Por: Juan David Almeyda Sarmiento/ La apuesta por una ética de la fragilidad es a lo que apunto en las siguientes páginas. Una disertación de tal tipo lleva consigo un ejercicio crítico de gran fuerza como lo es el romper con el “buen sentido” que se ha asentado en la conciencia de los individuos al momento de pensar, decidir e interactuar con el mundo que los rodea y con los sujetos con los que se ven obligados a relacionarse; así pues, este “buen sentido se entiendo como la autosuficiencia.
Este problemático concepto que se ha mencionado con anterioridad cobra, en la actualidad, un sentido de gran importancia en lo que respecta a las relaciones entre individuos.
La manera en la que la idea de autosuficiencia se arraiga en la mente de los sujetos rompiendo el haz las contingencias y acontecimientos que rodean el pensamiento, la identidad y las creencias se ha estructurado como una matriz extensa a lo largo de la lógica contemporánea para establecerse como el pensamiento hegemónico dominante que predomina en la visión de mundo del hombre que hoy día tiene la tarea de existir y habitar.
A lo largo de la historia, la manera en la que se han estudiado las relaciones humanas ha constituido multiplicidad de teorías y propuestas prácticas en aras de entender la forma al sujeto ajeno a mí, a ese sujeto que existe fuera de mí y que tiene una existencia que, por más que lo intente y reintente, nunca está al alcance pleno de mi entendimiento o de mi aprehensión.
Por lo anterior, la ética se vuelve un campo de estudio fundamental. La presente disertación presenta una alternativa a la hegemonía de pensamiento que ha echado raíces en el pensamiento de forma global y que ha constituido nuestras relaciones humanas desde finales del siglo XX hasta la actualidad; el presente ensayo es una crítica a la autosuficiencia.
El concepto de autosuficiencia es la entidad lingüística poseedora de sentido a desestabilizar. Los procesos internos y externos que se desenvuelven alrededor de este problemático concepto ha llevado a una empresalización de las relaciones humanas y a una precariedad de lo que se puede entender como una búsqueda por la simpatía y la compasión. La autosuficiencia es un extra-ser que se asocia con la completa y absoluta completitud de un individuo consigo mismo.
Este extra-ser, que habita, subsiste e insiste en la vida de los individuos que se han dejado arraigar de forma arbórea este concepto, tiene la capacidad de hacer concebir, de forma completamente fantasiosa, la idea de que el ser humano, en tanto que individuo autónomo y autosuficiente, es una entidad total en sí misma, que no requiere de otros y que existe en virtud de su propia gravitación.
No es, como se puede inferir, un egoísmo excesivo o un certero interés por sí mismo. Lo anterior, puesto que la idea que se tiene de esta emoción es completamente tergiversada; el egoísmo es una cualidad propia del hombre en tanto que sujeto existente y constitutivo de su propia identidad en tanto que dueño de su propia voluntad.
Lo que se concibe en la autosuficiencia es una manera equivocada de concebir las emociones que componen la existencia de los seres humano. Se construye, de forma errónea, categorías de vida que perjudican la manera en que los seres humanos se conciben a sí mismos y a los otros que existen fuera de ellos.
La autosuficiencia se impone como una forma de síntesis a la tesis de un ser humano débil y fragmentado por la existencia; se concibe esta autosuficiencia como un dador de sentido al mundo de los sujetos que existen en la actualidad y de ahí viene la necesidad de emprender un estudio sobre su origen y sus daños.
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