Por: Holger Díaz Hernández/ “Todas las crisis en la vida, tienen un relámpago que nos ciega o nos ilumina. El resultado depende de nosotros”: Víctor Hugo.
Un año después de haber concluido casi definitivamente la pandemia viral más catastrófica de la historia, hoy nos preocupa otra que a pesar de tener características totalmente diferentes podría tener un efecto muy grave sobre la humanidad. El crecimiento de la inflación en la economía mundial ha impactado de tal manera, que el presidente estadounidense Joe Biden ha reconocido que su país está atravesando por una “ligera” recesión técnica, que ha obligado a la Reserva Federal de ese país (Fed) a subir como nunca antes las tasas de interés y a tomar medidas de choque para contrarrestar los nubarrones de recesión que se asoman en el horizonte, las perspectivas a corto y mediano plazo indican que el futuro no es halagüeño para ninguna nación en el mundo.
Esto ha llevado a que muchas voces, entre ellas la de Antonio Guterres, secretario general de la ONU, vaticinen que la próxima pandemia será de hambre y miseria, que el 2022 estará marcado por dificultades en el acceso a los alimentos y en el 2023 muchos carecerán de los mismos.
Las proyecciones económicas globales vienen decreciendo de manera consistente, lo cual obedece a diferentes dinámicas macroeconómicas:1. La continuidad de la guerra en Ucrania (uno de los mayores productores mundiales de trigo, cebada, maíz, aceite de girasol y fertilizantes), 2. La inflación que es la más alta en los últimos 30 años 3. La crisis energética de Europa producto del cierre del abastecimiento de gas por parte de Rusia, 4. El endurecimiento de las políticas monetarias de los países más fuertes y 5. La crisis climática, con sequías en África, olas de calor en Europa y Asía y tormentas tropicales y huracanes en centro y Norteamérica.
En Colombia el pasado mes de septiembre el IPC (índice de precios al consumidor) llegó al 11,44%, el más alto desde 1998, a expensas de un alza marcada en los precios de los alimentos, producto del aumento en los precios de los insumos agropecuarios y de los fertilizantes, que se sitúan entre el 25 y el 30% (los huevos en un 33% y la leche un 30%), hoteles y restaurantes el 16,27%, los productos del hogar el 16,2% y en los servicios públicos, el precio de la energía ha aumentado un 27,29%, afectando significativamente a las familias de la clase media y a los más pobres.
Al mismo tiempo somos el país que más crecerá en América Latina durante el 2022: 7,6% muy por encima de los demás pero la proyección para el 2023 está entre las más bajas: entre el 0,7 y el 2,2%, aspecto que enrarece el futuro de nuestra economía y hace saltar las alarmas porque estamos frente a una “tormenta perfecta” que nos podría llevar a la peor crisis en muchos años.
Esta escalada inflacionaria, ha llevado al Banco de la Republica a subir las tasas de interés de manera sostenida, con el objetivo de frenar o por lo menos mitigar los efectos negativos de la misma, posición que no ha compartido el presidente Petro quien ha hecho un llamado de atención porque considera que este no es camino adecuado, ya que solo se estaría favoreciendo al sector financiero, advirtiendo además que estamos ad portas de una posible recesión para el 2023.
Esto como resultado de influencias externas por las condiciones de la economía mundial pero también debido a factores internos como el coletazo de los paros del 2021, de la incertidumbre sobre los alcances de la reforma tributaria en trámite en el congreso, la devaluación del peso a expensas del dólar, la caída en las ventas de vivienda y de los anuncios del congelamiento de los nuevos contratos de exploración de petróleo y gas, decisión que ha propiciado una de las discusiones más viscerales entre gobierno y oposición, que incluye también a los ambientalistas y a la casi totalidad de los gremios de la producción por las implicaciones que esto tiene en el presente y futuro no solo de la madre tierra y el calentamiento global (generamos el 1.3% de la emisión de gases efecto invernadero), sino porque tenemos una dependencia estructural en nuestra economía de la exportación de petróleo y carbón y el no contar con esos ingresos nos enfrentaría entre otras cosas en el mediano plazo a la imposibilidad de pagar la deuda externa, lo que se ha llamado “default”, que sería catastrófico para el país.
A Iván Duque le tocó bailar con la más fea durante el cuatrienio anterior por culpa de la pandemia del Covid-19 y al gobierno de Gustavo Petro lo amenaza la peor crisis económica mundial en las últimas décadas.
De su talante, liderazgo y manejo atinado de las riendas del país, depende que Colombia navegue adecuadamente entre las turbulentas aguas de una inminente recesión por lo demás imparable. No es hora de improvisaciones, el gobierno tiene que sacar sus ases bajo la manga y tomar las decisiones necesarias, así sean dolorosas para sortear un momento difícil, pero del cual saldremos adelante.
“En los momentos de crisis, sólo la imaginación es más importante que el conocimiento”: John Maynard Keynes, economista inglés.
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*Médico cirujano y Magister en Administración.