Por: Luis Carlos Heredia Ordoñez/ Para empezar, miremos la realidad: cada colombiano usa aproximadamente 24 kilos de plástico al año. ¡Eso es como llevar a la abuelita encima, pero hecha de bolsas y botellas! Y claro, ahora están saliendo los decretos y las leyes que dicen que hay que prohibir el plástico de un solo uso, porque según los que mandan, así salvamos al planeta. Pues bueno, me disculpan, pero la cosa no es tan sencilla.
Colombia, y en especial Santander, se han vuelto expertos en lo que yo llamo «populismo verde». ¡Oh sí! Sale un político con cara de preocupación y dice: «Vamos a salvar al planeta. Prohibimos el plástico». Y la gente aplaude, y los noticieros lo repiten hasta el cansancio. Pero luego, ¿qué pasa? Pues nada. Seguimos usando bolsas, seguimos comprando productos envasados, y lo más importante: seguimos tirando todo a la basura sin mayor preocupación. Porque sí, queridos, no es solo el plástico el problema, somos nosotros. ¡Qué sorpresa!
Aquí no se trata de salir corriendo a deshacernos del plástico como si fuera la peste. La solución no es prohibir, porque prohibir es como poner un curita en una herida abierta. El problema sigue ahí, pero no lo vemos. Y es que el plástico, a pesar de todo lo que se dice, no es el verdadero villano. El villano somos nosotros que no sabemos qué hacer con él.
Ahora, para los que no lo saben, hay un concepto que suena muy bonito: la economía circular. Esto es como un matrimonio feliz, donde nada se desperdicia y todo se reutiliza. El plástico, en este caso, no es basura; es materia prima para otra cosa. Y ahí es donde entra la ingeniería. Porque sí, ingenieros son los que necesitamos, no políticos con discursos bonitos.
La economía circular no es solo una idea para una conferencia en Cartagena, no señor. Es un modelo que, si se aplica bien, puede transformar toda una industria. Por ejemplo, ¿sabían que con el plástico reciclado se pueden hacer hasta casas? Claro, no son mansiones, pero son viviendas dignas para muchas personas.
Pero esto no va a suceder solo porque se nos ocurra prohibir el plástico. Necesitamos infraestructura, necesitamos innovación, necesitamos educación. Porque no es solo reciclar; es saber qué hacer con lo reciclado. Es evitar que ese plástico termine en un río o en el mar.
Entonces, ¿qué es lo que necesitamos? ¿Más leyes que prohíban o más ingenieros que propongan? Porque, la verdad, ya estamos cansados de que nos vendan soluciones mágicas, de esas que no duran ni hasta las próximas elecciones. Necesitamos soluciones reales, y para eso necesitamos gente que sepa cómo funciona esto, por eso es importante que en el Congreso haya menos abogados, pero si más ingenieros siendo los padres de la patria
Por lo tanto, el Congreso del 2024, más verde que nunca… pero solo en sus campañas electorales y en los discursos que les escriben los asesores. Porque la verdad, verdad, es que este Congreso es tan verde como un billete de dólar, ¡y de sostenible, solo tiene el sueldo!
Los ingenieros ambientales, esos personajes que estudian cómo evitar que nos ahoguemos en nuestra propia basura, son los que realmente pueden hacer la diferencia. Porque ellos no solo ven el problema; ven las oportunidades. Y una oportunidad grande como una casa es convertir todo ese plástico en algo útil, en algo que realmente beneficie a la sociedad.
Pero para eso, necesitamos dejar de ver al plástico como el enemigo número uno. Porque sí, es un problema, pero también puede ser una solución. Lo que falta es la ingeniería para transformarlo, para convertirlo en algo que nos sirva. Y eso, señores, no lo hacen los discursos. Eso lo hace la ciencia, la tecnología, la innovación.
Y aquí es donde les dejo mi reflexión final: el futuro no será verde porque un político lo diga. Será verde porque habrá gente capaz de diseñarlo, de construirlo, de hacerlo realidad. Y eso, mis amigos, no se logra con populismo; se logra con ingeniería.
Así que la próxima vez que escuchen a alguien decir que el plástico es el gran villano, pregúntenle qué está haciendo para transformar ese plástico en algo útil. Pregúntenle si tiene una solución real o si solo está hablando por hablar. Porque ya es hora de que dejemos de culpar al plástico y empecemos a asumir nuestra responsabilidad.
La verdad, amigos, es que, si no empezamos a pensar en soluciones reales, en tecnología, en innovación, en ingeniería, vamos a seguir hundiéndonos en nuestra propia basura, y no habrá decreto que nos salve. Así que, ingenieros ambientales, ¡manos a la obra! El futuro no se construye solo, y mucho menos con prohibiciones.
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*Tecnólogo ambiental, ingeniero ambiental.
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