Por: Juvenal Bolívar Vega | Un reciente estudio contratado por Corrillos y realizado por la Encuestadora Excellentia Focus Group, deja en evidencia la difícil situación que afronta la prensa independiente de Santander (y tal vez de todo el país). El olvido al que el Gobierno tiene a esta población y la nueva tendencia que generan los ‘influencers’ impide, por ejemplo, que los contenidos sean de mejor calidad.
El declive comenzó en el Gobierno de Álvaro Uribe Vélez, con la Ley 918 de 2004 o ‘Ley del Periodista’, una norma que, en vez de fortalecer la actividad periodística, solo la prostituye, permitiéndole a cualquiera que se compre una grabadora en el San Andresito, ejercer como ‘periodista’. Nuestra profesión pasó a ser tan solo un oficio.
Esa ley de Uribe abrió una peligrosa compuerta para que cualquiera con un celular, pudiera hacer ‘Facebook Live’ y denigrar de ‘Raymundo y todo el mundo’, sin tener un mínimo comportamiento ético y de respeto por las autoridades y por los televidentes. El afán es el de ganar “me gustas” y seguidores, que equivale a monetización: hacerse rico a costilla de extorsionar.
Entonces, bajo esta dinámica de negocio, cientos de desadaptados han estado dedicados a esta industria -la que la gente confunde como periodismo- logrando, en el caso del senador Jota Pe, obtener réditos electorales y ahora, solo se sientan a disfrutar el poder que les genera usurpar el buen nombre de la prensa.
Con la llegada de la pandemia del Covid-19, de los casi 300 decretos suscritos por el entonces presidente Iván Duque Márquez, ninguno -de forma directa- favoreció a los periodistas ni a los medios de comunicación independientes. No fueron incluidos en la agenda social, no se les involucró en programas de subsidios, nunca fueron incluidos en el sistema de seguridad social y muchos murieron sin una pensión.
Duque, de quien dicen, supo manejar la pandemia; dejó por fuera de la solidaridad institucional a miles de trabajadores de los medios y a sus familias. Fue un Gobierno que le dio la espalda a los periodistas independientes, pero que, si les invirtió cuantiosos recursos a los medios de los Gilinski, Sarmiento Angulo, Santodomingo, Ardila Lulle y todos aquellos que al igual que el cuadro de ‘El perro de San Roque’ le pudieran tapar sus escándalos o hacer eco a la propaganda institucional posándolo de buen gobernante.
Ni la derecha, ni la izquierda. La llegada de Gustavo Petro al poder, usando solo la prensa independiente (porque los poderosos medios colombianos no le abrieron los micrófonos), tampoco ha servido de nada para solucionar el abandono estatal que por años han tenido los periodistas.
El ‘Gobierno del Cambio’ se inventó un escenario regional denominada Red de Comunicación Solidaria, con la idea de hacer un “diagnóstico integral de los actores de comunicación comunitaria, alternativa y popular”. Y, a la mitad del Gobierno Petro, ese ‘diagnostico’ no se ha dado, por lo que las soluciones, seguramente, ya no se verán en este cuatrienio.
El problema de la prensa independiente, contrario a los medios convencionales, es que nosotros no tomamos partido, aún hacemos uso de aquel antiguo comportamiento de comunicación democrática, le abrimos los micrófonos a todos los actores políticos, económicos y sociales; hacemos investigación sin distingos y creemos en la ética profesional.
En cualquier sociedad, una que tenga decencia y buenos gobernantes, este tipo de periodismo que ofrecemos; que permitió -por ejemplo- desenmascarar el macabro escándalo ‘Vitalogic’; debería ser respetado y apoyado. Pero en Colombia no es así.
Los periodistas somos constantemente perseguidos, algunas veces por la clase política tradicional que quiere seguir apoltronado en el poder; otras veces, por jueces que “le hacen el dos” a esos mismos politiqueros; otras tantas, por el mismo Estado que no crea una norma con dientes, que fortalezca la actividad periodística y que sancione a quienes hagan mal uso de nuestra actividad profesional y ante todo, la existencia de una política que incluyan a los trabajadores de la prensa en los planes de desarrollo, tanto nacional como los territoriales.
Hoy, según la encuesta de Excellentia, en la actualidad, el 45,6% de los periodistas independientes recibe un salario mínimo y el 35,3% menos de un salario mínimo; el 58,8%, por falta de plata, no ha realizado estudios ni especializaciones; el 57,4% no cotiza a pensión y salud; solo el 17,4% tiene casa propia; el 24,6% realiza sus labores a pie y el 43,5% no tiene acceso a las tres comidas diarias.
Ante este panorama de olvido institucional, es muy difícil que se puedan realizar contenidos de calidad: investigar, innovar y producir, son procesos que cuestan plata y desde hace un tiempo las condiciones no están dadas sino para sobrevivir.
Celebro el esfuerzo del Representante a la Cámara, Jairo Cala, quien ha citado para este viernes 23 de agosto en el Salón Elíptico, una audiencia pública en la que están citados el ministro de las TIC, el director del Dapre y demás autoridades, para que rindan cuentas sobre el olvido al que tienen a los medios independientes.
Invito a todos mis colegas a participar en esta audiencia, se hace necesario que en ella dejemos claro que la prensa no puede seguir estratificada. Necesitamos condiciones dignas para no desaparecer.
Ver: EXCELLENTIA – PERIODISTAS INDEPPENDIENTES – RESULTADOS
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*Comunicador Social, candidato MBA con concentración en Marketing Digital y docente universitario.
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