Por: Adrián Hernández/ Era una tarde soleada del mes de junio y casi dormido escuché la voz del profesor Zerda, mi profesor de biología de primer semestre de psicología: “todos los organismos vivos están codificados genéticamente para nacer, crecer, reproducirse y morir”; su voz retumbó muy cerca de mi hipocampo, supongo porque estaba en ese umbral de estar ahí y no estar. Acababa de almorzar y la dulce modorra había llegado. Pocos días después me dije a mi mismo: “lo del profesor Zerda estuvo bien, pero también he escuchado que los seres humanos debemos cumplir con algunas metas antes de morir: escribir un libro, sembrar un árbol y tener un hijo”.
Para entonces yo llevaba unos seis años de sacerdote en ejercicio y estaba muy lejos de lo que llegó a mi mente después de la disertación del profesor. Haber: lo de escribir un libro, pues siempre ha estado en mí, pero lo he logrado aplazar, lo de sembrar un árbol totalmente cumplido, mi procedencia campesina ya me lo había permitido y lo de tener un hijo, pues graves, había hecho promesas de celibato y ni modos. En relación con lo del profe pues ahí iba; nacer, pues ya estaba, crecer, lo estaba haciendo, reproducirme y como con quien y lo de morir, siempre listos como dicen los boy scouts. Pero a todo esto sentía que le faltaba algo.
No hay duda que eran las grandes y enigmáticas preguntas que se ha hecho el ser humano no solamente de aquello cuanto le rodea sino además de aquello que le acompaña. Creo que eso faltaba. Poco a poco fui descubriendo que desde el mismo momento en que la especie Homo y concretamente Sapiens tomó distancia de sus congéneres, es decir todas las demás especies de simios, quedó atrapado en algo que le caracteriza y le hace único y es la capacidad de trascender.
¿Pero de qué hablamos cuando abordamos ese tema de la trascendencia? La respuesta está implícita entre lo dicho por el profe Zerda y el pensamiento que tuve días después. Pues cuando se nace se abre la valiosa oportunidad, única además de vivir una vida que solo me pertenece y es durante el crecimiento donde se puede ejecutar todo lo soñado, anhelado y planeado, es en la reproducción donde la existencia se prolonga, ver crecer y correr nuestros genes en nuestros hijos es una fantasía, y finalmente en el morir se cierra el ciclo y se abre para las generaciones que quedaron pues siempre habrá un pretexto para decir: mi papá lo hacía así, lo aconsejaba de esa manera. Los familiares, entre ellas la esposa también se gozará en traer la recordación.
Etimológicamente el término trascendencia viene del latín trascendens que significa superar, sobrepasar, ser mejor que otros, extenderse; se puede ubicar en la línea de lo que está más allá de lo perceptible y de las posibilidades de la comprensión. Esta posibilidad lleva a que el ser humano siempre se ponga en una constante búsqueda de querer hallar, y por supuesto durante todo este recorrido va dejando una estela algunas veces imperceptible para él mismo pero que resalta ante los ojos de los demás.
Hemos de decir que la trascendencia ha sido ubicada en contextos religiosos como aquello que está después de la muerte y claro está es una posibilidad a la que nadie se cierra pues aún hoy el tema de qué hay después de la muerte no está agotado. Sin embargo, para efectos del presente escrito prefiero dejar la trascendencia para el uso de lo cotidiano, de lo trivial de la vida de tal manera que se constituya en una tarea para realizar aquí y ahora.
Algunos dudan que la trascendencia sea una cualidad específicamente humana en tanto que los estudios que se han hecho con especies cercanas al ser humano, algunas clases de simios especialmente las especies grandes como orangutanes y chimpancés especialmente algunos bonobos han manifestado tener ciertas capacidades similares. Su desempeño conductual llega hasta la imitación incluso de conductas complejas sin que se alcance la pretensión de dejar legado en la línea de superar o sobrepasar intencionalmente lo que están haciendo.
Desde una comprensión neurocientífica, la presencia de neuronas espejo en menor grado en orangutanes y en mayor grado en chimpancés bonobos, ha llevado a la pregunta de los científicos de si estas categorías presentarían tipificaciones para decir que también ellos tienen y practican la trascendencia, dado que al parecer las neuronas espejo ayudarían a que algunos comportamientos como la empatía y quizá el altruismo se puedan desarrollar en estos vertebrados.
Los etólogos por ejemplo han quedado sorprendidos de la presencia de comportamientos empáticos y altruistas en las especies anteriormente mencionadas pues se ha visto que hay actitudes comportamentales en algunos grupos de familias en relación con ancianos e infantes, así como de sacrificio y de especial cuidado de lo que podrían ser “tías” con los más pequeños. Con todo y esto es que se abre la pregunta de si estos comportamientos son de corte trascendente.
La discusión se zanja por los teóricos de la mente cuando se analiza la empatía y se descubre que esta cualidad lleva a situarse en la mente del otro y de “leerla”, lo que es mucho más complejo que actos por imitación que es a lo que en gran parte conlleva la presencia de neuronas en espejo y por lo cual reaccionarían los simios. Esta capacidad de captar las intenciones del otro es muy compleja en los humanos y puede llegar hasta siete transiciones, a decir, por ejemplo, el humano es capaz de deducir que A cree que B opina que C considera que el grupo D se obsesiona con la idea que X piensa que Z intenta perjudicarlos.
Es justamente esta capacidad única junto con la imaginación, la búsqueda del sentido, la abstracción y el simbolismo lo que lleva a que se consolide el afán trascendental característica particular de los seres humanos y la que verdaderamente nos hace humanos. De ahí que, siendo un viaje hacia el interior y hacia la esencia, sea una cualidad que nos hace Inteligentemente Espirituales.
Cada día que pasa de nuestra existencia es una oportunidad para poner en juego nuestra capacidad trascendente, no podemos pasar la vida cumpliendo lo que el profe Zerda me enseñó pues no habría diferencia con los demás organismos vivos: se trata de dejar este mundo mejor de lo que lo encontramos. Es ir más allá; por eso un libro, un árbol o un hijo son los testigos de que pasamos por acá y nuestro paso fue trascendental, no solo para cada uno, sino para el planeta y para la existencia.
Para cerrar he de mencionar la trascendencia en Corrillos. El proyecto Corrillos acaba de cumplir 10 años y veamos que ha dejado estela, por eso es amado por muchos y quizá no querido por algunos. Está trascendiendo y sus fundadores sienten cada día la satisfacción de que han fundado un medio imparcial de crítica de denuncia, pero también un medio que ha dado paz, tranquilidad, justicia y porqué no amor a las personas que le han podido consultar.
¡Mis mas sinceras felicitaciones a Juvenal Bolívar y todo su equipo editor!
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*Filósofo y Teólogo. Psicólogo Universidad Nacional. Magister en Biociencias y Derecho Universidad Nacional. MBA Inalde Bussines School. Director Programa Inteligencia Espiritual Medirex.
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