Fueron dos las manifestaciones que se hicieron en los últimos días, a favor y en contra del gobierno, el 7 y 20 de junio. Con todo el buen comportamiento de los manifestantes y las garantías del Estado, me surgen serias dudas frente al uso de las masas y la polarización que este uso implica.
Por: Fray Andrés Julián Herrera Porras, O.P/ Manifestarse públicamente a través de la protesta es una muestra de que nuestra democracia no se reduce solo a las elecciones. La movilización social y pacífica es la forma en que la ciudadanía puede manifestar su inconformidad o apoyo a determinadas políticas, visibilizar problemáticas y muchos otros elementos propios del ejercicio de sus derechos.
La Constitución Política de 1991 expresa con claridad en su artículo 37 que “toda parte del pueblo puede reunirse y manifestarse pública y pacíficamente. Sólo la ley podrá establecer de manera expresa los casos en los cuales se podrá limitar el ejercicio de este derecho”. Es decir, el derecho a la protesta es un derecho amparado por el ordenamiento jurídico y todo ciudadano tiene la posibilidad de ejercerlo cuando lo vea necesario.
Ahora bien, todo derecho es como una moneda, tiene dos caras, implica siempre un derecho y un deber. Un derecho del que goza alguien y una obligación a garantizarlo. En el caso de la protesta es un derecho ejercido por la ciudadanía y la obligación del respeto por la misma reside en el Estado y en los ciudadanos que no participan en ella.
A pesar de lo anterior, la protección constitucional y legal es clara y condiciona el ejercicio del derecho a que sea ejercido de forma pacífica y algunas otras especificidades en las que no ahondaré, pero que en general están de cara al bien común.
En estos días se presentaron dos manifestaciones diferentes, el 7 de junio en favor del gobierno nacional y el 20 en contra. Se trata de dos ejercicios ciudadanos que de entrada se debe decir que fueron, en términos generales, bien ejercidos por parte de quienes participaron y respetados de parte del Estado y de quienes no hicieron parte de ellos.
Frente a estas dos concentraciones me referiré en primer lugar a la que se llevó a cabo en favor del gobierno de Petro. Lo primero que diré es que es un poco complejo que el propio presidente hubiese promovido la manifestación bajo la bandera de la solicitud de “justicia”. No quiero decir que el señor Petro no tuviese derecho a convocar y a participar de las marchas, pero sí deja en entredicho que quien tiene de su lado el aparato político acuda a medios pensados para la ciudadanía de a pie.
Estoy de acuerdo que la fiscalía de Barbosa ha sido una vergüenza, especialmente para quienes aún creemos que se puede tener un aparato judicial decente. Empero, el presidente de la república tiene otras formas de ejercer presión que no implican el uso de las masas, porque en el fondo es eso, el uso de las masas y no el ejercicio de ciudadanía libre en sí.
Dejando de lado la primera manifestación, a continuación, me voy a referir a la segunda manifestación, la que fue convocada por la oposición; es decir, la que se llevó a cabo en contra del gobierno.
Quiero hacer hincapié en el discurso vergonzoso del miembro de la Cámara de Representantes Miguel Polo Polo en la Ciudad Bonita. Sus arengas, que aún pueden verse en el video compartido en su Twitter, demuestran su desmesura y falta de preparación, su ignorancia histórica y su abuso. Cuando se ostenta una dignidad que empodera la voz se debería usar de forma responsable, no abusando de lugares comunes y confundiendo.
“Colombia no es tu campamento guerrillero” es una de las primeras frases lapidarias y de poca rigurosidad, seguida por una aún peor, “Así como te hacías del dos con los secuestrados de tu guerrilla, te ibas a hacer del dos sobre nuestra patria […] Estás muy equivocado”. ¿Realmente sabrá algo de la historia del M−19? No se justifica el accionar armado, pero lo que sí esperaría es que, si lo va a usar como argumento, al menos se conozca el proceso histórico. Luego siguió con el lugar común favorito del uribismo: “Colombia no es ni Cuba ni Venezuela, Colombia se respeta”.
Ahora bien, de todo lo anterior, lo más indignante y frente a lo que debería incluso abrirse una investigación por las siguientes frases incendiarias pronunciadas sin mayor fundamento: “yo no me quiero suicidar” “¿Dio usted la orden de asesinar al Coronel Dávila? [ …] Soportamos los carteles, los carros bombas, las tomas de las guerrillas comunistas, ahora no vamos a sacar a ese guerrillero que tenemos en la Casa de Nariño”. Se debe exigir respeto a la memoria del coronel, pruebas de una acusación como la que hace, en fin, invitarlo al menos a leer y, al igual que al presidente Petro, a no usar las masas.
No se puede reducir la marcha de la oposición como una manifestación “débil” como lo hizo el presidente, ni tampoco creer que cualquiera de las dos fue mayoritaria frente a la otra. En realidad, lo que se debe cuestionar es la polarización en que sigue el país y la falta de tacto por parte de unos y otros para generar canales de diálogo, la falta de voluntad real para buscar un país donde quepamos todos.
Mientras sigamos usando al pueblo, a los ciudadanos de a pie, para imponerles banderas y hacerlos replicadores de discursos vacuos y carentes de fundamentación no llegaremos a ningún lado, ojalá gobierno y oposición puedan sentarse a generar caminos de diálogo. Y, ojalá, seamos capaces de criticar a unos y a otros pensando en el beneficio de todos.
Apuntaciones
- Sí, es fundamental para la democracia la existencia de una prensa libre. Empero, la libertad también implica responsabilidad con lo que se publica. Vicky Davila y Semana han sido irresponsables, cada vez más descarados, al publicar como noticias chismes de pasillo sin fundamento.
- La final del fútbol profesional colombiano entre Nacional y Millonarios está para alquilar balcón. Pero no podemos dejar de ver también la tremenda final de fútbol profesional femenino entre América y Santa Fe, ojalá gane la mecha.
- El sumergible de OceanGate además de una tragedia debe llamarnos a la cordura, no podemos seguir creyendo que el capital lo puede todo, la excentricidad no es más que la estupidez avalada por la codicia.
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*Abogado. Estudiante de la licenciatura en Filosofía y Letras. Miembro activo del grupo de investigación Raimundo de Peñafort. Afiliado de la Sociedad Internacional Tomás de Aquino.
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