Por: Orlando Rondón Azuero/ Iniciamos un nuevo año calendario, pero no cualquier año, es un periodo caracterizado por una administración municipal y departamental, a cargo de los recién elegidos mandatarios después de una contienda electoral. Unas elecciones que no tuvieron para algunos, nada diferente a las anteriores fuera de los participantes. Donde el pueblo una vez más hizo gala de su doble moral y su sin sentido de pertenencia con la ciudad y el Departamento.
Se escucha hablar y analizar acerca de las distintas formas de manipulación de masas, pero lo que, si es claro y no permite duda alguna, es que el santandereano, no es estúpido y sabe muy bien lo que hace o deja de hacer.
Elegir a un candidato que se hace llamar General sin serlo y a una persona que permaneció 12 años continuos alimentándose del erario público, sin un historial de mayores logros o beneficios a la comunidad, es mas una viveza de muchos mas que una ignorancia de todos.
El grave problema es que cada uno de esas personas que apoyó a los candidatos triunfadores, se considera una pieza sola y aislada del gran rompecabeza social, sin darse por enterado e inclusive sin importarle enterarse, que su decisión podía estar perjudicando a la colectividad.
Y los candidatos de la maquinaria saben y conocen muy bien el síndrome que padece el ciudadano común y si por casualidad han leído un poco de la verdadera historia en este caso santandereana, está preparado para decir lo que desea escuchar una sociedad beata, envidiosa, individualista, goda, de extrema derecha y últimamente con ínfulas de traquetos de poca monta.
Son muy pocos lo que pueden salvarse, pero en esta gran mayoría, figuran empresarios con sus egos engordados por sus capitales, dueños de medios de comunicación con su alma dispuesta a empeñarse por cinco minutos de reconocimiento, lideres sociales y veedores ciudadanos que ostentan tal denominación por la foto que obtuvieron al estar entregando regalos inservibles, a pobres infantes en cualquier noche del mes de diciembre y que me hacen recordar a esa mujer líder social del sector del norte de la ciudad, a la que le pregunté la razón por la cual apoyaba a un candidato que sabía que de ser elegido, solo llegaría a recuperar el dinero de la campaña y nombrar a sus amigotes, esclavizando su sector al abandono, la miseria y necesidades durante otros cuatro años y su respuesta fue corta, directa y clara, ¡porque ahí es donde está el billete!
Recordándole su envestidura de líder social, su respuesta no fue tan corta, pero si, directa y llena de contradicciones, ¡pues tengo cuatro años para hacer denuncias, soy líder social y trabajo para la gente de mi sector!
Y que decir de aquel pobre miserable, que tuvo la gran fortuna de ser escogido para tener un contrato de prestación de servicios en la administración y que mensualmente debe entregar parte de su sueldo al político que lo ungió con semejante bendición y sigue eligiendo cada cuatro años al ladrón recomendado, para poder continuar en su confortable vida de humillación y carencias, o del joven fulano que estrenando su derecho al voto y luciendo los nuevos principios sociales de prepagos y mafiosos, alardea su apoyo incondicional al corrupto, que le puede garantizar una vida de vanidad, fiestas y carnavales, sin la mínima oportunidad de educación, salud y progreso.
Pero esta condición humana no solo es en Santander, donde a muchos no les interesa lo que suceda en la ciudad o el departamento, donde no hay ni existe la más mínima identificación con la región, donde importa un culo lo que pase, si puedo tener la posibilidad de llenar el estómago; en Antioquia, donde los paisas son orgullosos por su condición de amantes y protectores de la tierrita, prefirieron elegir la motosierra y el narcotráfico y no miremos hacia el sur del continente, porque terminaríamos creyendo que nuestros elegidos son los mejores.
Cuando dejemos de creernos que somos solos y aislados, que no tenemos ninguna conexión con el prójimo, le daremos vuelta a la arepa. Razón tenía hace más de doscientos años, aquella hermosa mujer joven que, con altivez, gallardía y mucho valor, viendo el favoritismo sin fundamento que se le concedía al opresor y apreciando la gran dificultad que tiene el ser humano para ser y considerarse libre, expresó antes de ser fusilada, “miserable pueblo, yo os compadezco. ¡Algún día tendréis más dignidad!”
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*Líder social