Por: Ruby Morales Sierra/ -Amiga, esta semana llegaron los funcionarios de la Electrificadora al conjunto a advertirnos, casa por casa, que, si no pagábamos las cuentas atrasadas, al menos la mitad de las facturas que vienen desde abril, van a empezar a cortar el servicio. También tenemos atrasados los pagos del agua… Gracias por llamarme, se me acabaron los minutos…
-¡No han podido pagar los servicios!, pensé alarmada.
La voz nerviosa de mi amiga, me llevó a imaginarla iluminando la casa a punta de velas, la nevera caliente y vacía de alimentos, sin poder utilizar la licuadora… Su cocina fría. Sin cómo cargar el celular para mantenerse comunicada, sin cómo prender el computador para sus diligencias virtuales… Y lo más grave, si esto se pone más feo e impera el negocio y el lucro sobre los mínimos derechos humanos, mi amiga y millones de personas podrían enfrentarse a la angustia de quedarse sin el mínimo vital del agua que les garantice la higiene y subsistencia. Ya sabemos que son capaces de mandar al carajo el principio que considera el agua como un derecho fundamental y, se define, de acuerdo con lo establecido por el Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, como “el derecho de todos de disponer de agua suficiente, salubre, aceptable, accesible y asequible para el uso personal o domiciliario”, según Sentencia T-470-11 de la Corte Constitucional de Colombia.
Las medidas adoptadas de diferir las cuentas de servicios y pagar solo la inflación son tibias pues mucha gente sencillamente no tiene ingresos. ¡Y los incrementos de los servicios se elevaron desproporcionados en plena pandemia! El drama de la máxima pobreza atropellando millones de hogares. El sistema económico neoliberal ‘polombiano’ se espera esté orientado a evitar el sufrimiento y a la desesperación a la gente atrapada en las ciudades. El valor, el capital y el lucro no puede seguir por encima del valor humano. Por supuesto que no deben ser cortados los servicios públicos básicos por falta de pago, al menos mientras exista la pandemia y se tomen medidas de rescate de la economía de los hogares perjudicados con este tsunami económico. (Ver más)
Me remonté a la época en que la ausencia del servicio de agua en sectores deprimidos o los daños del acueducto obligaban a que la gente de barrios populares saliéramos a buscar el líquido en los hilos de agua de las cañadas y chorros cercanos, cristalinos, desprendidos de las montañas cercanas a la ciudad.
Imaginé a mi amiga y a sus vecinos, buscando con ollas y baldes el agua para cocinar, lavar la ropa en quebradas… Agua para el baño. Pero eso ni ya es alternativa. La mayoría de fuentes de aguas públicas que sirvieron en el pasado, ahora están canalizadas y convertidas en cloacas. Los ríos Suratá, Río de Oro, el Río Frío, las quebradas Suratoque, La Calavera, La Cuéllar, La Iglesia… Todas reducidas y contaminadas.
Imaginé a los Bomberos de Floridablanca, convertidos por los amos de la corrupción, en una empresa privada con fines de lucro y con recursos públicos, negándose a llevar el líquido a la población castigada sin agua, los miles de humillados a quienes se les negaría el agua o se les cobraría el balde de agua a precio de oro. Otro tema por revisar que tiene mucho fuego por apagar.
-Muchos vecinos están en la misma situación, deben casi todos los servicios públicos, contó mi amiga. Recordé entonces que ella y su familia viven en un bonito conjunto de casas estrato 4 o 5, cerca de Cañaveral, en Floridablanca.
Pero, ¿acaso no habían dicho que no van a cortar los servicios públicos por la emergencia de la pandemia?
Sí, pero eso fue hasta junio. Lo que hicieron fue aplazar los pagos. Este gobierno indolente, creyéndose magos, puso el límite hasta junio y luego liberaron todo para que nos cobren intereses, sanciones y suspensiones. Y sin poder trabajar por varios meses. Sin ingresos… Ahora no sabemos qué hacer.
¿Y tus servicios como contadora, los clientes?
– Se redujo el trabajo, la gente ha cerrado los negocios, liquidaron a los trabajadores. Casi todo está paralizado… Trabajamos independientes y mi esposo sale casi todos los días con su negocio a rebuscar lo de la comida. Sus ingresos se redujeron… Casi no están comprando tintas para impresoras… Nos rebuscamos en una y otra cosa. Mi hijo, pegado a Internet con su teletrabajo ha sido nuestra salvación para la comida. Pero no nos alcanza para cubrir los gastos. Reunimos apenas para la comida. Hace días, con préstamos de la familia y por milagro de Dios, pagamos cuatro meses atrasados de arriendo… Estuve con un ataque de bronquitis, durante semanas que me tocó curarme a punta de hierbas, jengibre, vaporizaciones de olla y ruego a Dios, porque amiga, con el terror de ir a un hospital y el riesgo de contagio… El estrés me ha bajado las defensas…
A esta altura de la conversación telefónica, la situación dramática de la amiga y su familia, me dejaba sin aliento. Me dolió en el alma, una vez más, el sufrimiento de millones de familias colombianas en la desesperación del abandono del Estado y del gobierno. Enfrentados al hambre y la impotencia. Porque otros países sí pudieron autorizar el salvavidas del ingreso básico para enfrentar la pandemia. ¿Y nosotros…? Con tanto dinero robado podríamos vivir casi como en Suiza. ¿Dónde están los $117 billones que dijo el gobierno que invertiría en la crisis? Ah, entonces recordé que dicen los expertos que las cuentas no cuadran y que los recursos se fueron, como siempre, a engrosar los capitales privados del sector bancario, de las grandes empresas… El Agro Ingreso Seguro de la pandemia. El saqueo infame.
Alarma también la estupidez de la venta a precio de huevo del 67 por ciento de las reservas en lingotes de oro del Banco de la República, por 1.8 billones de pesos. Situación que deja al país con la menor reserva de oro del continente, equivalente solo al 0,4% de nuestras reservas internacionales, mientras nuestros vecinos ‘castrochavistas’ venezolanos tienen el 77% y Bolivia el 44%… Entonces, ¿dónde estará toda nuestra plata, todo nuestro oro? (Ver más)
Esta semana nos dicen -una vez más- que no estamos viviendo el pico del contagio del Covid-19, que de seguro será en octubre y registramos más de 16.500 muertes en el país, a esa fecha. El mensaje incierto, pero tácito, que advierte que aguante más, que lo peor del virus se ha postergado con medidas y cálculos para tapar las carencias del sistema de salud y hospitalaria y que lo peor está por venir.
Cuánto duele y da rabia saber que nos enfrentamos también al más antiguo de los virus que es sufrir la pobreza en un país rico, provocada por el imperio del sistema capitalista, extractivista de nuestros minerales, de los bosques, del agua. El sistema inmisericorde que enriquece asquerosamente a unos pocos que gobiernan y sus socios, y que vende la falsa ilusión de las oportunidades viciadas, mientras condena a las mayorías a la esclavitud sin cadenas, a este modo de vivir que nos somete sin remedio, y este gobernar egoísta, violento y de privilegios de minorías, que nos obliga a vivir atrapados en la desesperanza y sin salida a la vista. Porque ya ni podemos salir a protestar como antes.
La crisis que vivimos nos obliga a repensar que nos hemos equivocado todos. Y que en Colombia más que en otros países, el sistema se ensaña con la desigualdad y la violencia contra sus gentes. El dolor de las violaciones y matanzas de niños y niñas; los jóvenes masacrados por elevar cometas en terrenos del narcotráfico, la masacre de los 12 universitarios que festejaban en zona rural de Nariño, la matanza de indígenas del Cauca… Las diez masacres cometidas en un mes, seis la última semana, 3 de viernes a sábado… La insensatez de medio país que se niega al atisbo de la Corte Suprema de Justicia en el caso de la detención domiciliaria del expresidente Uribe.
Toda una realidad que golpea la lucidez en fracciones de segundos.
No sabía entonces, cómo armarme de valor y decirle a mi amiga que una voz amable del banco hacía pocos minutos acababa de alertarme, como fiadora, del atraso de tres cuotas del pequeño préstamo que le otorgaron a ella en enero pasado para arrancar su proyecto de joyería artesanal…
-Me acaban de llamar del banco por las cuotas sin pagar… ¿Y tú proyecto?, le pregunté, intentando darle ánimos.
-Amiga… el plan B es salir a la autopista a vender naranjas, me contestó angustiada, a modo de sentencia. Como si fuera su último aliento y esperanza.
La negativa del gobierno Duque-Uribe-bancos de otorgar la renta básica para cubrir las necesidades mínimas de subsistencia, está llevando a las familias colombianas a la desesperación, en medio de la pandemia del coronavirus.
Parece que la ceguera de los gobernantes, incluido el cuestionado depredador Carrasquilla, les impide reconocer el valor de la fuerza de trabajo y hasta ejercer las mínimas prácticas de subsistencia capitalista. ¿Será que no van a lanzar el salvavidas básico para que sobrevivamos los esclavos del sistema, la fuerza de trabajo? (Ver más)
La caja de Pandora está abierta y la explosión social será inminente. Parece que también se escapó la esperanza. Cada día con su afán.
*Periodista
Correo: rubymoralessierra@gmail.com
Facebook.com/rubby.morales/
Twitter: @rubyAlcaldesa