Por: María Isabel Ballesteros/ La anunciada segunda ola del coronavirus finalmente llegó a nuestro país con el consecuente aumento de contagios y fallecidos, disminución sustancial de cubículos en las Unidades de Cuidados Intensivos disponibles y la espera mínima de un año para inmunizar a una parte de la población. Frente a este contexto de salud pública, muchos nos preguntamos si habrá lugar a otro estricto confinamiento en todo el país.
Aunque el Gobierno Nacional ha desestimado hacerlo, por toda la afectación que implicaría para la reciente reactivación económica, lo cierto es que esta decisión está sujeta a la realidad que nos plantee la pandemia con el número de contagios, donde el verdadero impacto lo hacemos cada uno de nosotros.
Cuando pienso en esta gran responsabilidad no puedo evitar recordar el caso de la paciente 31 de Corea del Sur, quien, con sus interacciones en diversos sitios de concurrencia masiva, generó una cadena de contagios mayor a 5.000 personas, llegando a colapsar, increíblemente, el 80% del sistema de salud de su país. Esto se pudo evidenciar gracias a que esta nación es pionera en prevención, control y contención del Covid-19, realizando masivamente pruebas a asintomáticos y manejando un estricto rastreo de los contactos, de cada nuevo caso positivo.
Pero el punto común, ya sea con la paciente 31 o con cualquier otro ciudadano del mundo, es la dimensión que tiene el comportamiento deliberado de uno o muchos sujetos y lo que pueden llegar a causar las acciones individuales, sobre las que lamentablemente es difícil hacer un estricto control.
Si bien es cierto que en Colombia el confinamiento retrasó significativamente el pico de la pandemia, y en los espacios propicios para aglomeraciones se impusieron muchas medidas restrictivas, desde antes del 1 de septiembre, cuando empezaron a habilitarse progresivamente los diferentes sectores económicos, ya se habían presentado diversos incidentes de indisciplina social injustificada y que fueron las primeras muestras de lo que estaba por venir prescindiendo, temerariamente, de toda la información y recomendaciones dadas para combatir el virus.
Pasados 30 días de la primera etapa de cuarentena total en Colombia, y las medidas que siguieron en los meses posteriores, el resultado fue más devastador que el mismo coronavirus, teniendo en cuenta la recesión económica mundial y nacional que, en efecto, la pandemia ocasionó. El cierre de pequeñas, medianas y grandes empresas, la pérdida de más de dos millones de empleos y los problemas psicosociales, causados por el encierro, dispararon de manera exponencial la violencia intrafamiliar, los problemas mentales, el hambre, el aumento del alcoholismo en los hogares, los divorcios y la fobia hacia quienes han sufrido la enfermedad, o lo que es peor, hacia quienes la han enfrentado, como es todo el personal de salud.
Este panorama ya es bastante desalentador y ni que decir de los países del primer mundo que, aparentemente, son más disciplinados que nosotros, poseen mayor tecnología, mejores controles, sistemas de salud, capacidad UCI y disponibilidad de médicos por habitante, sin embargo, y a pesar de haber arrancado desde diciembre del 2020 el proceso de vacunación, vienen decretando a la fecha nuevos confinamientos y toques de queda, como es el caso de Francia, Reino Unido, Grecia, Alemania, Portugal, Suiza, Italia, España, Bélgica, y Austria, entre otros.
El Ministerio de Salud ha informado que las vacunas beneficiarán, inicialmente, a 29 millones de colombianos, teniendo en cuenta la demanda mundial. En el caso de las vacunas de Pfizer y AstraZeneca, 20 millones de personas recibirán 2 dosis; eso sin perder de vista que en el cronograma de vacunación de Colombia se proyecta la aplicación diaria de 170 a 180 mil vacunas. Ahora bien, siguiendo las reglas de la matemática simple, 40 millones de dosis podrían ser aplicadas, en promedio, durante 228 días, o sea en más de 7 meses. En consecuencia, la vacuna de Janssen que maneja una sola dosis para 9 millones de personas, terminará completando el año, en el cronograma propuesto.
De igual manera, no deja de preocuparnos los datos registrados por el Ministerio de Salud, que a la fecha viene reportando cifras récord de contagios y de muertos, en comparación con las estadísticas del 2020, generando una ocupación UCI que se está acercando al 100%, a nivel nacional, y ha llevado a la Federación Médica Colombiana y a la Asociación Colombiana de Especialistas en Urgencias y Emergencias (ACEM), a solicitar al gobierno la declaratoria de la alerta roja hospitalaria.
Estas son las razones por las cuales un segundo confinamiento no sólo nos afectaría en mayor proporción, sino que también estaría “premiando” la indisciplina de unos y castigando el buen juicio de otros. Aunque sabemos que esta medida es la más efectiva para mantener el distanciamiento social y evitar la propagación del virus, es evidente que no lo es para detener o cambiar la actitud de los irresponsables, que ya lo han demostrado haciendo fiestas clandestinas, abiertas celebraciones en las calles, o realizando movilizaciones que generan grandes focos de contagio.
Por ello considero que aportaría muchísimo un estricto y efectivo control que empiece desde los servicios de transporte masivo, considere con rigor cualquier decisión oficial que implique aglomeraciones y que toque, con dureza, el bolsillo de los colombianos a través de multas y comparendos. En este momento de nuestra historia las acciones concretas y drásticas son totalmente necesarias, con tal de evitarnos un segundo confinamiento del que difícilmente, nos recuperemos con prontitud. Asumir que todos somos positivos, para evitar ser contagiados, es lo mejor que podemos hacer, pues en este escenario cualquier exageración es insuficiente.
La experiencia de estos tiempos nos ha enseñado que la solución está en nuestras manos, pero la falta de conciencia social y el no ponernos en los zapatos del otro es una constante que, con o sin pandemia no varía, pues muchos siguen sin extremar medidas, a menos que llegue el virus a casa, mientras otros prefieren seguir ideas negacionistas o, sencillamente, piensan que esto es un juego en el que la juventud, el vigor o la inmunidad les protegerán de ser alcanzados. Como diría el Principito, debo reiterar tristemente: ¡Veo humanos, pero no veo humanidad!
*Administradora de Empresas y Finanzas, Mg. En Calidad y Gestión Integral. Asesora en Sistemas Integrados de Calidad.
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(Esta es una columna de opinión personal y solo encierra el pensamiento del autor).