Si alguna vez me tocase volver a ponerle nombre a un perro creo que le pondría Dante, sería un homenaje a ese gran escritor. Si, por el contrario, tuviese que nombrar una perra, le pondría Dalia, en homenaje a la compañera de Carolina, otra gran escritora. De eso van las líneas de hoy, sobre los perros y sus nombres.
Por: Fray Andrés Julián Herrera Porras, O.P/ En la Universidad Nacional había, quizá aún hay, un perro al que le llamaban Gato. Sí, no sé si se trate de falta de creatividad o de un homenaje al absurdo, pero existía en uno de los centros de pensamiento más importantes del país un canino con un nombre cuyo significante era todo menos canino. El recuerdo de Gato, el perro, me hizo divagar un buen rato, y en últimas, a escribir esta columna sobre los nombres de los perros, incluyendo a Gato.
En mi vida siempre han estado presentes estos animales de cuatro patas de los que nos gusta decir que son “el mejor amigo del hombre”, quizá porque tenemos la concepción de que la amistad debería generarse a partir de la dependencia o porque nos gustaría tener más un esclavo que un amigo, porque nos gustaría gobernar sobre los amigos. En mi caso, siempre he tenido contacto con perros de diferentes tamaños y tipos, incluso me atrevo a afirmar que, a casi todos, los recuerdo con cierto cariño.
Un tío al que quiero mucho, un hermano de mi abuelo, mi tío Rodolfo, siempre ha tenido perros y los nombres que les ha puesto tienden a ser muy particulares, casi todos tienen nombres de personajes históricos; dentro de los nombres que recuerdo están Kaiser, Hitler, Popeye, Barrabás entre otros.
Recuerdo también que, en alguna oportunidad, estaba caminando con otra persona y vimos que un pequeño perro se acercaba con sus dueñas a cierta distancia; entonces me dio curiosidad el posible nombre del animal y le pregunte a mi compañero de andanza sobre el posible nombre del perro, yo dije inmediatamente que se debía llamar Toby mientras la otra persona pensó que el nombre debería ser Tony. Una vez el perro se acercó más, resultando ser perrita y no perrito, le preguntamos a la dueña por el nombre y ella dijo que se llamaba Katy, es curioso que, si adivinamos la presencia de la “t” y la “y” dentro del nombre, letras que se me parecieron, aún me parecen, propias de nombres en inglés y no en español, quizá es parte de la colonización gringa que tengamos la idea de hacer parte de la familia a alguien, al menos al perro, con un nombre norteamericano.
En casa de mi abuelo siempre ha habido perros, recuerdo con mucho cariño a Rambo, también tengo presente que antes de Rambo, incluso antes de mi existencia, hubo uno que se llamaba Comusted —No “como usted”, no como quien lee, sino “Comusted” sin espacio y sin “o” —.
Yo no escapo al fantasma colonial a la hora de denominar perros, los únicos dos perros que realmente han sido míos han tenido nombres extranjeros, el primero se llamó Rex como el perro comisario de la famosa serie austriaca donde el pastor alemán resolvía crímenes. En el caso de mi perro no resolvía crímenes ni era un pastor alemán, era un labrador dorado; el segundo perro, que aún vive con mi mamá, se llama Maick, no Micky, tampoco Mike, Maick, un Shih Tzu con nombre agringado que come croquetas brasileras.
También recuerdo que, en mi año de noviciado, viviendo en Chiquinquirá, charlaba con cierta frecuencia con una señora que pedía ayuda económica en toda la entrada de la basílica, ella siempre iba acompañada de su perro, un perro de un color amarillo quemado, rojizo, recuerdo que lo llamaba Pecoso, aunque no tenía pecas ni nada que las simulara.
Muchos otros nombres he escuchado, Lucas, Mateo, Rocky, Uribe, Petro, Cheko, Niño, Luna, Campanita, Cabal, Muñeca, Sonsa. Nombres tomados de personajes de libros, de flores, de enemigos, de amigos, de amores. Valdría la pena preguntarse si influye en algo usar un nombre y no otro para denominar un perro. Preguntarse si, además de lo obvio, el nombre del perro nos deja ver algo de quien lo nombró o si también determina en algo el comportamiento del can.
Esta columna la termino de escribir sabiendo que el actual perro de mi abuelo, no recuerdo su nombre, está perdido, espero que lo encuentren pronto y que, como todos los perros que han vivido en la casa, pueda seguir haciendo parte de la familia con el respeto de su ser perruno, sin humanizarlo ni maltratarlo.
Apuntaciones:
Felicidades a la selección femenina de fútbol, que gran papel el que desempeñaron en el mundial. Ojalá Don Ramón, Jesurún, se haya dado cuenta que si se trata de unas jugadoras profesionales.
Curiosamente estuve en dos lanzamientos de libros muy distintos: “Eutanasia en la jurisprudencia constitucional colombiana” de Fray Samuel Forero Buitrago; y,”M-19 El heavy metal latinoamericano” de Ángel Beccassino. Se trata de dos temas muy diferentes y de ópticas que pueden ser contrarias. Ojalá ambos textos sean leídos y criticados por sus lectores.
Hay muchos apellidos conocidos a lo largo y ancho del país aspirando a continuar con los legados familiares, ojalá no nos dejemos engañar y votemos a conciencia. También hay apellidos empeñados a esas familias que ya no ponen su propio apellido.
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*Abogado. Estudiante de la licenciatura en Filosofía y Letras. Miembro activo del grupo de investigación Raimundo de Peñafort. Afiliado de la Sociedad Internacional Tomás de Aquino.
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