Por: Ruth Stella Catalina Muñoz Serrano/ En artículos pasados insistí mucho en hablar de la construcción que como seres humanos hacemos a nuestra vida, construcción que en muchas ocasiones se torna inconsciente dependiendo del grado de conciencia que tengamos con nuestra vida propia y sus afanes.
Es decir, entre menos conciencia hay sobre el devenir y la vida cotidiana, pareciera que menos realidad hemos construido, nos quedamos solo en el plano de las responsabilidades, haciendo que la vida de todos sea buena, que todos se beneficien y solo cuando parecería que el vaso se vacía es que reaccionamos, hasta ahí lo que hemos planteado.
Pero la vida no es solo un espejismo o un sueño del que nos levantamos por inercia cada día, donde trabajamos porque toca, respiramos porque el cuerpo lo pide y comemos porque es una necesidad, un mundo que hemos construido solo para cumplir y ya; donde la felicidad solo se ve en las películas, series o dibujos animados, o solo parece vivirla algunas personas, con mayor oportunidad económica, pero incluso la vida es cuestión de actitud.
Puedes tener habilidades para hacer algo de manera única e incluso irrepetible, pero si no tienes actitud, tu vida solo era una carga muy difícil de llevar, veras con amargura cada cosa de tu vida, incluso la felicidad y será tan inalcanzable que te negarás incluso el derecho de vivir en paz.
Es cierto que nos han sido otorgados muchos derechos, entre ellos el derecho a la vida, a la educación, pero nuevamente si los contrastamos con la realidad, seguramente tendríamos muchas quejas o alguna persona podría decir que esta cansada de luchar y no obtener ningún resultado a su favor o incluso, que lo ha intentado todo.
¡Colapso emocional! Hasta que su punto de tolerancia les hace explotar y perder la calma.
De ese ejemplo muchos somos testigos y el mayor ejemplar es la situación que vivimos, todos queremos igualdad, pero buscamos una igualdad que nos beneficie a todos, después de cuantos años perdidos.
Si bien la historia anuncia que solo a partir de la violencia se “generan cambios”, quizá viene de allá la relación del cambio con el dolor, asumimos de manera inconsciente cultural e históricamente que el cambio produce dolor, pero en realidad dentro del cambio hay dos procesos: la resistencia y la construcción.
Los dos procesos duelen, los dos procesos son importantes, pero quizá duele mucho más hacer resistencia a los cambios.
Es extraño, veníamos hablando de las rutinas de la vida y como nos acostumbramos a ellas, ahora hablamos del cambio; justo porque es algo que no podemos seguir evadiendo si esperamos que nuestra vida cambie de color.
Suelo decirles a mis estudiantes, que, si algo malo sucede en nuestra vida, debemos revisar no solo eso malo que aconteció, sino la raíz, ese hábito o costumbre que nos llevó hasta ese lugar.
Ese lugar tiene muchos nombres, miedo al cambio, intolerancia, inercia, el nombre que quieras darle, que te permita entender que hemos estado atados a situaciones de dolor.
También me gusta contar la historia del elefante encadenado, porque es una manera simbólica y real, de entender como funcionamos, como situaciones que parecen no ser tan importantes pasan a una realidad consciente que estamos construyendo cada día, nos demos o no cuenta, seamos o no conscientes.
Mientras sigamos olvidando que somos reales, seguiremos viviendo bajo espejismos y me permito recordar, que esos espejismos son producto de nuestra decisión personal; de esa cotidianidad que nos incomoda, de las personas que nos rodean, de la familia que hemos escogido conformar, del trabajo que tenemos, de lo que no pudimos estudiar, finalmente de la importancia que le des a tu vida y, por ende, a ti.
Eres tan importante como desees serlo y eso, solo tú puedes crearlo y creerlo.
Deseo que tu decisión el día de hoy, sea ser real; porque no eres un espejismo.
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*Docente, Psicóloga (UNAD), Especialista en Gerencia de Proyectos (Uniminuto), Maestrante en Psicología comunitaria (UNAD).
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