Por: Jhon F Mieles Rueda/ Desde que inició la guerra entre Ucrania y Rusia el 24 de febrero de 2022, a causa del alto número de bajas, estos países y en especial Ucrania, han reclutado e incluido en sus filas combatientes extranjeros y en medio de esta lucha, un grupo inesperado ha decidido dar un paso al frente: los soldados colombianos.
Estos hombres, en su mayoría soldados profesionales retirados quienes han vivido el contexto de la guerra interna, con experiencia en la lucha contra las guerrillas y el narcotráfico, ahora se encuentran en una tierra lejana, luchando al menos en lo que geográficamente respecta, en una guerra ajena.
Esta situación plantea preguntas complejas sobre los motivos que impulsan a estos combatientes a tomar esta decisión y, en un marco más amplio, sobre el papel del llamado mercenarismo en Colombia.
Los soldados colombianos son ampliamente reconocidos por su destreza militar. Colombia ha sido un campo de entrenamiento implacable, donde las fuerzas armadas han perfeccionado técnicas de combate en uno de los entornos más complicados del mundo.
Esta experiencia es codiciada en conflictos en todo el mundo. No es sorprendente, entonces, que, en medio de la guerra entre Rusia y Ucrania, los combatientes colombianos estén siendo reclutados. Estos soldados han encontrado una oportunidad para poner a prueba sus habilidades en un escenario distinto, y a menudo mejor remunerado.
Aquí es donde la situación se torna más compleja. ¿Por qué un soldado colombiano, que ha sobrevivido a un conflicto interno, decide arriesgar su vida en una guerra a miles de kilómetros de distancia? Las razones varían y son a la vez personales y contextuales.
En el caso de mi amigo de la infancia caído en combate, se debió a que, después de pedir la baja como soldado profesional, no encontró buenas oportunidades laborales ni logró reintegrarse en la vida civil. Fue entonces que decidió irse a Ucrania buscando poder generar recursos para brindarle un mejor futuro a su familia.
Primero, el aspecto económico es crucial. Para muchos de estos soldados, las oportunidades en Colombia después del retiro son limitadas. La situación económica del país, sumada a la falta de reconocimiento y las bajas pensiones, deja a estos hombres y mujeres con pocas opciones laborales una vez terminan su servicio activo.
En contraste, la paga ofrecida por combatir en Ucrania puede ser significativamente más alta, se rumora que un combatiente puede ganar mensualmente un equivalente entre los 12 y 19 millones de pesos colombianos. Para un soldado que ha dedicado su vida al combate, esta oportunidad representa una forma de seguir utilizando sus habilidades mientras asegura el sustento para su familia.
Además, algunos combatientes se sienten atraídos por la narrativa moral de la guerra en Ucrania. Ven el conflicto como una lucha de un país más pequeño que defiende su soberanía frente a una potencia invasora. Aunque no todos comparten esta visión, hay quienes sienten que están luchando por una causa justa, lo que les otorga un sentido de propósito más allá del dinero.
También está la búsqueda de adrenalina, de propósito. Para un soldado, el campo de batalla es una extensión de su identidad. En muchos casos, estos hombres han estado inmersos en la guerra desde jóvenes, y la vida civil puede parecerles monótona, sin el sentido de misión que otorga el combate. Ucrania ofrece una nueva batalla, una nueva causa.
Sin embargo, ante esta situación, el Congreso de la República de Colombia está discutiendo un proyecto de ley que busca prohibir el mercenarismo en el país, lo que refleja la preocupación del gobierno sobre esta tendencia creciente.
La iniciativa tiene como objetivo sancionar a quienes participen en conflictos armados en el extranjero, tanto por razones éticas como de seguridad nacional. La participación de ciudadanos colombianos en conflictos internacionales no sólo plantea dilemas morales, sino que también podría tener repercusiones en la política exterior del país.
Pero esta prohibición no es sencilla. Para muchos, el concepto de mercenarismo evoca imágenes de soldados apátridas que luchan únicamente por dinero. Sin embargo, los combatientes colombianos que viajan a Ucrania a menudo no se ven así.
Afirman que tras años de servicio no les queda más remedio que buscar trabajo en el extranjero y que no son mercenarios ya que su contrato en este caso es directamente con el Ministerio de Defensa de Ucrania.
A pesar de su experiencia y sacrificios, los soldados colombianos enfrentan un futuro incierto cuando cuelgan sus armas. En lugar de ser honrados y reconocidos, a menudo se ven relegados a los márgenes, obligados a buscar trabajo en un entorno que los juzga y no valora sus habilidades. En este vacío, las guerras extranjeras, como la de Ucrania, ofrecen una salida.
Sin embargo, esta situación también plantea preguntas éticas. ¿Es justo que soldados entrenados en el contexto de una guerra interna se conviertan en piezas de un tablero geopolítico distante?
Lo cierto, es que no solo se debe prohibir el mercenarismo como un intento por abordar esta problemática, no basta con criminalizar a quienes buscan sobrevivir. Se requiere una política integral que ofrezca oportunidades reales a nuestros veteranos, que los honre y le permita una transición digna a la vida civil.
Solo así podremos evitar que nuestros soldados continúen yéndose a luchando en guerras ajenas, en lugar de ayudar a construir una paz duradera en casa.
En última instancia, los soldados colombianos que luchan en Ucrania son un síntoma de problemas más profundos en nuestro país. Abordar esta realidad requiere no solo sanciones, sino oportunidades y apoyo para aquellos que han sacrificado tanto por Colombia.
Solo así evitaremos que los nuestros exporten la guerra y a cambio, mueran abandonados en un campo de trigo a miles de kilómetros de distancia dejando huérfanos a sus hijos y en cambio, empecemos a importar la paz.
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*Profesional Agroforestal, escritor y político local.
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