Por: Óscar Prada/ Se aproxima el juego político, donde al igual que las casas de citas, solo pueden participar los mayores de 18 años.
Las votaciones de Cámara y Senado del próximo trece de marzo, son similares al juego del amor; aquel juego del amante elector, que escoge a media luz sin saber con certeza a quien elige, para compartir sábanas durante cuatro años.
El apetito voraz por la carne fresca en la fiesta legislativa, es la predilección de los envejecidos clanes políticos que buscan a los electores vírgenes, con el fin de perpetuarse en el Congreso.
¡Acabare con la corrupción!, ¡el pueblo necesita ser escuchado!, ¡luchare incansablemente por ustedes!; con estas frases más suaves que el amor de mamá, solo les faltó rematar diciendo a los candidatos que: “darían su vida y hasta venderían su alma al diablo para proteger al pueblo”; todo ello con tal de saciar su hambre de un puestico en el Congreso.
La danza de las carnes, o mejor dicho, de la carroña perfumada de “promesas incondicionales”, busca vender bien el “paquete chileno”; y que aquel “boccato di cardinale”, dure con un “buen sabor de boca”, en el sufrido paladar del pueblo, hasta el año 2026, donde los buitres vuelven recargados en búsqueda de una nueva reelección.
El panorama electoral es hostil; las aves de rapiña se pelean por los trozos de carne del asado político, que dura unas pocas semanas; sin embargo, es válido cuestionar: ¿y la carne del asado quien la pone?
La gente del común, ese voto indeciso; son “la carne fresca” del asado político. A punta de piquetazos, embestidas y correteadas en las calles, en los medios de comunicación y propaganda masiva, los partidos políticos buscan comerse al elector a como dé lugar.
Las galletas Wafer se quedaron en pañales con respecto a los partidos políticos; los últimos se partieron en mil pedazos para unirse a los clanes y coaliciones; y otros desmoronan sus culpas, parapeteandose el nombre del partido que esconde su oscuro pasado, rogando que las gentes le peguen el mordisco al mortal anzuelo.
Según el informe realizado por Transparencia Internacional para el año 2019, al 40% de los colombianos les han ofrecido sobornos a cambio de votos, en los últimos cinco años.[1]
De acuerdo a lo anterior; muy seguramente los partidos políticos que comen carne fresca, no solo lo hacen con el discurso de sus cínicas propuestas; sino a punta de sobornos y demás artimañas oscuras que usan con descarada destreza.
Es difícil elegir bien, especialmente “cuando se junta el hambre con las ganas de comer”; es decir, en una actual crisis económica que coincide con promesas mágicas que lo solucionan “todo”.
Simplemente, el pobre de a pie le da su voto al político incondicional, para luego no recibir nada de él. Tan triste y semejante, cuando aquel pobre saca la cobija al sol…y ese día llueve. Así pinta el panorama donde el común decide su penosa suerte con un tarjetón que no sabe marcar.
“En tiempos de guerra, cualquier hueco es trinchera”; sin embargo, caer nuevamente con el ancestral combo del tamal, la teja, y el billetico, es la aceptación de las gentes para ser parte del asado político de los aguiluchos que despedazan sus ingenuas carnes.
Los juegos del hambre ad portas de las elecciones, donde los buitres se divierten con la hambruna de los electores, vendiéndoles carroña disfrazada de lomo fino; y a su vez las aves de rapiña desgarrando las carnes del pueblo ingenuo; son la cruda realidad de las próximas semanas.
Lo anterior configura el escenario que antecede a la fiesta democrática; en la cual impera la ley del más fuerte que se come todo lo bueno, y le deja los sobros al raquítico pueblo que elige a sus verdugos.
No todo es malo; se puede destronar la supremacía de la corrupción y en vez de escoger los mismos depredadores, se puede elegir a esas personas que representan un modelo de país más justo y conveniente.
Las buenas opciones, existen; simplemente se requiere hacer el ejercicio de mirar, observar y analizar cada propuesta. Vale la pena tomarse el tiempo de pensar el país que se quiere, dejando a un lado los intereses individuales, y ejercer por medio del voto un verdadero acto de amor al prójimo.
No obstante, distinguir la mejor opción en agua revuelta y con hambre de justicia es tarea difícil. Existe la posibilidad de escoger un pez gordo, al igual que caer en un cardumen de pirañas.
Ante tan agitado panorama, convendría reflexionar, ¿el pueblo vencerá por fin a la corrupción? o de nuevo ¿será otra vez comido por ella?
¡Y al que le caiga el guante, que se lo plante!
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*Ingeniero Civil y estudiante de Derecho.
Contacto: 301 771 6507
Twitter: @OscarPrada12
(Esta es una columna de opinión personal y solo encierra el pensamiento del autor).
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[1] Transparencia Internacional-Barómetro Global de Corrupción para América Latina y el Caribe 2019