Por: John Jairo Claro Arévalo/ Dentro de poco elegiremos 172 representantes a la cámara y 108 senadores, incluyendo los de la extinta FARC, hoy partido de los Comunes. El proselitismo político o la forma de hacer política en los últimos tres años ha tenido una serie de cambios con unas características muy singulares, en donde el ideario político, el pilar filosófico, las propuestas, el discurso mismo en sí, pasaron a un quinto plano.
Pululan muchos candidatos que aspiran a llegar a estos cuerpos colegiados, vacíos de fundamento, cargados de emociones y pasiones desenfrenadas producto de la desesperanza y la traición de quienes nos han gobernado durante décadas y décadas.
A lo bien, de nada vale el razonamiento, el diálogo, el criterio, el argumento, el discernimiento, el respeto como la estrategia para conquistar electores, porque no llama la atención ciudadana. “La mejor manera” de visibilizarse, porque el resultado suele ser inmediato, es acudir al bochinche, el grito, la descalificación, el improperio, sin importar si es verdad o mentira lo que se dice.
Dentro de esa gritería y alboroto, es loable y plausible las acusaciones de muchos actos de corrupción evidentes y latentes, sin embargo, somos un estado de derecho, y si ese alboroto no va acompañado de las respectivas denuncias y quejas penales ante la Fiscalía y la Procuraduría, de nada sirve tanta alharaca, solo sería alborotar el avispero y terminaría siendo, mucho tilín, tilín y pocas paletas.
La realidad es que nuestra dignidad como colombianos ha sido trapeada por todos los actores del conflicto interno en nuestro país, guerrilla, paramilitares, ejército, delincuencia común, bacrim, narcotráfico, el estado y los políticos.
Desde la muerte de Gaitán, hecho que originó el “Bogotazo”, se desencadenó un espiral de violencia que estimuló el inicio de las guerrillas en Colombia, que décadas más tarde, junto con la bonanza marimbera en los años 70 y 80, y la cocalera a mediados de los años 80, y en paralelo con la creación de los grupos paramilitares en el año 90 que permearon la política colombiana, fueron los inicios del narco estado que tenemos, no olvidemos que Pablo Escobar fue representante a la cámara por Antioquia en 1982 por el movimiento Renovación Liberal. Refrescando la memoria, en 1994, 26 congresistas que fueron reelegidos estaban investigados por ‘parapolítica’.
Este breve recuento histórico, desde el año 1948 hasta nuestros días, ha dejado más de 500 mil compatriotas asesinados en una censurable y clara violación de los derechos humanos, donde las masacres, torturas y desapariciones siguen siendo hoy, el pan de cada día.
Por lo anterior, somos un país anestesiado y agobiado por la corrupción, donde la mentira y el engaño de nuestra clase política es la que ha gobernado por años y años. Poco o nada nos importa que niños de la comunidad Wayúu en la Guajira se mueran de hambre, que 21 millones de colombianos estén en la pobreza, que el 50% de los jóvenes bachilleres no puedan ingresar a la educación superior, que la gran mayoría de los candidatos a la presidencia que han vivido de la teta del estado de la república, sean de los mismos, para seguir en lo mismo.
Somos una sociedad de sálvese quien pueda, de primero yo, después yo y siempre yo,
la prensa colombiana, es farandulera, sólo le interesa, el chisme, el escándalo, que hace eco a noticias banales de los youtubers “La liendra”, “Epa Colombia” y otros más; de la cerveza que se tomó Petro en Giradot, de los “cachos” que le puso Alex Char a su esposa con Ayda Merlano, de los trinos de Marbelle, entre tanto chisme y amarillismo, caen lentamente en el olvido los 70 mil millones que se le “extraviaron” a la ex ministra Karen Abudinen, los 100 mil millones del puente Chirajara que estaba siendo construido por una de las empresas de Luís Carlos Sarmiento Ángulo en la vía al Llano y que colapsó en el 2018, no bastarán varias resmas de papel para enumerar todos los casos de corrupción, trampa, engaño, injusticia, que hemos sido víctimas los colombianos.
El realismo social-político- económico de Colombia va más allá de lo macondiano, vivimos una novela agobiante que se escribe a diario por millones de manos protagonistas de su historia individual y colectiva.
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*Licenciado en música, artista, docente, compositor del himno de Bucaramanga, exconcejal de Bucaramanga.
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