Por: José Federico Pelayo Rueda/ Uno de los factores mas comunes de vivir de apariencias es el miedo al rechazo social, o en otras circunstancias puede ser, el deseo incontrolable de reconocimiento, pero, ¿Por qué se ve tanto desespero en la sociedad por aparentar lo que no somos?
Partamos del hecho de que en algún momento pude caer en algún acto de hipocresía dentro de mis relaciones sociales y personales, no soy ajeno a eso, pero a partir de esas experiencias reconocí que la vida de apariencias nos lleva al fracaso, a la decepción constante, y nos podemos convertir en unos frustrados sociales. Pero adentrémonos en dos aspectos muy interesantes de los entornos en que vivimos.
Desde lo social: hay muchas personas que no tienen la culpa de su doble faz, de su vida de hipocresía, y eso se da porque en algunos entornos se hace normal el aparentar aquello que no somos o no tenemos, nos han metido en la cabeza que para ser importantes debemos encajar en unos estándares sociales, como, por ejemplo: el hecho de que, si no usamos ropa de marca, así no tengamos para pagar los recibos o comprar el mercado está mal. Si no tenemos el último iPhone de cinco millones y que toca sacarlo a cuotas sin tener para recargarlo está mal. O en las ferias del pueblo, si no vamos en la cabalgata y muertos del susto porque no nos gusta cabalgar, no vamos a ser reconocidos dentro del grupo selecto de personalidades del municipio, pero ojo, esto no es un crítica a los gustos personales de cada quien, esto es un crítica a la hipocresía social.
Si usted compra un iPhone porque le parece útil y tiene con que, hágalo, si usted le sobra y le alcanza y quiere comprar ropa de marca no por impresionar sino porque realmente le gusta hágalo, si a usted en realidad le encantan las cabalgatas, los caballos y no lo hace por encajar o creerse uno de los hijos de Vicente Fernández hágalo. Que lo que hagamos lo hagamos por gusto, por que es nuestra esencia, no por encajar, eso no trae felicidad, eso trae frustración personal.
Esto tampoco lo escribo con la finalidad de ofender a nadie, es más, no hay motivos de ofenderse, la vida es muy corta para seguir caminos impuestos, estereotipos que no nos quedan, debemos luchar por nuestras ideas, por proyectos que nos lleven a estar satisfechos y tranquilos, no por querer imitar a la mayoría, seamos originales y lograremos cierta estabilidad emocional, algo que difícilmente se logra queriendo ser lo que no somos, solo por encajar.
Desde lo religioso: “Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: estafadores, injustos, adúlteros; ni aún como este recaudador de impuestos” (Lc 18, 11.)
Pero recordemos la actitud del recaudador de impuestos, no tenía la capacidad de levantar la cabeza porque se reconoce como pecador. A esto, dentro del entorno religioso, cuanta hipocresía vemos día a día. Si hay algo que me haga desconfiar de una persona, es que se crea un ser perfecto, que no tiene mancha, como diría el maestro Jirafales en uno de los capítulos del chavo, “solo una vez me he equivocado, y fue un día que creí que estaba equivocado”.
Lo que nos hace buenas o malas personas es la relación con los demás, es como tratamos al anciano, al mesero, a los animales, como es nuestra actitud con aquellos que piensan distinto, no nos hace buenos seres humanos simplemente pertenecer a una denominación religiosa he ir a las misas los domingos o al culto, conozco gente que sale del templo a juzgar al prójimo, a maltratar a la esposa a los hijos, entonces, ¿para qué aparentamos un mandato que no cumplimos? ¿no será mejor ser como el publicano que se reconoce pecador y busca la oración para ser mejor persona? Lo digo como católico, como persona de fe. No voy a misa para salir a juzgar a aquellos que no van, no voy a misa para creerme bueno, voy porque a partir de un mensaje y una idea de un Dios que escucha, trato de mejorar como ser humano, porque me equivoco constantemente y me equivocaré siempre y para mejorar necesito reconocer la cantidad de defectos que tengo.
El culto o las celebraciones religiosas nos deben impulsar a buscar formas de construir un mundo mejor, tener actitud de servicio y humanidad, no para creernos mejores que los demás, no es para salir a juzgar al borrachito del pueblo que en muchas circunstancias tienen hasta mejor corazón que el resto, no es para salir a juzgar al adolescente que se hizo un tatuaje, o a la adolescente que quedó embarazada, y mas a pocos días de Semana Santa, donde muchos vamos a estar pendientes de las celebraciones religiosas y participando de ellas, deberíamos revisar como es nuestra relación con los demás, en que estamos fallando y hacer el deber de sacar de nosotros el dedo inquisidor del juzgamiento. Para construir un mundo mejor deberíamos partir de nosotros mismos. “¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano”. (Mt 7,5)
En esto, puede existir una contradicción, desde lo social pareciera que estoy juzgando a quienes quieren aparentar lo que no son, y desde lo religioso enfatizo en no juzgar al prójimo, pero si leen detenidamente, la crítica primera no va a una persona en específico, va dirigida a una situación que impulsa a muchas personas a cumplir con un rol social que no les corresponde, ya que los lleva a la frustración. Se busca es la forma de salir de esos imaginarios sociales de supuesto éxito, no importa si eres cogedor de café, o un camarero, no importa si eres un empresario exitoso o un sacerdote católico, no importa, lo que realmente tiene valor es buscar la felicidad a partir de nuestra libertad pensante de ser y actuar de acuerdo a lo que creo, a lo que pienso.
Finalmente, soñemos en grande, trabajemos por nuestras metas a cumplir, y de pronto aquello que queríamos aparentar, podemos hacerlo realidad, pero eso no se da por suerte o azar, el éxito académico, económico, familiar etc. Se da por disciplina, amor a lo que hacemos y mucho, pero mucho esfuerzo, eso sí, entendiendo el éxito como el logro de metas que cada ser humano se traza, no las metas que otros nos quieren imponer.
…
*Caficultor, estudiante de Licenciatura en Filosofía de la UNAD y concejal del Municipio de Zapatoca.
(Esta es una columna de opinión personal y solo encierra el pensamiento del autor)