Por: Ruth Stella Catalina Muñoz Serrano/ Un caso fortuito de la moral es el hacer y obrar bien, pero ha sido encapsulado en buenas y malas acciones, alejando al ser humano de un encuentro con la lucha contra el odio y la controversia, en el proceso de descolonización es importante clarificar que la lucha no es bajo el odio para poder dejar atrás los malos procesos aprendidos, sino, que precisamente es el escenario perfecto para que lo que se construya en el presente de paso a una generación libre, en donde se rompan estereotipos que con cada generación se formaron.
El problema no es ni siquiera lo que se supone que ya está inscrito como historia, si a lo que le apuntamos a liberarnos, sino que estamos orientando mal los diferentes conceptos de la colonización, porque nos hemos vivido repitiéndonos discursos de odio que alejan el asunto real de la moral, no se trata de descolonizar alguna parte del cuerpo, o a una población especifica, porque entonces subyuga y se trata de libertad, de derribar la dominación.
Sin embargo, entre más construcciones sociales más hacemos aun lado la libertad de cada persona para elegir ser y estar donde sus recursos y capacidades le permitan, no es que quisiéramos seguir atados al dolor y a historias donde nos arrebataron la paz, pero entre más se construyen ideologías sociales, corremos el riesgo de invalidar a otros y hacernos daño unos a otros, es así como la colonización trajo consigo no solo la ocupación de territorios en ocasiones a la fuerza, sino el establecimiento jerárquico de como debían funcionar las cosas y a medida que algunos nos hemos cansado, hemos “luchado” porque estas desigualdades ya no existan, pero si yo al defender una desigualdad paso por encima de otros, entonces ¿Es aceptable?
Sin darle más rodeos al tema, ha habido en los últimos años focos que se han sacrificado por el bien de la moral o de eso nos queremos convencer, porque hemos vuelto la moral individual como la moral social que todos debemos tener, entonces si yo no me ajusto a lo que otro piensa de mí, es un problema, o si mi elección y vivencia a la hora de vivir bajo al dogma genera rechazo, yo tengo que aceptar los señalamientos, o si por lo contrario, quiero ser la persona en mi familia que cambia la ruta de vida, por una más sana, entonces yo soy quien tengo el problema.
Siendo más explícita, es imperante necesidad de construir la historia desde una mirada totalmente limpia y justa, nos encontramos entonces en un momento coyuntural en el país, en dónde muchos movimientos sociales, lideres, lideresas y comunidades, esperan a quienes se atrevan a romper el ciclo que se trae, porque solemos expresarnos sobre a quienes elegimos como que “es el menos malo de todos” y “yo no vote por él”; siguiendo entonces un patrón dañino en el que ni perdonamos, ni deconstruimos para descolonizar, lo que hemos escrito ya como historia, entendiendo que mi propia forma de ver las cosas, no cambiará los gobernantes que elegí y las decisiones que tome día a día, pero que, en cambio, si me tomo mi papel como parte de la sociedad.
Puedo con mi ejemplo decidir establecer en mi vida, todo el ejemplo que espero que sigan para hacer sustentable una vida en sociedad, libre de dominaciones sociales, políticas o religiosas, libre de estereotipos que protejan a unos, pero desprotejan a otros, pero para esto, la visión de la moral debe estar aleja de una libertad basada en normas cuadriculadas, claro que la vida necesita organización, pero la descolonización es un hecho que no solo atiende los discursos de inclusión y dialogo, por lo cual, desestructura la dirección de construir solo para el hoy y para el reconocimiento de algunos, pone como pilar de la emancipación el reconocimiento de todos.
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*Docente, Psicóloga (UNAD), Especialista en Gerencia de Proyectos (Uniminuto), Magister en Psicología comunitaria (UNAD).
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