Por: Érika Bayona López/ La Navidad es una época del año sensible donde convivimos con una extraña mezcla de sentimientos encontrados, ocultos bajo el fastuoso oropel de las calles iluminadas, el repiqueteo de los villancicos, las compras compulsivas y las reuniones familiares y sociales encadenadas. Pero, en especial lo es aún más para las personas que han sufrido algún tipo de perdida significativa como la de un ser querido, la ruptura de una relación, el quiebre de un negocio o un empleo, perjuicios materiales, una enfermedad terminal, entre otros duelos propios.
En estas épocas decembrinas debemos normalizar tener duelos, sentirnos tristes, solos y no tan anímicamente felices para enfrentar estas fechas como la mayoría de gente lo haría. No todos debemos tomar estas fechas como nuestra cultura nos marca, aquella en la que solo estamos felices y acompañados. En días tan emblemáticos como el 24 y 31 de diciembre también se siente tristeza, también queremos estar solos, también nos derrumban situaciones internas de cualquier tipo que nos hacen sentir vulnerables, como también es verdad que depende de nosotros mismos en cómo las enfrentamos. No importa el duelo que se sienta, siempre debemos tener presente a Dios acompañándonos y pensar y sentir que todo será para bien. El mejor aliado siempre va a ser el tiempo, es solo el tiempo el único que nos sana, nos fortalece y nos ayuda a crecer. Para poder llegar a esa normalización es necesario y prudente comprender la realidad y acto seguido confrontarla de la manera más amigable posible exprimiendo lo mejor de ella sin que ello empañe la circunstancia.
Debemos partir de la esencia de la palabra duelo, que quiere decir ese estado de circunstancia de no avanzar y la abnegación de adaptación donde lo primordial de ese estado emocional es vivirlo y afrontarlo de una manera responsable, viendo posible la ayuda profesional, ya que la salud mental por temas de pos-covid ha tenido unos disparos alarmantes que no podemos negar que en esencia es donde el ser humano más debe velar por su tranquilidad y paz mental.
La ausencia de un ser amado y su recuerdo evocador se hace aún más agudo durante este tiempo de celebración. Y, nos preguntan: ¿Cómo en un contexto en el que parecemos “obligados” a ser felices podemos dar espacio y manejar sentimientos como la tristeza, la frustración o el enfado?
Los duelos son un coctel de emociones complicadas de digerir, no existe forma correcta o incorrecta de lidiar con las ausencias significativas en estas fechas, pero debemos confrontar eso con la mejor versión de cada uno. El duelo es una respuesta normal ante el dolor que nos acoge y más que estigmatizarse debería humanizarse como un proceso propio de la esencia del ser. Es aquí donde el rol familiar juega un papel fundamental siendo el amor filial ese bálsamo que todo lo cura y apacigua, al igual que rodearnos de personas positivas que mengüen o hagan más fácil y placentero la aceptación y la superación de este proceso.
Es ahí donde el autocontrol juega un papel primordial en esos momentos de resiliencia, siendo casi que necesario, al igual que el piloto automático en los vuelos de larga duración.
Es difícil sentirnos solos, pero eso no quiere decir que la soledad deba ser estigmatizada, por ello es tan necesario y genuino vivirlo, ya que nos permite desintoxicar el cuerpo y el ser. Hay que ser comprensivos y conscientes con el dolor propio y el dolor ajeno, mitigando el bullying, el escarnio público y la burla o el amarillismo. Estas reglas no solamente aplican para lo axiológico del ser sino también para el ejercicio profesional como el periodismo, la comunicación social, la psicología y las áreas de la salud, ya que desde ahí se parte el dar buenas o malas noticias y convivir con el resultado de ellas. Sobrellevar un duelo no se da de la noche a la mañana y desde ahí se debe comprender que el tiempo quizás es una de las mejores respuestas, como también el mejor aliado en tiempos de dificultad.
Si volcamos la mirada honesta hacia nuestro interior veremos que todos hemos sufrido en algún punto de nuestras vidas. En esta vida nadie sale ileso, todo el mundo parece tener algo de lo que quejarse o sentirse atemorizado. Pero, ¿por qué en Navidad el duelo se agudiza? Hay pérdidas que pueden ser especialmente tristes durante estas fechas, cada uno sabe con cuál se identifica más. Debemos tener presente que, el duelo nunca es un proceso lineal, sino el inicio de un camino hacia la aceptación de una realidad dolorosa. Suele tener una evolución diferente dependiendo de cada persona y, atraviesa todas las dimensiones del ser humano: física, mental, emocional, relacional, espiritual y de valores.
Mas allá de un mal rato, a este proceso se le debe dar un giro de adaptación que permita restablecer ese equilibrio personal donde a pesar del dolor o el sufrimiento debemos manejarlo de una manera prudente y responsable, y, saber con quienes compartimos estas circunstancias. Este tipo de realidad emocional es el afloramiento de sensaciones que están en su mejor rigor, siendo este un proceso natural que en cualquier momento de la vida cada individuo sobre la faz de la tierra convivirá con esta circunstancia y lo llevará a su mejor ritmo.
Por eso, podemos tratar de aprovechar la dimensión familiar y espiritual de estas fechas como un tiempo sanador para seguir “caminando y protagonizando nuestro duelo”.
Es muy importante otorgarnos el derecho a estar tristes, irritables, etc. Exploremos nuestras maneras de expresar sentimientos y lleguemos a nuestro interior. Ser compasivos y concedernos el tiempo necesario no quiere decir con ello que debamos limitar la ayuda profesional o el apoyo psicológico que más que una circunstancia es una necesidad a la cual debemos recurrir para poder sanar.
Para todas las personas que han sufrido pérdidas recientes o lejanas, de todo tipo que sea, les envío un abrazo de corazón a corazón, ya que no están solos y donde quiera que estén siempre hay alguien dispuesto a escucharlos y a orientarlos. Siempre que, después del naufragio y turbulencia, viene la calma, y con ello la resignación y la aceptación de la pérdida en cualquiera de sus dimensiones.
Como dice Fyodor Dostoyevsky: “Cuanto más oscura es la noche, más brillantes son las estrellas. Cuanto más profundo es el duelo, más cercano está Dios”.
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*Account Auditor QA. Administradora de negocios internacionales y especialista en mercadeo internacional de la Universidad Pontificia Bolivariana.
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