas por esta característica se definen por la firme lealtad a los suyos, porque las personas con el corazón honesto e íntegro no traicionan, por el contrario, cuidan, no abandonan, no vulneran o fallan; al contrario, se vuelcan en los demás y cumplen con todo lo que prometen.
Las personas íntegras se definen por un buen control emocional, respeto y autorrespeto, el arte de cuidarse para cuidar, la integridad se alza como el crisol de todos los valores, podemos decir que es el pegamento que nos adhiere a la necesidad de hacer siempre lo correcto.
Dentro de esa piedra angular está la capacidad de respetarse a uno mismo y de respetar a los demás, recordemos, la base de toda relación feliz y saludable es aquella en la que somos capaces de cuidar a la otra persona, pero también a nosotros mismos.
De este modo, evitamos desde amores que vulneren nuestra autoestima, relaciones que duelan y, en general, contextos donde se olvida lo que uno vale y merece, el ser íntegros con nosotros mismos nos recuerda la firme necesidad de ser respetados y de procurar el bienestar ajeno, defenderlo es también un ejercicio de dignidad.
El ejercicio de la responsabilidad personal enhebra también el bello arte de ser íntegros, porque buena parte de las cosas que suceden a diario, no son causa del destino o de terceras personas, somos responsables de nuestros actos de nuestra conducta y por ende de sus consecuencias.
Es necesario esforzarnos por hacer lo correcto en cada circunstancia, eso nos distingue, nos hace personas responsables e íntegras, y nos diferencia de aquellas de mente y corazón deshonesto.
La correcta gestión y regulación emocional tiene mucho que ver con la integridad. Pensemos en ello, todo el que se deje llevar por los impulsos, por esas emociones automáticas sin filtros ni control, rara vez logran actuar de manera respetuosa o comprometida, los momentos más difíciles de la vida, requieren de un esfuerzo cognitivo y moral que debe ir de la mano de la regulación emocional.
Quien no regule sus emociones, actuará guiado por el caos, seguramente no es fácil ser honesto, responsable o respetuoso cuando alguien se siente atenazado por la ira, la frustración o la rabia, de ahí, que el valor de la integridad es tan elevado, sofisticado y bello a la vez, porque de él se desprende nuestra mejor versión.
La integridad define a una persona como recta e intachable dado que es aquel o aquella que busca tener un comportamiento racional más allá de sus intereses, siempre sabe callar y pronunciarse cuando es necesario, nunca se le inmiscuida o ser la fuente de rumores.
En tal sentido, tiene que existir una coherencia entre lo que pensamos, decimos y hacemos, para que tengamos una conducta ética tanto en el espacio laboral como personal, por lo tanto, debe existir una relación entre nuestras palabras y acciones eso da como resultado un alto compromiso, responsabilidad y dedicación en cualquier tipo de actividad.
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*Profesional en Mercadeo
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