Por: César Mauricio Olaya Corzo/ La elección de Rodolfo Hernández como alcalde de Bucaramanga para el periodo 2016-2020 fue, como se dice popularmente, “un palo”, pero rápidamente se convirtió en una serie de golpes para la ciudad. Su inexperiencia en lo público no tardó en evidenciarse, y una cadena de desaciertos terminó por sepultar las aspiraciones de una Bucaramanga moderna, que, aunque con fallas, las anteriores administraciones intentaban construir.
La ciudad se vio obligada a navegar un laberinto de decisiones arbitrarias y caprichosas, desde la permisividad con los transportadores informales con su célebre “me haré el pingo… miraré para otro lado”, hasta su intento por transformar los cerros orientales en un terreno cimentado, despreciando el valor ambiental que estos representan para el presente y futuro de la ciudad. Solo la acción decidida de quienes luchamos por la vida logró, al menos, frenar reducir los impactos proyectados en la mente del gobernante, donde poco y nada le importaba la destrucción de estos valiosos espacios verdes, donde proyectaba sería el trampolín perfecto para futuros procesos de urbanización.
La lista de errores es larga, pero destaca el manejo oscuro del negocio de las basuras, cuyas irregularidades fueron tan evidentes —notariado incluido— que hoy, Hernández, enfermo en fase terminal, carga con el estigma de ser literalmente un delincuente.
Uno de los mayores desastres de su administración fue la intervención en el Área Metropolitana de Bucaramanga. Llegó con el látigo de la revancha y, por su ceguera e incompetencia, convirtió a esta entidad en una sombra de lo que fue, lo que se refleja hoy, convertida en una entidad presa de intereses corruptos que buscan convertir sus ya escasos recursos en parte de la torta y la feria de los recursos para el actual mandatario.
De todo el legado negativo de Hernández, me duele el abandono del Parque Lineal Quebrada La Iglesia, un proyecto emblemático de desarrollo urbano que debía conectar Bucaramanga con Girón a través de un espacio para el bienestar de la ciudadanía. Este proyecto, bajo la dirección de Consuelo Ordóñez de Rincón, estaba llamado a ser un modelo de regeneración urbana. Sin embargo, cuando Hernández asumió el poder, con su política de venganza, dejó el proyecto a medio camino, privando a Bucaramanga de uno de los escenarios más hermosos para la recreación y el bienestar.
Mientras me encontraba en Montería, Córdoba, recorriendo el Parque Lineal del río Sinú, no pude evitar comparar y sentir un tris de envidia. Montería ha logrado lo que Bucaramanga perdió: un espacio urbano de casi 8 kilómetros que no solo ofrece seguridad, sino que también es un refugio de biodiversidad, con áreas de recreación y un entorno natural envidiable. Aquí, la seguridad es tangible, no una mera estrategia de marketing.
Mi experiencia en Montería me recuerda las promesas rotas y las oportunidades perdidas de Bucaramanga. Hoy, Montería avanza con firmeza en la construcción de un futuro urbano y ambiental, mientras Bucaramanga se hunde en el caos y la corrupción, víctima de sus propios errores electorales.
La vida presente
El motivo de mi visita a Córdoba lo alentaba un necesario relax, que siempre me brinda el integrarme con la naturaleza y que en días anteriores me había permitido recorrer distintos espacios del complejo de ciénagas que conforman la cuenca baja del río Sinú, en jurisdicción de los municipios de Lorica y San Bernardo del Viento, la tierra del maestro del periodismo Juan Gossain.
En mi hobby por la pajarería (disfrute de la observación y/o la fotografía de aves en sus entornos naturales), en un recorrido con un reconocido médico paisa con el que hicimos equipo para este periplo, se lograron maravillosos registros de Tesoros Alados, con la curiosa situación que especies no solo de aves que no había logrado ver los días anteriores, habían desfilado ante mis ojos en los verdes bosques que le hacen marco al paso lento del río.
Primero me encontré con una hermosa Garza Coroninegra (Nycticorax nycticorax) qué sin ser molestada, observaba a un grupo de jóvenes que hacían piruetas en sus tablas en un espacio diseñado para la práctica del Skateboarding, uno de los nuevos deportes olímpicos estrenados en Francia.
Más adelante, sorpresa mayor al poder llevarme el registro de una de las últimas especies de aves clasificadas recientemente, el Hornero Caribeño (Furnarius longirostris), que se asomaba entre las ramas y se hacía notar con su sonora vocalización.
Y si la sorpresa era grande, más lo sería encontrar una pareja de monos aulladores, qué a escasos tres metros sobre las cabezas de los transeúntes, se integraban desde su plataforma arbórea, donde además ardillas, osos perezosos e iguanas, corroboraban la condición ambiental positiva del parque.
Y si esta condición natural no fuera suficiente razón para llenar de orgullo a los monterianos, habría que sumarle que el parque cuenta con extraordinarias plazoletas adornadas de bellas obras de arte escultórico, como los homenajes al porro y su máxima representante María Varilla que danza al ritmo de los músicos corraleros y al reconocido compositor vallenato Compae Chipuco.
En fin, al irme de esta acogedora ciudad, no puedo dejar de concluir que hoy Bucaramanga tiene lo que se merece y todas las sombras que hoy nos acechan, son el resultado de nuestras equivocaciones en materia electoral, donde vamos de desacierto en desacierto.
La vida presente me ofrece un respiro, pero también un recordatorio doloroso de lo que Bucaramanga pudo ser. Mientras camino por este parque en Montería, con su biodiversidad y su tranquilidad, pienso en la ironía de una ciudad que se vende como moderna y progresista, pero que sigue atrapada en sus propios fantasmas.
Bucaramanga tiene lo que se merece. Las sombras que hoy la acechan son el resultado directo de nuestras malas decisiones electorales. Es hora de despertar y corregir el rumbo antes de que sea demasiado tarde.
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*Comunicador Social y fotógrafo.
(Esta es una columna de opinión personal y solo encierra el pensamiento del autor).