Por: Óscar Prada/ En días tan bombardeados de información política, la pregunta del congresista Anatolio Hernández, es apenas la punta del iceberg del acontecer nacional.
Las novedades del campo político funcionan a manera de un enorme rompecabezas; y las fichas que se juntan, revelan la nauseabunda figura del monstruo del 2022 que emerge del mar de las elecciones.
Los jóvenes Cabal, la votación para suspender la ley de garantías, las alianzas políticas y el rifirrafe de los precandidatos en los medios, son unas de las tantas piezas que encajan en el ajetreado cronograma político.
Dejando de lado la sátira; la pregunta del congresista y cuasi filósofo Anatolio, es justa y necesaria en medio del éxtasis y el furor preelectoral, que asecha al pueblo colombiano como presa del furtivo momento político; conduciéndolo a escoger frecuentemente la opción más fácil y toxica. Todo ello, producto de la emboscada de promesas y amenazas de sus captores.
El voto obediente para contentar a los demás; el voto de las mayorías decididas pero cegadas; y el voto fiel que se asemeja a la conservación de los matrimonios de antaño; distorsiona el verdadero deseo de cambio oscurecido por el cumplir y satisfacer a los intereses ajenos. Contrariamente los más perjudicados son en gran medida los mismos que obedecen sin pensar; haciendo caso omiso del legado revelador de cuestionar, que transmite el perspicaz Anatolio.
Deberían existir más Anatolios en la nación; con la única diferencia de no preguntarle al patrón y obedecerle a este ciegamente y sin pensar; sino todo contrario, realizar cada persona un autoexamen libre de prejuicios, y preguntarse ¿cómo voto?
La proeza de Anatolio, es el “solo sé que nada se” a la colombiana. Fue un acto moralmente valido, solo si se omite el pequeño detalle, que supone la participación de don Anatolio como congresista a mitad de una plenaria de la Cámara, donde se presume que aquel debiera saber lo discutido en ese momento. De manera pues, los colombianos de a pie, al igual que el sabio Anatolio, deben tener un poco de conocimiento a la hora de votar, si se quiere ejercer el sufragio de la manera más responsable.
En medio de la pasión, el suprimir la ley de garantías se asemeja como quitarse el preservativo en pleno acto; la diferencia en el caso de la política, es la transmisión de la corrupción, que mucho se asemeja a una enfermedad de transmisión sexual. A esta última, Anatolio votó el “sí” sin pensarlo y con los ojos cerrados, tal cual como un adolescente precoz. Siguiendo claro está, las pautas de la bellísima modelo y presidenta de la Cámara de Representantes; al ella pronunciar tranquilamente y con seguridad su autorización a través de la frase: “Anatolio, vote sí”.
Según la Misión de Observación Electoral -MOE- la suspensión de los efectos de la ley de garantías, mediante el nombrado artículo 125 del Proyecto de Presupuesto General de la Nación para el 2022, inclina la balanza al clientelismo, abriendo la posibilidad del uso de recursos públicos para fines proselitistas.
Si por allá llueve por acá no escampa; y en medio del furor de la conquista electoral realizada por los candidatos, en el tradicional cortejo de esa Colombia indecisa, surgen nuevos planteamientos; llamando la atención las propuestas casi indecentes de aquella candidata, que sueña con reducir el Estado, aumentar la libertad económica, y disminuir las restricciones ciudadanas; tanto así que concibe permitir el porte de armas de los ciudadanos de bien.
Los jóvenes que a cabalidad apoyan el porte de armas, por más “anatolios” que sean, ignoran quizás que aquellos que las llevan tienen el doble de probabilidad de morir asesinados y el triple de posibilidades de suicidarse[1]; lo cual es diametralmente opuesto con la política pro-vida de su anatolia mentora, que defiende la protección del capital humano de la nación.
Por otra parte, las alianzas con los verdes, que se revisten de neutralidad, contrastan en medio de un ambiente sumamente polarizado. El voto de opinión, es la nueva tendencia en la moda electoral. Es por ello que, dejando las vestimentas rojas y azules; el lucir el verde imprime un aire de renovación. De manera contraria; como dice el refrán “aunque la mona se vista de seda…”; y en este caso, la alianza de los verdes solo cambia el color de su postiza fachada; aparentando modernidad en su discurso rancio y típico de las costumbres políticas tradicionales que alberga en su interior.
Todos tienen su porción, y no es ajeno el candidato que representa la antítesis del sistema actual; consolidándose como un anticristo para los tradicionales; y el verdadero mesías, para aquellos de la orilla contraria. Ese soberbio candidato, altivo y brioso como un corcel rebelde, en el furor de su paso fino, ignora que no solamente puede atenerse a el mismo, y requiere de los demás para ganar la carrera a la presidencia y gobernar el país por consenso y no por decreto.
Como se describe en las diversas situaciones de la antesala a la elección; después de todo el cuestionamiento del sabio don Anatolio, no está nada mal. Paradójicamente, el “cómo votar”, es una algo difícil de responder; porque por más anatolio que sea el sujeto se requiere tan siquiera pensar un poquitín para tomar la mejor decisión; lo cual no surge de la noche a la mañana. ¡Complicado!, ¿no?; por ello es válido, justo y necesario como lo hizo el iluminado Anatolio, preguntarse: ¿cómo voto?
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*Ingeniero Civil, estudiante de Derecho.
Twitter: @OscarPrada12
(Esta es una columna de opinión personal y solo encierra el pensamiento del autor)
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[1] Datos tomados de revista científica Annals of Internal Medicine y publicados por El Tiempo.