Por: Érika Bayona López/ Hace unos días tuvimos la oportunidad de deleitarnos viendo la selección Colombia en la participación estelar en la Copa Mundial Femenina de la FIFA de Australia y Nueva Zelanda 2023, donde tuvieron la tenacidad de llegar hasta cuartos de final y en donde representaron al país de una manera memorable, mostrando no solo de lo que son capaces las mujeres de nuestra selección, sino también dejando en alto su tenacidad y entrega, ocasionando la unión de un país entero estén en donde estén. Colombia merecía este sentimiento y es por esto que hoy quiero hablar sobre la diferencia tan abismal que existe en el futbol masculino y femenino.
Lo juegue quien lo juegue, el futbol es uno solo. Las reglas son las mismas. Los objetivos no cambian. La pasión que nos despierta el futbol como colombianos es igual, al final lo que se juega es un mismo deporte: Fútbol. Este deporte, aunque parece haber nacido únicamente para hombres, también es digno de ser jugado por mujeres.
La desigualdad de género aún persiste en las sociedades del mundo, es imposible que hablemos de equidad de género en un deporte en que las cifras por las que se sella el fichaje de un jugador estrella superan por miles de millones de dólares o de euros las expectativas que cualquier futbolista aficionado puede tener en el difícil sueño de lograr entrar a las grandes ligas del fútbol mundial. Si es una tarea dura para los hombres, que por mucho tiempo se pensaron los dueños absolutos del fútbol, ¿qué queda para las mujeres que albergan un desafío semejante?
No queda duda de que las futbolistas colombianas entre más desafíos tienen, más demuestran su grandeza. Estas poderosas jugadoras dejan en alto el nombre del país sin recibir ni la mitad del pago y beneficios en general que reciben los jugadores convocados a la selección. Sin embargo, la exigencia histórica de las mujeres les da fuerza a todas, por esta razón, cada desafío ellas lo afrontan con altura, por ejemplo; las notorias desigualdades (salariales, técnicas, deportivas, de escenarios competitivos, etc.). A todo eso ellas responden con logros y clasifican a un mundial sin el despliegue periodístico, político o económico que se hace de las selecciones masculinas, ni tampoco la euforia o el desborde presupuestal invertido para ellos.
Esta no es una columna para revictimizarlas, ellas son talentosas y valientes y por ello revictimizarlas nunca será lo que merecen, sin embargo, es necesario hablar de situaciones que por darles categoría de “normales” no se les dan solución.
A las mujeres en el deporte igual que en la ciencia, la política o el arte, les corresponden unas luchas nada triviales. Por eso, para las jugadoras de la selección, las finales más exigentes no son las de la Copa América, sino las que se deben jugar contra la misoginia, el machismo y la homofobia en un país que se niega a vivirse desde el respeto por las diferencias, lo cual se agudiza en sistemas institucionales como la Federación Colombiana de Fútbol, dado que no es un secreto que las garantías que tienen los jugadores masculinos son absolutamente mejores que las otorgadas a las mujeres. De hecho, por primera vez se observa que ellas tienen una camiseta diseñada especialmente para ellas, pareciera algo irrelevante, pero es un claro indicador de que no hay equidad e igualdad de derechos.
La inequidad de género sigue siendo uno de los problemas que más afecta al desarrollo de América Latina y el Caribe. La participación laboral femenina sigue 30 por ciento más baja que la de los hombres. Y la diferencia entre países es también abismal.
Pero volvamos a la cancha. Ni siquiera las mejores jugadoras quedan exentas de jugar en un campo disparejo. Mientras Lionel Messi recibe 130 millones de euros al año, Ada Hegerberg (la mejor jugadora del mundo según la FIFA) recibe 400.000 euros al año, un sueldo 325 veces menor al del argentino. Las mujeres seguimos siendo consideradas ciudadanas de segunda clase y no es sólo por el dinero.
Ya va siendo hora de que la Federación y el sistema en general (Estado, sector privado y los actores que correspondan) le den el trofeo de dignidad, justicia, equidad e igualdad de derechos que las futbolistas colombianas merecen y se han ganado con notable esfuerzo.
Finalmente, debo decir que, aunque duele que no hayan sido campeonas de la Copa América haciendo una presentación loable de principio a fin, no se puede obviar el reconocimiento que merecen. Por eso, de mi parte les doy aplausos de pie y que su mejor premio sea no tener que hacerle goles al machismo todo el tiempo, que su tiempo sea invertido en el deporte y no en la defensa de sus derechos que deberían garantizarse y ya, que tengan una liga digna que les haga competitivas y no las deje detrás del nivel de jugadoras de otros países que sí cuentan con las garantías necesarias, que puedan proyectarse a ligas internacionales, seguir creciendo profesionalmente y dejando en alto el nombre de Colombia.
La selección Colombia rozó la gloria en este mundial de 2023, por ello nuestras superpoderosas no solo hicieron historia, sino también demostraron que pese a la adversidad y tener muchas desigualdades deportivas en el propio país que representan, han dejado un estatus muy alto del cual la selección masculina, pese a su gran respaldo financiero y técnico, con gran dificultad han podido igualar. Por esto, el legado más grande que dejan nuestras futbolistas es la mentalidad ganadora, casi inédita en nuestro medio y paradójicamente, retar y dejar en entre dicho la gestión y la mediocridad con que se forja la liga del futbol femenino colombiano.
Gracias Mujeres poderosas por hacerle goles a todos los desafíos y no rendirse en esta valiosa causa de vida. Siempre le sacaremos tarjeta roja al machismo y dejaremos fuera de lugar a los ataques que les hacen. ¡Felicitaciones y adelante!
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*Acount Auditor-QA / MBA y Máster en Project Management. Auditor interno BASC. Administradora de Negocios Internacionales y Especialista en Mercadeo Internacional de la Universidad Pontificia Bolivariana.
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