Por: Óscar Prada/ La dantesca obra “El Infierno”-por Dante Alighieri – es la facilitadora de explicar los infiernos del Macondo actual; es decir la Colombia de hoy. Evocando la grandeza de la referida obra literaria, y sin intensión de aburrir al lector, el infierno para Dante era descrito por nueve círculos o niveles a manera de pirámide invertida, donde penan más al fondo los traidores, castigados con mayor rigor. Por el contrario; el infierno nacional es inverso al inferno dantesco; los realizadores de las mayores bajezas son dirigidos a los cómodos sótanos y en cambio los que cometieron pecadillos, a las profundidades de los fuegos del verdadero infierno.
La dosificación desproporcional de una pena, inclina la balanza judicial al fuego de la injusticia; a su vez, las celebridades de las redes sociales en Colombia, ratifican que sí existen los sótanos del infierno. La primicia noticiosa de los sótanos viene con “ñapa”. Aparte de existir; aquellos poseen un sinnúmero de estratificaciones, cupos preferenciales y caprichos por doquier. Las frescas y cómodas suites todo incluido están reservadas para los peces gordos y los buenos muchachos, que por incidentes referentes a sus buenos oficios obraron mal; a pesar de ello y pese a su inmensa culpa, pueden pagar una cómoda, acogedora y corta estadía a precios acordes a la grandeza de sus pecados.
Por otra parte, el abúndate cupo en las calderas ardientes, son el verdadero sufrimiento para los cristianos de a pie, que muy a pesar de confesarse debidamente, son arrojados al fuego inmisericorde y eterno de la injusticia del infierno de las cárceles nacionales. Los pobres cristianos que entran en el peor de los infiernos sufren la inclemencia de la desigualdad, al presenciar el severo castigo de su leve culpa, con el trato benévolo e injustificado recibido por los buenos herejes traidores. Los últimos llevados al resort de los mejores sótanos, son la real personificación del sufrimiento en vivas carnes donde pareciese que el verdadero pecado de los humildes no es su culpa propiamente; sino su pobreza.
Los pecados capitales que encarnan el inframundo de Macondo son siete: la gula de tragar soluciones y vomitar problemas; la pereza de nadar contra la corriente de la corrupción; la avaricia de acaparar la riqueza sin compartir; la lujuria de la promiscuidad clientelista; la arrogancia de inadmitir los propios errores cometidos; la ira que enristra en forma de violencia de todo tipo, y la envidia que suscita el bienestar del prójimo. Los nombrados, se consideran las faltas capitales, o también el capital faltante que los sótanos infernales atiborran en su menaje carcelario; sin embargo, el verdadero pecado original es la injusticia, derivada de la deficiencia del sistema judicial como el ente que dirime los conflictos por naturaleza; es por el contrario el mismo que atiza las violencias.
Dejando a un lado la sátira de las comparaciones odiosas y llenas de exageraciones, la realidad en cifras de ineficacia judicial en Colombia según los propios datos de la Fiscalía General de la Nación, es la siguiente: de cada diez delitos, siete son archivados; de los 12.227 homicidios cometidos en el año 2019, solo fueron esclarecidos 3772. Una perfecta “impunidad de rebaño” cercana al 70 por ciento[1].
¡La verdad os hará libres!, la prodigiosa sentencia de Jesús, se cumple con literalidad en Colombia; allí donde los valientes cargueros de los principios de las libertades individuales y las luchas colectivas, ostentan el honor de perder el preciado derecho a la vida. Decir la verdad, libera a sus defensores premiándoles con una muerte que los redime del injusto infierno de vivir luchando. Por su parte, los detractores de la verdad, agasajan a sus mártires adversarios en forma de homicidio colectivo. A julio de 2021, se contabilizaban noventa líderes sociales silenciados eternamente[2]. Mientras; el frenesí del delito se conserva fuego lento para aparentar que se cocina en forma de una justicia que no es nada cierta.
Así como el oro se purifica en el crisol, la revancha de los pecados graves se purifica con el dinero purgado en fuego que facilita las mejores estadías en las cómodas suites del infierno. El breviario penal del infierno de Macondo-El Código penal, Ley 599 del 2000-, dosifica el tiempo de estadía en los zulos del infierno de acuerdo a la culpa cometida; no obstante, los jueces de la antesala, ad portas del inferno, imputan el pecado cometido conforme a su ávido albedrio. Caso de revuelo con la amiga de las queratinas, su pecado venial que merecía un purgatorio ejemplar; fue interpretado como un gravísimo pecado mortal que la condena al infierno sin derecho a sótano. Los que pecan y rezan empatan; así cada pecador grave trabaja sus dineros con la purificación del fuego y el lavado de los cielos; posteriormente ascienden de los sótanos del inframundo a los paraísos fiscales de la gloria donde vivirán eternamente.
El sótano que alberga las llamas flamantes de la impunidad, también contiene el caldero de la injusticia, juntos –las llamas y el caldero- son la fuente inagotable del incesante arder infernal del conflicto de Colombia. La JEP –Justicia Especial para la Paz-, bajo la inflamable conflagración del ataque sin fundamentación lógica; aquella -La JEP- en medio del caldero, se resiste a convertirse en cenizas. La propuesta demoledora de una amnistía general por el máximo exponente del partido de gobierno-el sujeto de la mano firme-, es una paradoja; su acérrima negación a la supuesta impunidad en el pasado; hoy contrariamente es su noble defensa. Simplemente las cenizas le son más útiles, que la preservación del imperfecto sistema que proporciona algo de justicia -la JEP-. El colombiano más patriota, no da la vida por las ovejas de su redil; sencillamente condena a sus fieles súbditos a las brasas de la impunidad colectiva.
Todos desean el indulto de sus pecados; ahora bien, para llegar a este, es necesario realizar un detallado examen de conciencia; una sentida contrición de corazón; tener el propósito de no volver a pecar; confesarlo todo y pagar la penitencia. -según la doctrina católica cristiana-. Contrariamente todo aquello enseñado en el seno del cristianismo colombiano es desechado por el novísimo testamento del mesías, con su portentosa sapiencia. En términos del común, lo anterior es volver trizas lo construido “a lo maldita sea”, consiguiendo absolución sin condición.
Al menos el infierno de Dante era congruente; tenia sustento en una justicia proporcional a la pena cometida. Inclusive en las fantasías de la literatura se concibe la justicia aun después de la muerte. La imaginación de las letras que relatan el infierno es superada por el acontecer Macondiano, donde lo insólito es fácilmente ridiculizado con la realidad de los sótanos. Si no existe proporcionalidad en la justicia tan siquiera en vida; verdaderamente vivir la realidad es estar en un verdadero infierno. ¿Qué dicen?
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*Ingeniero Civil, estudiante de Derecho.
Twitter: @OscarPrada12
(Esta es una columna de opinión personal y solo encierra el pensamiento del autor)
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