Por: Alfonso Prieto García/ La mejor forma de buscar una solución al problema complejo que vive nuestro país, es encontrar sus originales causas, para evitar soluciones temporales, superficiales y o coyunturales; se trata de entender cuál ha sido más que el florero de Llorente (pandemia Covid) por cierto con resultados funestos, las causas originarias del problema que hoy consume a la sociedad colombiana.
Empecemos por referirnos a una patria subsumida por el sistema capitalista, con consecuencias por todos conocidas: concentración del capital, de los rendimientos económicos y utilidades, de la concentración de la propiedad del sector productivo, bancario, de servicios, de monopolio de los renglones de producción, del desplazamiento de la fuerza productiva por la automatización tecnológica sin facilitar la actualización de la fuerza laboral para su reubicación, de una equivocada planeación nacional, regional y local, descontextualizada con poca consideración de sus vocaciones productivas, cadenas de producción, tecnologías de punta existentes, rendimientos económicos desequilibrados donde se premia el manejo financiero por encima de los rendimientos y utilidades de los sectores económicos productivos, con niveles bajos de riesgo frente a la aventura económica de las empresas, que como de costumbre, aseguran el resultado de los mediadores financieros y no los de nivel de riesgo en la laboriosidad minifundista agrícola, pecuaria, industrial, de extracción y en fin en todo el aparato productivo, todos estos con afán de recursos económicos para su operación y funcionamiento, cuando los capitales son cada día insuficientes en un desequilibrado ejercicio de competencia, donde los dueños de la banca, las grandes industrias, los medios de comunicación, transporte etc.
Son los mismos, quienes manejan los rieles por donde se conduce un País habido de soluciones con necesidad de mejorar los ingresos promedio de familia y per-cápita, en un medio territorial de grandes riquezas naturales, cada día reducidas significativamente por la necesidad de sostener un estado que se equivoca progresivamente y demanda sostenibilidad para su operación.
De otro lado se tiene unas juntas directivas de cada ente territorial, propiciando un ejercicio inconveniente para sus residentes, promoviendo de manera no planificada una economía aislada y distante, en procura de adivinar las necesidades del sector productivo, la formación del personal trabajador de base, profesional, ejecutivo y empresarial, el cual no retroalimenta la labor estratégica de su plan y por lo mismo, facilita más antes que un renacimiento económico a partir de la redistribución del ingreso, un cada vez mayor abismo de estratos, desocupación de su fuerza de trabajo, escasez de materias primas, tecnología, capital y productos que solo se disponen, obteniéndolos del mercado con otras regiones, a expensas de una población que demanda ingresos, que al no encontrar su vinculación laboral, terminan desarrollando a su propio riesgo, parcial o totalmente lo aprendido empíricamente en empresas, talleres de formación o el legado de familia, por repetición o formándose, desprovistos de condiciones de competitividad en su mercado, definiendo estrategias que le permitan disminuir costos en insumos, materias primas y un alto componente de procesos manuales o con tecnologías decadentes, acudiendo a la informalidad para proteger los escasos excedentes que le concede el costo-precio y evitar el pago de impuestos y tasas del estado.
Que distractor tan grande cuando se promueven los emprendimientos con iniciativas dimensionadas para la subsistencia o supervivencia, con bajos índices de participación de los elementos productivos.
¿Será que los gobernantes se proponen desarrollar una estrategia en la que se genere el empleo familiar para subsistir, lanzándolos en su tropiezo a la informalidad como está ocurriendo? ¿Cuántos emprendimientos de esa dimensión se necesitan para generar el ingreso siquiera para alimentar las familias del 46% del ejército de reserva e informalidad?
Definitivamente el estado, el sector productivo, el de servicios incluidas las universidades y entes de formación técnica, el sector agropecuario, la sociedad civil, las comunidades religiosas y en general todas las organizaciones deben estar representadas en las mesas de planeación para determinar una planeación concertada donde se trabaje para el fortalecimiento de las empresas existentes y nacientes de la mano de un apoyo estatal y un direccionamiento estratégico de sector que le permita disponer de las condiciones de participación competitiva en el mercado, donde el sector educativo forma para el empleo inexistente descuidando las verdaderas necesidades de conocimiento calificado para los gremios, donde no solo enseñen y entrenen, sino emprendan transferencias tecnológicas para actualizar ese nivel tecnológico, organizaciones robustas de condiciones para el aprovisionamiento real de la canasta familiar, ofreciendo precios de sustentación a sus productores, existencia de inventarios, control de calidad de los mismos y una verdadera regulación económica que procure un crecimiento y desarrollo económico real.
Si al emprendimiento con altos componentes virtuales, siempre que signifiquen procesos de aseguramiento de las condiciones de trabajo, salud, y garantía para la sostenibilidad futura de sus participantes, que aporte con sus tasas e impuestos para el desarrollo de la infraestructura urbanística y de convivencia ciudadana, y un fortalecimiento del verdadero concepto de regionalización a partir de sus riquezas naturales e intelectuales y de fuerza de trabajo calificada.
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*Economista, Magister en Administración de Empresas, exconcejal de Bucaramanga, exdirector seccional UCC Bucaramanga, Asesor nacional de calidad UCC, Investigador Colciencias y Asesor de proyectos.