Por: Holger Díaz Hernández/ “Cada día cavamos un poco más nuestra tumba; con nuestros dientes”: Thomas Muffet, médico inglés, siglo XVIII.
El mundo atraviesa por una profunda crisis en muchos aspectos, pero uno de los más relevantes tiene que ver con los trastornos de la mal nutrición.
A lo largo de la historia han sido miles de millones las personas que han muerto literalmente por hambre, tantas que se considera que ha sido la primera causa de fallecimientos desde la aparición del hombre en la tierra, solo seguida por las producidas por las guerras, la violencia, la peste y en los últimos siglos las enfermedades cardiovasculares y el cáncer.
Decenas de miles, sobre todo niños y adultos mayores siguen muriendo por esta causa en países tercermundistas de África, Asía y algunos de Centro y Suramérica, pero hoy preocupa tanto o más que la desnutrición y el hambre, las enfermedades asociadas a trastornos alimenticios como la anorexia, la bulimia y de manera mucho más grave la obesidad, se calcula que unos 2.500 millones de personas sufren de esta condición y serán más de 4.000 millones en 2035, más del 50% de la población mundial.
El sobrepeso y la obesidad son uno de los más importantes problemas de salud pública que padece el mundo actual, ya que aumentan el riesgo de sufrir y morir de diabetes tipo 2, hipertensión, infartos, tromboembolismos, cánceres de próstata, mama, colon y apnea del sueño, una auténtica calamidad sanitaria.
La obesidad se caracteriza por sobreacumulación de grasa corporal, produciéndose un desequilibrio entre la ingesta calórica y el consumo energético, acompañado frecuentemente de sedentarismo, somos una sociedad que consume mucho y gasta poco en términos nutricionales.
En su génesis tienen que ver problemas de carácter genético, metabólico, hormonal, social e inclusive cultural.
Miles de millones de dólares se invierten anualmente en el manejo de la obesidad y los trastornos alimentarios, estos se asocian también a problemas psico-afectivos y al consumismo propios de los estándares de belleza que prevalecen hoy en la sociedad, se calcula que un 12% del gasto sanitario de los países es utilizado en el control de estas patologías.
El manejo se basa en dietas que van cambiando de acuerdo a la moda del momento, pero con un fracaso casi unánime, sumado del ejercicio físico y las cirugías bariátricas como el bypass gástrico, la manga, la derivación o la banda gástrica ajustable, que han mostrado ser exitosos a pesar de todos los trastornos secundarios que conllevan.
Desde hace décadas se han ensayado tratamientos farmacológicos que incluyen ansiolíticos, antidepresivos y múltiples compuestos que en la mayoría de los casos traen más complicaciones y efectos adversos que mejoría cierta, en los últimos años la polémica ha girado alrededor de la semaglutida un medicamento para el tratamiento de la diabetes 2 pero además útil para bajar de peso ya que suprime el apetito, es tanta su popularidad que ha desaparecido de las farmacias del mundo, enriqueciendo al laboratorio que la produce. Un negocio para unos pocos, una calamidad para millones.
El problema no es la falta de ingesta de alimentos si no de sobrealimentación, ah paradojas que trae la vida, mientras muchos padecen de hambre otros muchos más se enferman y mueren por los efectos secundarios del exceso de los mismos.
“La muerte es dulce pero su antesala es cruel”: Camilo J. Cela.
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*Médico cirujano y Magister en Administración.
(Esta es una columna de opinión personal y solo encierra el pensamiento del autor).