Por: Paola Guarín/ Las riquezas de un país se miden al igual que la calidad de vida de sus ciudadanos y Colombia no se escapa de la palestra pública al ser objeto de diferentes controversias suscitadas por la tensión existente entre la Minga indígena y el poder ejecutivo.
Lo que queda claro en este país, es que los diálogos quedaron a un lado y las manifestaciones como la ruta de la Minga hacia Bogotá para confrontar al presidente Iván Duque, es la génesis que estalla como detonante sobre la ausencia y famélica gestión del Gobierno nacional, donde los canales virtuales como la programación televisiva parece ser, el único escenario de acción que percibe el colectivo ciudadano.
Implorar por un debate político, como lo han manifestado nuestros hermanos indígenas, no es un capricho de pocos, por el contrario, tienen todas las justificaciones y motivaciones de hecho y derecho para que sean tenidos en cuenta en todos sus componentes sociales, especialmente en el Estado Social de Derecho que nos acoge.
Un debate público donde el respeto a la vida, la paz, el territorio y la democracia y los mecanismos para garantizar estos derechos, pone en el ojo del huracán, el papel que están escribiendo el gabinete de Duque versus el temor de conversar con la riqueza cultural que posee nuestra nación, es decir los pueblos aborígenes.
Quisiera creer que los esfuerzos por afrontar las adversidades, es el plus de toda gobernabilidad, respetando pilares fundamentales, tomando como referente los derechos humanos y el trato digno a su pueblo. Quisiera también soñar en el respeto frente a los líderes sociales y su protección frente a grupos al margen de la ley. Lamentablemente debemos soñar con los pies en la tierra y es aquí donde no quiero ser ave de mal agüero, pero las declaraciones de los ministros y el proceder del poder ejecutivo, denota una intención del Gobierno de deslegitimar las manifestaciones de la Minga y de quienes se movilizan hacia Bogotá, pese a garantizar el cumpliendo con los protocolos de bioseguridad como el uso de tapabocas, la desinfección con alcohol y hasta el uso de guantes.
Los voceros de la Minga, exponen su indignación con 67 masacres perpetradas durante este año en el país, según Indepaz y los asesinatos frecuentes de miembros de las comunidades indígenas.
El día de ayer, las comunidades indígenas del Cauca despertaron con la noticia del asesinato de Fredy Güetio Zambrano, exgobernador indígena de 51 años y su esposa, Reina Mera. Adicional a ello, se reportó el homicidio de un menor de 16 años, hijo de otro líder aborigen, en el municipio del Bagre, Antioquia.
Parece que tomar acciones eficaces, no son el fuerte de nuestro gabinete presidencial, más aun cuando denotan cierta marginación y poco tacto, cuando se trata de dignificar la defensa de la vida en nuestros territorios, pues ni los pueblos indígenas se escapan a las masacres selectivas de las diferentes y diversas estructuras criminales que se fortalecen con las debilidades de gobernabilidad que se desnudan a todo dar.
El miedo que siembra la movilización de indígenas, motiva a su desacreditación pro parte de ministros y voceros del Gobierno, pero lo cierto es que las únicas armas que gozan nuestros hermanos étnicos, es la voz de un pueblo olvidado, coartado y segregado por la indolencia e indiferencia del mismo Gobierno nacional, que exige nada más ni nada el respecto a la vida, el territorio y la dignificación de los derechos étnicos.
*Abogada.
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