Por: Javier Antonio Rojas Quitian/ Esta semana que pasa, luego de cerca de 16 meses de pandemia, por fin llegó para mí el día esperado, la fecha en la que me colocaron la vacuna que me protegerá contra los síntomas del covid 19.
Aún no existe claridad, ni investigaciones que determinen la eficiencia de las vacunas en el tiempo, pero si se vuelve a sentir cierta tranquilidad, tranquilidad que había desaparecido desde marzo del año de 2020, cuando en Colombia empezamos a vivir las inclemencias de la pandemia y tuvimos que entrar en cuarentena y aislamiento social y que nos hacía sentir temor cuando alguien se nos acercaba o cuando salíamos a la calle y regresamos a nuestro hogar con la preocupación, de alguna forma habernos infectado.
No es que la vacuna evite que en el futuro me infecte, las vacunas contra la Covid-19 protegen contra esta enfermedad porque inducen inmunidad contra el virus SARS-Cov-2 que la causa, es decir, reducen el riesgo de que el virus cause síntomas graves y tenga consecuencias para la salud. La inmunidad, que ayuda a las personas vacunadas a luchar contra este virus en caso de infección, reduce también la probabilidad de que se trasmita a otras personas y, por tanto, también protege de cierta forma a mis amigos y familiares.
Ahora bien, es evidente que las vacunas funcionan, basta con ver las estadísticas de cómo disminuyó, por ejemplo, la cifra de adultos mayores que fallecieron por complicaciones asociadas al Covid-19, una vez se empezó a vacunar ese grupo poblacional y, en consecuencia, el mayor número de fallecidos empezó a ser de personas con menos edad que aún estaban sin vacuna y que estuvieron más expuestos tras la reapertura económica.
Pese a la expectativa mundial por el avance en la vacunación y al esfuerzo que están haciendo nuestras autoridades y profesionales de la salud para distribuir y aplicar las vacunas rápidamente, aún hay gran cantidad de personas que no quieren recibir la inmunización, alegando una cantidad de situaciones, algunas hasta de película, que se produce un campo electromagnético en la zona de la inyección, que con la vacuna nos van a modificar nuestro ADN, que nos aplicaran un microchip para espiarnos, que causa infertilidad, que nos están aplicando ADN de animales, que nos magnetizan, que nos volveremos zombis, en fin, una gran cantidad de historias cinematográficas que hacen que el problema ahora sea que las personas priorizadas eviten vacunarse.
Existen también amigos que ahora se dan el “lujo” de escoger que vacuna colocarse, de repente nos volvimos científicos y empezamos a clasificar las vacunas por estratos, unas más finas y pudientes que otras, estamos económicamente jodidos, con el mayor grado de pobreza de los últimos años, pero eso sí que no se nos pierda la delicadeza y el glamur.
Aunque es un derecho de cada quien, determinar si se vacuna o no, a nadie se puede obligar a ello, me tomo el atrevimiento de invitar a mis amigos a que se vacunen, por favor, es un acto de responsabilidad consigo mismo, con sus familias, amigos y con la sociedad, no nos convirtamos en organismos incubadores de nuevas variantes que andan por ahí esparciendo la enfermedad.
Si bien la vacuna contra la Covid-19 protege de enfermar gravemente y morir, aún no se ha determinado hasta qué punto evita que se infecte y transmita el virus a otras personas. Para ayudar a mantener a los demás a salvo, vacunémonos y continuemos respetando la distancia mínima interpersonal de seguridad, cubriéndonos con el codo al toser o estornudar, lavándonos las manos con frecuencia y usando una mascarilla, especialmente en espacios cerrados, concurridos o mal ventilados.
El Covid no se ha ido, aún no hemos ganado la guerra, es necesaria nuestra empatía y responsabilidad para seguir viviendo. ¡No más excusas, por favor vacúnate!
Fuente de apoyo: Organización Mundial de la Salud. Pág. Oficial.
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*Exalcalde de Sucre (Santander), Administrador de Empresas, Especialista en Gestión Pública y Magister en Políticas Públicas y Desarrollo.