Por: Fray Andrés Julián Herrera Porras, O.P/ Cuando difundo mis columnas por WhatsApp, o cuando lo hago en una red social, pienso un poco en el mensaje que acompañará el enlace —más desde que la querida Carolina Sanín me corrigió el uso del verbo “compartir” al enviar un mensaje de este tipo—. Pensando en esto algunas veces escribo “te dejo aquí el link de la columna de este fin de semana”; o, te envío el enlace de mi columna de esta semana”; o, “aquí te envío el link, a propósito de …”; o, “te envío el link de mi última columna”. Precisamente, esta última idea fue la que me puso a reflexionar, ¿es la última columna? ¿se entiende lo de “última”?
La última vez que hicimos algo pudo ser la última vez que hayamos hecho ese algo. Asi no seamos conscientes de ese hecho, es una realidad —arriesgándome a sonar como la madre que está muriendo antes de tiempo— quizá la última vez que vimos a alguien sea la última vez que veamos a ese alguien porque no lo volveremos a ver. La última vez que jugamos algún juego corriente de nuestra infancia, salvo alguna extraña excepción, seguramente no supimos que no volveríamos a jugar eso, es una pena, sería un recuerdo revestido de una cierta melancolía y de una reverencia extraña.
Existen otras “ultimas veces” que son mucho más conscientes y generan una marca, en mi caso, recuerdo la última vez que estuve en el hoy extinto Colegio Francisco José de Caldas en Cali, allí hice casi toda mi primaria, tengo muy presente mi último día de quinto de primaria pues sabía que me cambiarían de colegio para el bachillerato, recuerdo lagrimas inocentes mientras me despedida de mis profesores muy consciente de que seguramente no volvería a esos salones. Efectivamente no volví a esas aulas y hoy recuerdo con cariño algunos de sus nombres, la profesora Aminta de español, la profesora Marta de matemáticas y algunos otros profesores que no recuerdo de nombre, pero sí de rostro, seguramente ninguno de ellos me recuerda con tanta claridad a mí.
Los seres humanos también nos mentimos a veces y decimos “es la última vez que” y como buenos mitómanos nos creemos esas mentiras hasta que la vida misma se encarga de hacernos tragar esa frase; “es la última vez que te perdono”; “es la última vez que llego tarde”; “es la última vez que me enamoro”; “es la última vez que salgo con x o y”; muchas últimas veces que no fueron última vez.
Ahora bien, pensar sobre este tema me trae a la mente otra pregunta, ¿qué pasaría si tomáramos la actitud de disfrutar cada cosa como si no pudiésemos volver a disfrutarla nunca más? Vivir cada momento como si fuese la única oportunidad de vivirlo.
Hice esta pregunta a algunos amigos y las respuestas fueron diversas, algunos me dijeron que sería fantástico porque haríamos las cosas siempre buscando que se lograran de la mejor manera; otros, en cambio, decían que podría llevarnos a la frustración al no lograr que salga como se espera lo que se ha planeado; para otros se convertiría en una forma delirante de vivir, nos llevaría a no culminar nada por no querer que se termine esa única última oportunidad de hacerlo.
Llegado a este punto, no sé cómo cerrar un texto sobre últimas oportunidades, solo hay una oportunidad para hacerlo, solo hay un único último párrafo dentro de esta única última columna escrita. En fin, he decidido terminar preguntándole a usted, que se ha dado la tarea de leer este último párrafo, ¿habría valido la pena que fuese el último párrafo leído de su vida? Si la respuesta es afirmativa, fue un honor; si es negativa, vaya y busque un buen libro, uno de Carolina, uno de Pilar, uno de Jorge Luis, el que quiera, y lea al menos un párrafo.
Apuntaciones
- Escribo este texto el jueves 8, espero que el tema de Venezuela se resuelva pronto. No podemos soportar ninguna dictadura en pleno siglo XXI, ni de derecha, ni de izquierda.
- Hablando del dictador, Maduro es una muestra de lo peligroso que es un idiota con poder. Cuidado que aquí tenemos mucho idiota con iniciativa en el congreso y otras altas “dignidades”.
- Los resultados de los Olímpicos tienen que ver con la inversión que se hace en los deportistas. No podemos comparar el tiempo y dedicación que nuestros deportistas pueden emplear en sus disciplinas cuando se ganan un mínimo y ayudan a sostener su familia con los deportistas, en otros países, a quienes les garantizan todo para su desarrollo deportivo. No es culpa solo del gobierno Petro, es una deuda histórica que el gobierno “del cambio” tampoco ha querido pagar.
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*Abogado. Estudiante de la licenciatura en Filosofía y Letras. Miembro activo del grupo de investigación Raimundo de Peñafort. Afiliado de la Sociedad Internacional Tomás de Aquino.
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Instagram: @FrayGato
(Esta es una columna de opinión personal y solo encierra el pensamiento del autor)