Por: Diego Ruiz Thorrens/ Este 1ro (primero) de diciembre se conmemoran 40 años de la aparición de un virus que cambiaría el curso de la humanidad: el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH), causa del síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA), responsable (según datos de ONUSIDA) de los fallecimientos de más de 35 millones de personas alrededor del mundo desde el inicio de la pandemia a principios de la década de los 80.
Actualmente en nuestro país, según información de la cuenta de alto costo, más de 130.00 colombianos viven con VIH de los cuales alrededor de 4000 personas se encuentran en el departamento de Santander. En los últimos 5 (cinco) años la cifra de nuevos casos ha venido en ascenso: de 82.856 casos durante 2017 pasó a 123.490 casos durante el 2020.
No obstante, es necesario aclarar que estas cifras, a pesar que provienen de fuentes oficiales, no deben ser comprendidas como totales o absolutas dado que el número de personas viviendo con VIH puede ser aún mayor, y esto se debe a que muchas personas pueden estar viviendo con VIH y no tener conocimiento de ello.
La historia de la lucha contra el VIH ha estado marcada por distintos hechos que obligaron a la humanidad a unirse buscando alcanzar una solución, un salvavidas. Los primeros obstáculos no fueron menores. Las recién conformadas organizaciones de la sociedad civil nacieron como respuesta de la inacción, la desidia y de la tardía toma de decisiones que debieron ser asumidas por parte de los gobiernos del primer mundo tan pronto emergió el virus en escena.
En los Estados Unidos, el gobierno de expresidente Ronald Reagan (1981 a 1989) tardó casi 6 años para tomar acciones orientadas a enfrentar la pandemia. Fueron 6 años el tiempo que le tomó al expresidente para mencionar, por primera vez, la palabra ‘SIDA’. Para ese momento, las muertes causadas por SIDA sumaban ya los cientos de miles, en su mayoría, pertenecientes a hombres jóvenes adultos.
Y para colmo de males, el primer tratamiento para combatir el VIH, el AZT, tratamiento antirretroviral que emergió luego de 4 años de pandemia, a pesar que permitió reducir la infección en pacientes que regularmente pudieron tomarlo, era prácticamente inaccesible y altamente tóxico (sólo una población reducida, principalmente de hombres blancos con recursos económicos estables, pudieron inicialmente acceder a este antirretroviral).
En Colombia, el VIH hizo su primera aparición en el año 1983, pero solo hasta finales de los años 90 (ad portas al año 2000) nuestro país pudo conocer de tratamientos antirretrovirales más efectivos.
Por esta razón, en estos 40 años de existencia y lucha contra el VIH es importante resaltar y rescatar las acciones promovidas desde las organizaciones de la sociedad civil como fueron (y sigue siendo) ACT UP (acrónimo de la AIDS Coalition to Unleash Power – Coalición del SIDA para desatar el poder).
ACT UP es un “grupo de acción directa fundado en 1987 para llamar la atención sobre la pandemia de SIDA y la gente que la padecía, con objeto de conseguir legislaciones favorables, promover la investigación científica y la asistencia a los enfermos, hasta conseguir todas las políticas necesarias para alcanzar el fin de la enfermedad” (ACT/UP New York), quienes lograron por medio del performance, del arte y la protesta e incluso por medio de actos que en la actualidad serían considerados por los sectores más conservadores como ‘actos vandálicos’, crear puentes de dialogo e interlocución con los principales gobiernos del mundo y con las más importantes casas farmacéuticas, buscando mejorar el acceso a la entrega de medicamentos (antirretrovirales) que a su vez permitiesen mejorar la calidad de vida de las personas viviendo con VIH.
Estos actos de lucha, rebeldía y resistencia también permitieron que en las últimas dos décadas la realidad y las vidas de millones de personas que viven con VIH alrededor del mundo cambiasen de forma radical, mejorando notoriamente. Estas organizaciones fueron la base para la creación de nuevos frentes de lucha y de defensa que buscan proteger a todas las personas que viven con VIH, especialmente, aquellas que se encuentran en entornos hostiles, donde la atención en salud es precaria, ubicadas en puntos estratégicos de la geografía mundial donde la violencia contra las personas viviendo con VIH pueden derivar en persecución y muerte.
La ciencia y la medicina también han evolucionado de manera importante. En el año 2018, ONUSIDA promovió por primera vez la campaña de “indetectables = intransmisibles” que continúa buscando promover y resaltar la importancia de la toma y adherencia al tratamiento antirretroviral por parte de las personas que viven con VIH. “Indetectables = intransmisibles” fue la campaña global que visibiliza que una persona con VIH en tratamiento, manteniendo la carga viral indetectable por más de seis meses, no transmite el virus a otras personas por vía sexual (ONUSIDA). Esto, también se traduce en la posibilidad para muchas mujeres que viven con VIH de tener hijos libres del virus.
En estos 40 años es claro que aún existen muchísimos temas que deben continuar siendo abordados, como son la promoción de campañas, con un nuevo enfoque diferencial, que permitan reducir la incidencia (los nuevos casos) del virus en todas las poblaciones, o el reconocimiento y la importancia de abordar la salud sexual reproductiva y no reproductiva en personas adultas mayores y en la población de mujeres con parejas estables cuyos compañeros se resisten al autocuidado y/o al uso del preservativo.
También, reconocer que es sumamente necesario superar las brechas en la atención en salud pública que continúan afectando tanto a población de escasos recursos que viven con VIH como también a la población migrante.
Por eso, este 1ro de diciembre, debemos reafirmar los compromisos que permitan cumplir las metas 95 – 95 – 95 para el 2030 (95% de todas las personas que viven con el VIH conozcan su estado serológico, que el 95% de las personas que conocen su estado serológico inicie el tratamiento y el 95% de los que reciben tratamiento logre una supresión de la carga viral) y que estén orientadas a reducir el estigma y la discriminación que continúan persiguiendo a muchísimas personas de nuestro territorio, violencias que debieron quedar atrás, sepultadas en los años 80, pero que desafortunadamente, gracias al odio, a la falta de educación, de sensibilización y empoderamiento en los derechos sexuales, reproductivos y no reproductivos, lograron sobrevivir para tomar, de vez en cuando, bastante fuerza.
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*Estudiante de Maestría en Derechos Humanos y Gestión de la Transición del Posconflicto de la Escuela Superior de Administración Pública – ESAP Seccional Santander.
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