Por: César Mauricio Olaya Corzo/ Las fatídicas consecuencias de la Guerra de los Mil Días, donde Bucaramanga hubo de ser protagonista de primera línea, como se diría en estos tiempos, generó un clima de incertidumbre, crisis económica generalizada, desplazamientos de familias enteras hacia horizontes desconocidos pero donde al menos se abriga la esperanza de la paz y en general, un ánimo disminuido y poco optimista, absolutamente contrastante con el espíritu que durante los siglos XVIII y XIX fuera el trampolín del desarrollo de la ciudad y la región en general, tal y como lo hemos contado en columnas anteriores.

En este marco de la ciudad que despertaba al nuevo siglo, tras sufrir los embates económicos de la guerra, la caída de los precios del café y otros factores sociales confluyentes, aparece un personaje que habría de cumplir un papel protagónico en la construcción de una nueva esperanza para la ciudad, el párroco de la catedral de la Sagrada Familia o Iglesia de Belén como le llamaban para entonces, Padre José de Jesús Trillos.
Inspirado quizá por lo que lustros anteriores había liderado su colega, el Padre Romero en la tarea de impulsar el desarrollo del cultivo del café, el Padre Trillos se empeñó en una empresa algo mayor: construcción del primer sistema de acueducto domiciliario para la ciudad.
Recordemos que los ciudadanos de entonces, debían abastecerse del preciado líquido, adquiriendo barriles con agua, que el llamado aguatero recogía en las quebradas canalizadas que el tiempo ofertaban como baños públicos y a lomo de mula, los trasladaban por las calles de la villa; de manera que la gente los adquiría para preparar alimentos, un mínimo para aseo y consumo cotidiano.

Eran los tiempos del famoso acueducto de la tres “B”: el bobo, el barril y el burro. Al respecto, mi señora madre me contaba que sus mayores le hablaban de José Pisa, como se llamaba el aguatero y comerciante del agua que se recogía en las Chorreras de Don Juan, hoy el barrio localizado entre las calles 45 y 47 entre carreras 13 y 15, más precisamente a la espalda del San Andresito La Rosita y que era el hombre de confianza para la compra de la agüita en las casas.
Gabriel Gutiérrez, médico y psiquiatra en su libro Bucaramanga y sus bobos, hacía referencia a los aguateros, a los que la gente indiscriminadamente los relacionaba como “los bobos del agua” y los caricaturizaba con apodos, como sucedía con los colegas de José Pisa; “cinco centavos”, “jeta e´burro”, “buchepluma”, “burro con sueño”, entre otros.
Esa Bucaramanga cuyo censo para entonces no superaba las 25 mil personas, debió sortear la carencia del líquido con el apoyo de estos personajes y resolver los temas de aseo personal con el baño semanal en los famosos baños o piletas públicas, los cuales igual tenían su propio estrato, desde los más costosos y elegantes como La Filadelfia y Quinta Cadena, privados y reservados al pago de 1 peso por persona; hasta los populares como Los Escalones, Piñitas y Payacüa, cuyos costos rondaban los 25 centavos.

El primer acueducto
Pocos pueden imaginarse el empuje y el tesón del sacerdote Trillos en su empeño por brindarle a la ciudad un sistema de acueducto diferente al de los tres B y es que el propio prelado, acompañado de un maestro de obra, con una pala y una línea métrica, se dieron a la tarea de ubicar una fuente hídrica confiable, donde la Quebrada Las Ranas, ubicada en lo que hoy sería parte de los barrios Limoncito y Albania, se constituiría en la primera fuente de agua.
El agua de esta quebrada, aún sin mayores intervenciones en su tratamiento, se canalizó y se condujo hasta una especie de pila pública, donde con el apoyo de una familia de ingenieros españoles, empezó a trabajarse en la construcción de la primera red de acueducto domiciliario, que surtía el líquido a las acomodadas familias del barrio Alarcón.

Cumplida este primer avance, vendría la necesidad de expandir el sistema y no había otro remedio que mover la sociedad en favor de las bendiciones del proyecto, lo cual llevó a la creación de la Sociedad Anónima del Acueducto de Bucaramanga, en la que participaron los más prestantes comerciantes, empresarios y en general, aportantes que entendieron que el futuro de la ciudad iba a depender del agua.
Un hecho curioso en torno al desarrollo del sistema, se dio cuando el comerciante Miguel María Arenas, logró que la Gobernación de Santander le autorizara adelantar trabajos para el tendido de una red de tuberías hasta de 10 cm de diámetro, en una extensión de las primeras siete manzanas del centro de la ciudad, debiendo cumplir a modo de compensación, con suministrar gratuitamente el agua, al servicio del matadero municipal, ubicado en este entorno.
Con la llegada del agua domiciliaria, como ya dijimos primero a los barrios ricos (las hermosas casas ubicadas en la antigua hacienda de los Alarcón, hoy barrio del mismo nombre, en los alrededores del edificio de la Fiscalía, la electrificadora y el colegio de Las Pachas, entre otras) y luego al centro histórico de la ciudad, la Bucaramanga de principios del siglo XX podía sentirse orgullosa de contar con un sistema de alumbrado público y domiciliario, telégrafo público y en muchas casas línea pública privada y ahora agua).
La expansión
Una breve compilación radiográfica de lo que era Bucaramanga de principios de siglo XX, donde se destacaban la presencia de varios colegios, unos consolidados como la Escuela Normal de Señoritas, la Escuela de Artes y Oficios y el Colegio San Pedro, así como otros que empezaban a construirse como el Instituto Tecnológico Dámaso Zapata, el Colegio regentado por las hermanas Bethlemitas y el Colegio de La Presentación.

En materia de barrios, comenzaba la expansión con la construcción de barrios hacia el oriente de la ciudad, con la construcción de los barrios obreros, iniciando con el Barrio Los Comuneros y continuando con el de Chapinero.
Dos periódicos se disputaban hombro a hombro la hegemonía de la información: el Deber de línea conservadora y La Vanguardia Liberal. Así mismo, dos emisoras suplían el entretenimiento de la ciudad: Radiofónica El Compás y Radio Bucaramanga.
En materia de entretenimiento, óperas, teatro y espectáculos de diversión pública como corridas de toros, peleas de boxeo, patinaje sobre el hielo y otras actividades que se organizaban por temporadas, tenían en los teatros Bolívar, Garnica, Peralta y Santander, sus mejores plataformas de convocatoria pública.

En el marco empresarial, dos grandes empresas nacían en la ciudad: la Compañía Colombiana de Tabacos y la Empresa productora de café, chocolate y salsas de La Constancia, propiedad de don Víctor Martínez Villalba.
En el campo de las finanzas, marcaba territorio el nacimiento de la primera banca privada, nominada Banco de la Mutualidad, que poco a poco se fue ganando la confianza de los “ahorrativos” bumangueses, de manera que entre su fundación en 1914 y su quiebra en 1925, su crecimiento fue ascendente y bajo su patrocinio, se lideraron construcción de parques, bulevares, se impulsó la erección de esculturas de próceres de distinta línea y se promocionó el ornato público.
Obviamente, los bumangueses que antes recurrían al famoso “entierro”, para mantener a buen vigilia sus ahorros, se vieron defraudados por esta quiebra, que para fortuna de ellos, encontró buen respaldo en la honorabilidad del dueño del banco, don Manuel Ogliastri, quien no dudo en responder a sus clientes, entregando la totalidad de sus propiedades, buena parte de ella titulando predios del antiguamente llamado Llano de Don Andrés, que curiosamente fue el comienzo del nacimiento de barrios como San Alonso y San Francisco.

Hablando de parques, a partir de 1925 vendría una revolución en la materia, que, en honor debido, se tiene que reconocer el papel jugado por el nombrado señor Ogliastri, quien entregó terrenos para la construcción de los parques Waterloo (posteriormente re bautizado como Antonia Santos) y Belén (hoy parque Santander), así como la financiación de las esculturas del General Santander y del prócer Custodio García Rovira.
En nuestra próxima entrega, continuaremos en este ejercicio de paralelismo entre el desarrollo de la ciudad y la garantía del servicio de agua potable para sus habitantes.
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*Comunicador Social y fotógrafo.