Por: Carlos Roberto Ávila Aguilar/ El país viene expresando o levantando su voz de protesta frente a diferentes sentimientos, sentimientos encontrados de diversos sectores, unos por oposición política, otros por un clamor social sin partidismo, otros reclamando el cumplimiento de los acuerdos de paz, otros pidiendo más garantías estatales y libertades, otros piden respeto a la vida, al agua, a la fuerza pública.
Todos tienen algo por decir, por protestar, por gritar, por exigir. Unos lo hacen pacíficamente, otros salen con resentimientos a lesionar o matar al semejante, así como a destruir los bienes de uso público y de los particulares, estos últimos deben ser judicializados; no debemos olvidar que también como ciudadanos tenemos deberes, obligaciones y prohibiciones que debemos asumir y cumplir para que la balanza sea equilibrada.
El Presidente Iván Duque enfrenta un reto muy importante, el de escuchar el clamor de un pueblo que exige medidas urgentes de cambio y de reformas profundas en lo fundamental del Estado y que beneficien al ciudadano del común, al ciudadano de a pie, al ciudadano que paga impuestos, al ciudadano trabajador y al desempleado, al ciudadano empresario, al ciudadano estudiante, al ciudadano exiliado, al ciudadano que obra bien y también al que obra mal.
Para todos se requiere que el país, el gobierno y quienes legislan en el Congreso atiendan firmemente las profundas trasformaciones sociales y legales que requieren los sistemas de educación, salud, seguridad, justicia, economía y otras; también que miren de frente el desempleo, la paz, la pobreza extrema, el cambio climático y la migración de millones de venezolanos sin control; todo conlleva a que si atiende estas y otras necesidades que conocen, puede el gobierno recuperar la confianza y credibilidad de un pueblo o asumir la desgracia de su mandato.
La polarización de fuerzas políticas, unos de izquierda y otros de derecha, todos con diferentes postulados o ideologías, pero que en última buscan el poder, para poner andar sus idearios, servir o solo consolidarse como fuerzas políticas para hacer o deshacer, pero el pueblo hoy reclama que el país sea de todos, no de unos pocos, no de un color político o un logo, o un partido, o de un dirigente político o sindical o gremial.
El país es de todos, debemos unirnos en un solo sentimiento para protegerlo y darle sostenibilidad. No es Duque, no es Petro, somos todos los colombianos que queremos a nuestro país, que seguimos creyendo en él y que necesitamos nuevos liderazgos, que amen y piensen en su pueblo.
Es hoy, la falta de paz, justicia social, confianza, honradez, respeto entre nosotros (Estado – instituciones – ciudadano), de amor por lo nuestro, que nos tiene a todos en la inmunda polarización.
Esta polarización ha generado gran debilitamiento en la confianza ciudadana, la polarización ha partido el país en dos, la polarización ha desacreditado las instituciones, la polarización no permite que los acuerdos del proceso de paz avance, la polarización ideológica nos pone a enfrentarnos entre hermanos, la polarización afecta el avance económico, generando mayor recesión, más pobreza e inequidad y menos confianza inversionista.
La polarización no deja pensar en una reforma al sistema de salud, porque no les interesa a quienes tienen su control, la polarización afecta la inversión en educación pública para jóvenes y adultos, la polarización activa la corrupción y reactiva la violencia, la polarización no permite un diálogo honesto, responsable y correcto entre las partes por el recrudecimiento ideológico, la polarización evita que nuestros jóvenes y familias sigan creyendo en el país y busquen emigrar a otros países buscando mejores oportunidades.
La polarización alienta el terrorismo y fortalece el narcotráfico, así como no deja decidir sobre el medio ambiente, sobre nuestros páramos y lo temas minero energéticos del país; si el gobierno, congreso, actores políticos nacionales y regionales, empresarios grandes y pequeños, universidades, gremios, organizaciones sociales, cívicas, comunales y nosotros los ciudadanos de a pie, tenemos la obligación de encontrar un camino correcto para consolidar un proyecto de país sin una polarización radicalizada.
¿Entonces qué hacemos?, esperar las nuevas elecciones y elegir otro gobernante con diferente pensamiento o ideología y escoger el otro lado de la moneda o seguir en protestas y marchas hasta el cansancio o unirnos todos en estos tiempos, sin violencia, para convocar al país a una nueva y gran constituyente, donde nos sentemos a pensar en nuestra patria, donde todos construyamos una nueva hoja de ruta, ahí es donde se puede verdaderamente hacer las grandes reformas al sistema, un nuevo camino, un mejor país para los colombianos.
La Constitución de 1991 nos garantiza libertades y derechos, también deberes y obligaciones, pero hoy el ciudadano está gritando que quiere cambio, se mueve porque necesita ser escuchado, quiere aportar a ese cambio de la estructura del Estado, que garantice justicia social.
Solo lograremos unificar todos los criterios de la derecha, el centro, la izquierda, los independientes, los libre pensadores, o los ultras, con una nueva Constitución política que escuche e incluya todas las peticiones, reclamos, exclamaciones, protestas, gritos, manifestaciones, acuerdos y nuevos planteamientos de los diferentes actores, antes que el país termine en una de las más grandes polarizaciones de su historia, generando una catástrofe política y económica, un caos total incontrolable que nos lleve a la peor de la crisis del siglo XXI.
Como un ser humano de avanzada, proactivo, creyente y amante de mi patria, creo en las virtudes que tenemos los colombianos para superar democráticamente nuestras crisis, abrimos un debate, no para polarizar sino para empezar a pensar en voz alta.
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