Por: Érika Bayona López/ Sin lugar a dudas, las mujeres hemos emprendido largas e incómodas batallas a lo largo de cada civilización, siendo objetos, posesiones o por qué no un lujo, dependiendo de esas circunstancias asociadas siempre a la virilidad. Por ello, se ha considerado como sexo débil pero poderoso en el proceso de procreación y población humana. Y sí, hasta las mujeres sabemos y damos fe de esa lucha desde la misma emancipación, hasta lograr la libertad de sufragar, adquirir la ciudadanía o por qué no, ejercer ese derecho de ser elegidas o lograr una representación en escaños públicos. Pese al camino de dolor y lucha que la segregación sexista ha dejado en la historia de lucha en equidad de género, muchos la asimilan como ese trasfondo de feministas al extremo.
Reconocer nuestra vulnerabilidad, confesar nuestros temores o admitir nuestras frustraciones son acciones que se limitan a un circulo muy cerrado, pero tan racional que en últimas admitir debilidad es quizás aquello más honesto si de dar fuerzas se trata.
Hemos crecido, madurado y hasta envejecido con dudas existenciales que están empolvadas en el alma, pero cuya fe y tesón, debe ser el baluarte más preciado si de luchas se trata. Reconocer que padecemos ansiedad, insomnio, depresión, calores de la menopausia, que nos avergüenzan esas protuberancias que tenemos debajo del ombligo, que nos sentimos insatisfechas, que tenemos sueños inconclusos, que muchas veces nuestras frustraciones nos hacen dar ganas de a salir corriendo y dejar todo tirado, son solo algunos tópicos que, por hábito, mantenemos en silencio.
Las mujeres hemos reinventado una sociedad casi de manera inconsciente en muchos aspectos, y eso me hace sentir convencida de que necesitamos espacios para gritar, reclamar, desahogar y terminar con esa cultura de silencio. Por ello, las mujeres hoy en día, más que feminismo, estamos ante una revolución de equidad real, donde cambiar el panorama sociopolítico del país y la sociedad que nos atañe, es más que una lucha idílica pero más cerca de ser real.
Los cambios sociales más importantes inician en casa. En el seno de la familia -funcional o disfuncional- que hemos formado, es donde se construyen o destruyen los fundamentos que sostendrán a nuestras siguientes generaciones.
Tras la pandemia también se ha conducido a un fuerte aumento de violencia contra las mujeres y niñas. Con las medidas de confinamiento en vigor, muchas mujeres se encuentran atrapadas en su casa con sus abusadores, con dificultades para acceder a servicios que están padeciendo recortes y restricciones. La violencia doméstica se ha intensificado y como prueba de ello, deja en evidencia el alza en denuncias y feminicidios que día a día escandaliza nuestra dulce sociedad.
Como dato curioso, a nivel mundial 750 millones de mujeres y niñas se casaron antes de los 18 años y al menos 200 millones de mujeres y niñas en 30 países se sometieron a la mutilación genital femenina.
El maltrato, la desigualdad laboral, los dolores, el machismo, los perjuicios sociales, los abusos, el estigmatismo que nos hace pensar que las mujeres somos quienes debemos hacer los quehaceres de la casa, son muchos de los factores que hoy nos hacen sentir vulneradas, porque lastimosamente seguimos en una sociedad donde siempre se ha regido por el patriarcado, donde la misma sociedad nos ha regido y estandarizado en esta sociedad hecha por y para los hombres. Nos ha tocado luchar desde siempre para obtener derechos mínimos como lo son: Las licencias de maternidad por un tiempo prudente y adecuado, salarios justos y acordes, igualdad de género, derecho a vivir libres de violencia, derecho a la participación política, derechos sexuales y derechos reproductivos, derecho a la libertad y a la seguridad personal entre otros.
Las mujeres de la sociedad actual somos ejemplo de inteligencia y fortaleza, lo que se ve reflejado en la capacidad para superar las adversidades ante la discriminación de las que somos objeto, ya que, a pesar de que considere una sociedad igualitaria y tolerante aun existe un núcleo de personas machistas, que nos mantiene en la marginación; pasan por alto que las mujeres asumimos obligaciones, lo que solamente no es valorado, ya que pues se asume que esto es un deber de la mujer, por el simple hecho de ser mujer, lo que no entienden es que este rol no es fácil, si tomamos en cuenta que las mujeres tenemos aspiraciones, anhelos y metas que se ven obstaculizadas al ser encargadas de dirigir el hogar, pues nos absorbe casi por completo; lo que indudablemente el hombre no podría asumir, toda vez que no es multifacético.
El feminicidio es el asesinato de una mujer, por el hecho de ser mujer y que pese a endurecer este tipo de condenas desde el derecho penal, estas medidas no previenen dicha brecha desigual. Basta de que las mujeres seamos vistas como débiles y quizás como objetos sexuales, ya que evidentemente ¡no lo somos! y menos a estas alturas del partido. Las mujeres somos tan capaces como los hombres de asumir las responsabilidades, obligaciones y actividades que nos propongamos, esto no se pone en duda, porque a través de los años se ha demostrado nuestra capacidad de lograr mejores resultados que el de los hombres. No hay que olvidar que cada una de las personas de diferente sexo tiene algo particular que aportar en la vida social, olvidando que la vida se complementa por ambos sexos, no se compite, y ese principio es lo que impide valorar a las mujeres hoy por hoy.
La normalización de la violencia contra la mujer es un problema jurídico, social y cultural que debe abordarse desde todas sus artistas, pues es la única forma de empezar cambios culturales, sociales y jurídicos en pro de la igualdad, la dignidad, la independencia y autonomía de las mujeres.
¿Por qué la violencia de género está tan normalizada?
La masculinidad toxica, el machismo internalizado, la misoginia, son todas las formas en las que estas creencias se refuerzan. Y, es un ciclo vicioso que solo se detiene concientizando, educando y desafiando. La interdependencia de todos estos factores personales, familiares, y sociales, son la causa primordial a la normalización de la violencia de género. Pero, ¿hasta cuándo seguiremos responsabilizando a las mujeres por ser víctimas de una sociedad machista?
No hay nada que una persona diga o haga que de permiso para que otra persona la lastime, controle o invada. Ni su cuerpo ni su mente.
Las mujeres debemos aprender a defender nuestros derechos, y también asumir nuestras responsabilidades; es hora de que participemos del mundo vital de los hechos donde somos protagonistas, debiendo superar todos los obstáculos que nos imponen las costumbres y la sociedad, entonces podremos ocupar un lugar destacado dentro de la sociedad y podremos asumir tantas o más responsabilidades como los hombres, en los diferentes ámbitos, laborales, políticos, empresariales, profesionales, artísticas y de cualquier naturaleza. Las mujeres seguimos estando infrarrepresentadas en los espacios de poder y decisión. Por ello la necesidad de trabajar desde la base para que seamos dueñas de nuestro futuro y se escuche nuestra voz.
Mi felicitación y corresponsabilidad con cada una de las mujeres en la sociedad, que día a día hacen que la brecha de la desigual se vuelva más corta y las oportunidades más altas si de participación y empoderamiento social se trata.
“Yo no deseo que las mujeres tengan poder sobre los hombres, sino sobre ellas mismas”: Mary Wollstonecraft.
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*Account Auditor QA. Administradora de negocios internacionales y especialista en mercadeo internacional de la Universidad Pontificia Bolivariana.
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