Por: Sebastián Aristizábal Pérez/ Impactante la portada y el titular de la pasada revista Semana: “Triunfo de Uribe”, no solo porque cada vez es más evidente el sesgo de este medio, que en otros tiempos fuera un estandarte del periodismo de investigación, sino porque es un despropósito celebrar una decisión judicial más del tire y afloje del caso de manipulación de falsos testigos entre Iván Cepeda y Álvaro Uribe, que, además, se convirtió en un caballo de batalla de las dos orillas políticas.
Una pelea de este tipo, bajo ningún motivo debería ser una estrategia de campaña electoral, pero como ya ha funcionado en otras ocasiones, como en el caso del plebiscito por la paz, hay que convencer a la gente de salir a “votar verraca” como dijo en su momento el ‘gerente del no’, Juan Carlos Vélez.
Pero, ¿Cuál es el efecto político que puede tener este nuevo capítulo de la novela de los falsos testigos? El caso inició en 2012 tras una denuncia de Uribe al Senador Cepeda sobre supuestos falsos testigos en un debate de paramilitarismo en el congreso; esta denuncia del expresidente se le volvió en contra y terminó siendo él el investigado por la Corte Suprema por los delitos de soborno y fraude procesal, lo que acarreó su renuncia al Senado, una jugada audaz teniendo en cuenta que su caso pasaría a manos de la Fiscalía en cabeza de un cercano amigo del Presidente Duque.
Con lugar a dudas, la Fiscalía tuvo un concepto distinto al de la Corte y solicitó la preclusión de la investigación, lo que significa que no encontraron razones suficientes para mantener al líder del uribismo en la investigación.
Con este nuevo giro de la historia, el exsenador y sus seguidores respiran un poco más tranquilos y, adicionalmente, nace un nuevo argumento que podrán utilizar para impulsar sus campañas tanto de Congreso como a la presidencia: el papel de víctima de persecución política, el mártir que, a pesar de los golpes de la oposición, sigue trabajando por Colombia.
El país conoce la fuerza que tiene el discurso uribista para hacer proselitismo, crea conceptos y narrativas únicas que son defendidos con tenacidad por sus fieles, sabiendo que a veces son palabras sin sentido pero que calan en la opinión del electorado; seguramente este “triunfo de Uribe” se convertirá en un nuevo mantra.
No obstante, hay que tener en cuenta que la contienda del 2022 traerá consigo el desgaste del Centro Democrático por ser partido de gobierno y, adicionalmente, porque Uribe Vélez no va a encabezar la lista esta vez, por eso tendrán que hacer un inmenso trabajo para conservar la mayor cantidad de curules posibles porque, en el caso del Senado, de los 2.5 millones de votos, el expresidente representó el 34% de estos, alrededor de 876 mil votos en 2018.
La decisión de la Fiscalía también servirá, por un lado, para reivindicar la imagen de su fundador dentro del mismo uribismo y, de otra parte, para generar confianza en los votantes que queden sin candidato en una eventual segunda vuelta en las presidenciales.
Sin embargo, es claro que, quien es uribista no deja de serlo por más escándalos que haya y a esto, hay que sumarle que tienen de su lado a uno de los medios más grandes del país, haciéndole free press permanente a su partido y obsesionándose con refritos que, indirectamente, perjudican a otros sectores políticos.
Por su lado, la oposición no va a reconocer la victoria de Uribe en el último episodio de su disputa con Cepeda, lo creen culpable pues, según ellos, aunque no tienen pruebas tampoco tienen dudas; además, seguir atacando desde esa posición sigue siendo un negocio rentable en materia electoral.
Nadie puede negar el poder que ha tenido el expresidente en la política del país en los últimos veinte años, pero ese mismo recorrido, ese trajín, ha traído consecuencias como el surgimiento de un sentimiento de cambio y de relevo político, necesario para mirar hacia adelante. Ojalá las nuevas posturas ideológicas y las nacientes coaliciones le bajen al debate violento y radical y le suban a las propuestas, dejando a un lado la politización de la justicia y los medios de comunicación.
*Comunicador social, especialista en comunicación estratégica. Asesor de campañas políticas y productor de podcast.