Por: Diego Ruiz Thorrens/ El pasado 07 de septiembre, fue publicada una alarmante noticia titulada “Piedecuesta: 500 casos de violencia de género, piden más comisarías de atención. 500 casos de violencia de género se contabilizan en lo que va corrido del año en Piedecuesta, además van dos mujeres asesinadas”.
Esta situación atraviesa, por enésima vez, un tema recurrente pero poco abordado en nuestro departamento: la violencia contra la mujer. Muchas mujeres que son víctimas de violencias en género deben también soportar la agresión institucional traducida en constante revictimización cuando la mujer agredida decide denunciar a su agresor; la vulneración a sus derechos como víctimas de violencias basadas en género y las nulas acciones dirigidas a la garantía de protección de la vida de la víctima como de su núcleo familiar. Esto, sin contar con todas las trabas, fallas y barreras en los procesos de investigación y de condenas.
Los crímenes cometidos contra las dos mujeres que fueron asesinadas en Piedecuesta hacen recordar el crimen cometido el pasado 15 de mayo: la ciudad de Bucaramanga se vio estremecida con una noticia que debió marcar un antes y un después en las acciones dirigidas a la garantía en derechos y la protección de las mujeres víctimas de violencias basadas en género cuyas vidas, cada día que pasa, están más al borde de la tragedia que de la libertad: Yuli Maritza Rubio Roa, quien caminaba por el centro de la ciudad para ir a su casa luego de laborar, recibió un impacto de arma de fuego en la cabeza por parte de su excompañero sentimental.
Los medios de comunicación dieron eco a la tragedia, algunos, llegando a manifestar que la víctima fatal habría denunciado agresiones y maltrato intrafamiliar, e incluso, para el mes de abril, había denunciado haber sufrido violencia física y psicológica y que la denuncia la había realizado en la Comisaría de familia del barrio La Joya.
Sin embargo, como posteriormente relataron algunos testigos del hecho, las autoridades actuaron de la manera que (para muchos) proceden para ese tipo de casos: no hicieron nada. A las pocas horas de ocurrido el crimen, estas mismas autoridades únicamente manifestaron que: «Se lamenta este infortunado hecho, el viene la espera, muy cerca de un lugar de residencia y le impacta con arma de fuego, infortunadamente encontramos sin signos vitales, y posteriormente el ciudadano se propina un impacto con el arma de fuego. Lo alcanzamos a trasladar con vida, se hizo el procesamiento del lugar del crimen, se hizo la incautación del arma”. Es decir, existía un altísimo riesgo de que la víctima fuese asesinada, no se actuó con prontitud sino posterior a que el hecho fue consumado.
Hasta el mandatorio de Bucaramanga reaccionó de la forma como lo haría aquella persona que busca mostrar empatía, pero carece de la misma de manera monstruosa, cómo las de un individuo que sabe echar sal a la herida: “Bucaramanga vive el dolor de un nuevo feminicidio, como alcalde quiero expresar mi solidaridad con los familiares de esta mujer, que lamentablemente fue asesinada por su pareja sentimental. Hoy tenían su segunda audiencia por maltrato psicológico y verbal que este hombre ejercía contra ella: la ruta de atención por violencia de género estaba activada en este caso.
A la víctima se le brindó el acompañamiento y el ofrecimiento de Casa Refugio, que lastimosamente no aceptó. Pero esto no es culpa de ella, hoy vivimos las consecuencias de la falta de respeto por la vida y la grave crisis de salud mental que atraviesa nuestro país”. Claro, a la víctima se le ofreció ayuda, ayuda traducida en el auto aislamiento y lejana a sus familiares y seres queridos mientras que su agresor podía circular a sus anchas sin que nadie le detuviese o cuestionase.
Y así, cientos de miles de mujeres en Santander viven cada día con la amenaza de ser la próxima víctima, cada minuto pensando cómo poder librarse de un yogo que no les pertenece, cada segundo con el miedo de que sus hijos, amigos o familiares puedan ser las próximas víctimas.
Como dice el jingle: Desde septiembre se siente que viene diciembre, y con las ferias, las fiestas y las celebraciones de Navidad se viene una de las épocas más peligrosas para miles de niñas, adolescentes y mujeres en Santander, donde la violencia asciende de manera vertiginosa mientras que la institucionalidad se prepara para cierre de año y vacaciones de sus funcionarios.
¿Estamos preparados para hacerle frente a la violencia basada en género? No creo. Sin embargo, solo queda decir que, ojalá, la violencia de género no continúe pasando desapercibida.
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*Estudiante de Maestría en Derechos Humanos de la Escuela Superior de Administración Pública ESAP – Seccional Santander
X: @DiegoR_Thorrens