Exitoso empresario santandereano ha tenido en tres ocasiones el ofrecimiento de ser candidato a la alcaldía de Ocamonte, pero no aceptó. Ahora que siente que llegó su edad de retiro, cree que es hora de hacer algo por su tierra natal y le suena la idea.
“Ocamonte es mi pueblo y me duele”, así, en siete palabras, José Luis Mejía Mejía, expresó su deseo de hacer algo por su tierra natal.
Nació hace 53 años en “el pueblito dulce”, que está a 40 minutos de San Gil, por la vía que se toma para ir a Charalá, Valle de San José y Páramo.
De padres ocamontanos, ella profesora, y padre empresario y caficultor, fallecido. José Luis, el menor de tres hermanos, su hermana abogada y administradora de empresas y su hermano arquitecto, fallecido.
Pese a que sus padres les daban una vida acomodada, José Luis se apoyaba en trabajos varios para pagar su carrera. Estudió en las Unidades Tecnológicas de Santander, cuando las UTS apenas despuntaban y desarrollaban la labor educativa en los salones del Dámaso Zapata, que está cerca de la UIS, en Bucaramanga.
Se graduó de Electromecánico, nivel tecnológico, pero “con tesis laureada”, agregó. En una empresa de suelas empezó a trabajar profesionalmente. Cauchos y Suelas Rally. Allá duró un año.
Se retiró y montó su propia empresa Cauchos y Suelas Laredo, en la época en que los zapatos de Bucaramanga eran muy famosos.
En el 2005 fue galardonado como uno de los cinco empresarios del año por la Gobernación de Santander con su empresa Cauchos y Suelas Laredo, por innovación y emprendimiento. José Luis, tenía 50 empleados.
Vendió la empresa de calzado después de 18 años, e ingresó a la industria del entretenimiento con café, bares y discotecas, junto con su sobrino Juan Carlos Rueda Mejía.
Crearon los Star Market, café en el día, bar en la tarde y discoteca en la noche. Alcanzaron a tener 12 puntos entre el 2013 y el 2021, fueron tan fuertes en su sector que se llegó a mencionar a “Bucaramanga, la ciudad de los Market” en alusión obvia a “Bucaramanga, Ciudad de Los Parques”.
Las cosas marchaban a pedir de boca hasta que llegó la pandemia y José Luis y sus socios tuvieron que cerrar nueve negocios, dejaron tres, con la esperanza de la reactivación. Tenían 320 empleados, de los cuales solo pudieron dejar a los de planta que eran setenta personas.
En pandemia se rehízo en su generación laboral y produjo artículos de limpieza como gel antibacterial y alcohol, muy requeridos en esos tiempos de confinamiento. Dotaban de esos productos unos diez o doce CAI de Bucaramanga, los más grandes, como una función social.
El plan de vida de José Luis era a los 50 años retirarse y vivir de sus negocios. Se fue a Barichara, pero se cansó de la excesiva tranquilidad. No encontraba en qué ocuparse, así que regresó a su tierra natal: Ocamonte.
Llegó con la idea de hacer un conjunto de 27 casas, hizo planos, y demás papeles, hasta estudios técnicos, pero empezó a notar que su pueblo no era el de antes.
Debido a su éxito empresarial en tres ocasiones anteriores, quienes conocían a José Luis, le insinuaron que buscara ser alcalde de Ocamonte, para aprovechar esa iniciativa innata que poseía, además que aprovechara esa experiencia para dejarle algo a la tierra que lo había visto nacer.
En esas ocasiones que le solicitaron ser alcalde o por lo menos ser candidato a la Alcaldía le sonaron, pero no le cuajaron por completo, no estaba muy convencido.
El regreso, ahora que tenía 50 años y de ver un pueblo tan cambiado le hizo reflexionar. Gestó la idea de hacer un conjunto de 27 casas en un terreno familiar y adelantó todos los estudios.
Pero la cosa no marchó porque no veía el pueblo como lo recordaba. “La gente es la misma, con la misma cordialidad, con esa calidad humana que siempre se tiene en los pueblos, campesinos con ánimos de trabajar, en un municipio rico, pero pobre, con muchas diferencias sociales”, dijo, y eso le permitió decir con sinceridad que “Ocamonte es mi pueblo y me duele”.
“Quiero llegar a rescatar mi tierra, sé que puedo hacer algo por mi pueblo, quiero ordenar la casa, no nací rico, pagué mi carrera, sé cuándo hay necesidades y lo que la gente siente. Quiero hacer un cambio, quiero que mi pueblo vuelva a ser el que conocí”, dijo José Luis, quien reconoció que ha tenido la oportunidad de conocer 25 países y sabe que algo no camina bien en Ocamonte.
En la familia Mejía Mejía ninguno ha sido político. Sabe que en estos días hay varias personas que quieren llegar a la Alcaldía de Ocamonte, un municipio que en el momento está en interinidad.
No sabe de personas que hoy recojan firmas para lograr el cupo a candidato, ha escuchado que hay cuatro o cinco personas que buscan el aval de los partidos políticos, pero hasta ahora todo está en veremos.
Ocamonte, dijo José Luis, es un pueblo de raigambre liberal, sin embargo, los dos últimos gobiernos han sido conservadores. 1.456 votos en las urnas logró el elegido más reciente. Roberto José Pilonieta, estuvo avalado por el Partido Conservador, La U, Centro Democrático y Cambio Radical.
Sabe que Ocamonte tiene 5.000 habitantes, hay 403 hogares en la zona urbana, aunque la mayoría de la población es rural, mucha con casas en pisos de tierra, sin los tan necesarios mejoramientos de vivienda.
El cultivo más fuerte allí es la caña panelera. Es el principal producto económico, seguido del café, por ello lo llaman “el pueblito dulce” y el hábito más familiar de los ocamontanos es tomar tinto y conversar.
Allí se cultiva casi de todo, cultivos de pan coger, porque tiene los tres pisos térmicos. La zona urbana está a 1.398 metros sobre el nivel del mar, es decir que se tiene un clima fresco, un poco menos cálido que el clima sentido en Bucaramanga.
Ocamonte es muy visitado porque a la gente le gusta ir al Cerro de Las Jaboneras, en donde hay un monumento a la Virgen del Carmen, una virgen de unos 15 metros, en donde la gente profesa su fe católica con mucha devoción.
José Luis sabe además que Ocamonte tiene 21 veredas, entre las más grandes están Hatillo, Agua Fría y Las Flores, entre otras.
Ser alcalde de Ocamonte esta vez le suena más, diferente a las tres veces anteriores que se lo propusieron. Sin embargo, la propuesta es apenas una idea, porque a los 50 años pensaba más en retirarse a descansar y disfrutar de su familia.
Pero como lo reiteró desde el comienzo “Ocamonte es mi pueblo y me duele”, por tanto, la idea le suena, pero por ahora no hay nada escrito.