Por: César Mauricio Olaya/ Los hechos de las últimas semanas que han tenido como escenario el campus central de la UIS, además de generar la oposición de la mayoría del cuerpo universitario, estudiantes no vinculados a la protesta, profesores, administrativos y trabajadores, pone en evidencia una forma de protesta que pareciera estar poniendo frente al espejo, a un grupo al que pareciera importarles muy poco el sentido de lo público que le ha querido poner como marca propia el actual rector y que entre otras cosas, le ha permitido transformar la universidad en mejoramiento de la infraestructura, espacios comunes, dotación de laboratorios y un posicionamiento de la universidad en el sentir ciudadano, como no había ocurrido en los últimos 70 años, donde si bien se reconocía la universidad como epicentro del saber de los santandereanos, se percibía el claustro como un ghetto separado de la ciudad y de su acontecer, al punto que solo era noticia cuando se generaba alguna protesta estudiantil.
Primero fue el acto vandálico contra el vehículo particular del rector Porras Díaz, en manifiesto revanchista por la presunta permisividad de las directivas, en los procesos de investigación contra presuntos actos de acoso sexual de unos pocos profesores denunciados, pretendiendo que la sola denuncia catapultara en acciones inmediatas contra los denunciados, obviando la necesidad de un debido proceso, donde las pruebas constituían en talón de Aquiles de las acciones de respuesta, so pena de arriesgar o una injusticia o una demanda, donde sin duda el perdedor sería la universidad.
Posteriormente se escucharía el rumor de una pretendida acción vandálica que amenazaba con incendiar uno de los edificios del claustro, en apoyo a la misma causa de propender por levantar una voz de protesta en contra de la participación del señor gobernador, como cabeza del Consejo Superior, ligando su nombre con el de su padre, actualmente inmerso en un proceso judicial por supuesto apoyo a fuerzas del paramilitarismo en Santander.
El pasado viernes el hervor de la protesta alcanzó instancias impensables, cuando un grupo de encapuchados, coloquialmente llamados “capuchos”, acordonaron a un agente de policía, le quitaron su moto, la pasearon como trofeo por parte del campus y finalmente la incendiaron.
A lo largo de todo el país, las protestas de este tipo se han ido escalonando al interior de las universidades públicas. Universidad del Atlántico en Barranquilla, la Nacional de Antioquia y Valle del Cauca y la Distrital de Bogotá. El factor común: capuchos con acciones de violencia y vandalismo extremo.
En las anteriores capitales los alcaldes se han visto obligados a cumplir con su deber constitucional y ordenar la reacción de las fuerzas del orden, en cabeza del Esmad, que desafortunadamente se ha caracterizado por excesos en su reacción, poniendo en alto riesgo a la población académica no involucrada en los actos de protesta, pues para ellos la sinomia entre estudiante universitario y capucho no tiene diferencia alguna.
Al cesar el calor de las acciones, se señala a los gobernantes por su decisión de ordenar el ingreso de la policía a los campus, exhibiendo como baluarte de defensa, la llamada autonomía universitaria, que propende porque los problemas se resuelvan desde adentro y cuando se buscan respuestas adentro, la tilde se pone exigiendo que no hayan procesos académicos o aplicación de normas disciplinarias contra los impulsores de la protesta.
La universidad tiene su razón de ser en el estudiante y debe hacerse claridad que no todos llevan una capucha para expresarse. La protesta es un derecho y con certeza que muchos logros nacieron en el corazón de una protesta.
Ahora, ¿bajo esta premisa se debe ser permisivos con el vandalismo que raya con la criminalidad? Un llamado a la racionalidad y al sentido común para los capuchos y es que no pueden olvidar que están actuando con violencia, que están utilizando elementos con algún nivel de letalidad, que su accionar puede abocar en una reacción de las fuerzas del orden, teniendo como escenario el claustro universitario.
Por último, una hipótesis personal y le apunta al anuncio hecho por el líder de las Farc, Iván Márquez al momento de renunciar al proceso de paz y reintegrarse a la guerra, cuando manifestó que la lucha ya no será en los campos, sino que se trasladará a las ciudades. Pregunto: ¿se está haciendo uso de la protesta académica, como mecanismo para impulsar esta nueva forma de guerra? Ojo avizor.
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