Por: Iván Aguilar Zambrano/ Hace unos días nos vimos abocados a nueva polémica ante la posibilidad de pasar del confinamiento obligatorio a un aislamiento inteligente, controversia que por ahora queda aplazada con el oportuno anuncio del presidente Iván Duque de prorrogar el aislamiento obligatorio hasta el próximo 26 de abril y digo aplazada, porque el tema del reintegro total o paulatino del país a su vida económica y social, no es de poca monta, por lo que debe ponerse sobre la mesa y abordarse con la mayor objetividad, lejos de las pasiones ideológicas o de los protagonismos electoreros.
Está claro que el país, más temprano que tarde, debe reactivase, de lo contario no habrá bolsillo que aguante, ni para el Gobierno, ni para los empresarios y menos para el grueso de los ciudadanos. Fedesarrollo hace muy poco emitió un documento en el que afirma que una cuarentena generalizada por un mes le cuesta al país entre $48 y $65 billones, es decir entre el 4,5% y 6,1% del PIB y de mantenerse así, en dos meses estos costos perfectamente se pueden duplicar.
Por lo anterior, es que es imperativa la reactivación del país, pero esta debe darse inteligentemente, tal y como lo propone el Gobierno Nacional, que no es otra cosa que buscar el balance entre el inicio gradual de las actividades sociales y económicas y la protección de la salud, puntualmente, mantener controlado los niveles de contagio y evitar el colapso del sistema de salud.
Para esto, en las semanas que restan de la cuarentena, se deben aumentar los esfuerzos para superar los retrasos en la entrega de resultados y agilizar las pruebas rápidas, así llegar a unos niveles óptimos de aplicación de pruebas del Covid-19, de esta forma lograr una proyección ajustada a la realidad del número de infectados y contrastarla con la capacidad hospitalaria instalada para atender casos críticos, lo cual nos dará la verdadera dimensión del problema que enfrentamos, de manera que con información suficiente demos el paso al reinicio de labores; al tiempo que se reorienta la estrategia de comunicación hacia el autocuidado, previendo el fin del asilamiento obligatorio, aumentando la pedagogía en lavado de manos, la distancia social y en el uso de tapa bocas en lugares públicos, todas recomendaciones de la OMS.
Controlado el contagio o aplanada la curva, como dicen los expertos y con la decisión de retomar las actividades, lo que sigue es enfrentar los graves problemas que quedan al descubierto con la pandemia, los de la otra Colombia, esa que se asienta en la periferia de las ciudades, allá donde ‘la gente bien” poco va, esos sectores que no cuentan con servicios públicos, ni con la educación y la salud adecuada, donde tener trabajo es un lujo y en cambio impera un modelo de subsistencia del día a día, el del rebusque, endeudados y esclavos del gota a gota, esa otra Colombia que deja en evidencia el fracaso de muchas de nuestras políticas públicas. Por lo tanto, esta grave coyuntura nos debe servir para introducir esos cambios tantas veces prometidos, pero también muchas veces aplazados por el ‘no hay recursos’.
Algunos dirán que imposible, pero imposible era hacer todo lo que nos ha obligado hacer el coronavirus, por ejemplo, aumentar las UCI en 7 mil unidades más, esas por las que tantos colombianos terminaron en un paseo de la muerte, imposible era realizar un giro adicional en los programas sociales del Estado, en esta emergencia la población vulnerable de Familias en Acción (2,6 millones de familias), de Jóvenes en Acción (204 mil beneficiarios) y de Colombia Mayor (1,5 millones de adultos mayores) van a recibir un pago adicional como una medida para mitigar las afugias económicas. Imposible era reconectarle el agua al millón de morosos que tenían suspendido el servicio, como también era imposible devolverle el IVA a un millón de pobres, recordemos que antes de virus, el piloto era de solo 100 mil beneficiarios y hasta el primer semestre de 2021.
Por eso, todo este esfuerzo que hace el País no puede quedarse en un paño de agua tibia, pues una vez superado el Covid-19 nos quedaran las enfermedades terminales del hambre, la desigualdad y la fata de oportunidades, males que son caldo de cultivo del virus mortal de la violencia y la delincuencia, con efectos secundarios en la población como la indiferencia, de ahí el llamado a las autoridades locales y nacionales, a los gremios, a la academia, a la gente, a todos los que después de estos días de encierro se convencieron que en mucho nos hemos equivocado, a atrevernos a hacer posible una Colombia más justa, a iniciar una reconversión integral de lo social y de lo económico, para que este esfuerzo, que solo en dinero al Gobierno le representa $24,8 billones, no se pierda y que de esta crisis nos sirva para iniciar la transformación que pide a gritos el país.
*Líder político
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