Por: John Jairo Claro Arévalo/ De todo y con todo lo que está pasando en Colombia, el termómetro de la sensibilidad e insensibilidad humana está midiendo la respuesta sintomática de esta inesperada revuelta social, poniendo a todos los colombianos a opinar a favor o en contra sobre un mismo tema central: El Paro, sus incidencias y consecuencias, con unos a favor y otros en contra.
Quienes hemos marchado activamente, quienes lo han hecho pasivamente desde sus balcones ondeando la tricolor y otros desde el silencio solidario de su trabajo, de sus casas o de cualquier lugar de Colombia, tenemos claro que la fallida reforma tributaria fue el detonante, el florero de Llorente de esta olla a presión que lleva 20 días pitando
Marchamos por un cúmulo de injusticias, malas prácticas, decisiones erróneas, traiciones, burlas, engaño al ciudadano, por ejemplo, la ley 50 de 1990 que suprimió la retroactividad del pago de cesantías, la ley 782 de 2002, aprobada durante el gobierno de Uribe Vélez, que eliminó las horas extras a todos los trabadores colombianos.
Marchamos por el adefesio del proyecto de ley 010 que reforma nuestro precario sistema de Salud, en detrimento de los usuarios que nos veríamos obligados a adquirir pólizas por cada enfermedad padecida o contraída, haciendo este derecho inalcanzable para la inmensa mayoría de los colombianos.
Marchamos por nuestros páramos, contra el fracking, por la depredación forestal, por una reforma agraria justa equitativa, por una reforma laboral digna, por una educación superior pública con matrícula cero, sin exclusiones para todos los jóvenes, como lo tienen muchos países del mundo pero no nos vayamos tan lejos, en Ecuador, Argentina, Bolivia, Uruguay, el acceso a la educación Superior Pública es gratis, no menciono Cuba ni Venezuela que también la tienen y porque seguramente me tildarían de castro chavista, comunista, guerrillero, vándalo, bla, bla, bla.
Marchamos porque le apostamos a la paz, así sea imperfecta, pero es muchísimo mejor que la “perfección” de la guerra, marchamos por todos los líderes sociales que han sido masacrados asesinados, sólo por pensar distinto, por la discriminación y los vejámenes contra la mujer y la comunidad LGBTIQ.
Marchamos para que se derogue la reforma tributaria de 2019, llamada ley de “crecimiento económico” que redujo los tributos en unos 8 billones de pesos a las grandes empresas, dizque para generar empleo, en lugar de legislar y favorecer a las PYMES que no solamente crea el 80% de los empleos nacionales, sino que aporta el 50% al Producto interno bruto, PIB.
Marchamos por las altas tasas de usura del sistema bancario, contra el cuatro por mil, por el tendero, el de la miscelánea, el campesino, el indígena, el negro, el mestizo, el rom, el transportador, el pequeño, mediano y grande emprendedor que genera empleo y riqueza, por el reciclador, el profesional, el técnico, el tecnólogo, el bachiller, el maestro, el médico, el enfermero, el comerciante, el rebuscador, los sin techo, los acomodados, por la niñez, por la Colombia visible, la invisible, la marginada, la trabajadora la desempleada, en fin, por todos lo que ocupamos nuestro territorio.
Cuando digo marchamos me refiero al suscrito, mi familia, algunos amigos y lo seguiremos haciendo, no somos vándalos, no hacemos barricadas, no tiramos piedra ni quemamos bancos, ni destruimos el ornato público, solo llevamos la llama encendida de la esperanza en nuestros corazones para un mejor futuro propio y el de nuestros conciudadanos.
Quienes están en contra de las marchas y quizás no de las protestas, le están pidiendo al gobierno el uso de la fuerza del estado como acto legítimo para contrarrestar el vandalismo generado por una inmensa minoría. Esta revuelta social ha dejado un balance para “ambos bandos” de 52 personas fallecidas, decenas de mutilados, centenares de heridos y miles de lacerados, además de cuantiosas pérdidas materiales y económicas.
En lo particular, con congoja lamento profundamente las pérdidas humanas, los mutilados porque son daños irreparables, lamento con pesadumbre y dolor las pérdidas materiales y económicas, no obstante, estos daños son reparables.
En las redes sociales virtuales como whatsapp, twitter y facebook, se oyen voces muy airadas exigiéndole al gobierno, al presidente Duque mano dura, porque los vándalos están haciendo lo que quieren, que invoque el estado de conmoción o el uso de armas letales para socavar las marchas y por ende acabar con la protesta.
Con ese mismo ímpetu debería también invocarse con vehemencia el protagonismo de la justicia que está maniatada, sometida por la corrupción y la narco política, ese poder judicial, está en la obligación de castigar severamente a los politiqueros de oficio, concejales, diputados, congresistas, alcalde, gobernadores, que anualmente le roban al país 50 billones de pesos, esos si son VÁNDALOS con mayúscula, que están haciendo lo que quieren y que sin provocar ningún daño material, han mancillado la esperanza y traicionado la confianza de millones y millones de colombianos.
Para la reflexión, alguien podría contarme si lo acaecido el 20 de julio de 1810 cuando hubo la reyerta entre criollos y españoles por el descontento de los primeros ante los segundos, ¿hubo desmanes, vandalismo, muertos, heridos, lesionados?
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*Licenciado en música, artista, docente, compositor del himno de Bucaramanga, exconcejal de Bucaramanga.
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(Esta es una columna de opinión personal y solo encierra el pensamiento del autor).