Unos 50 millones de personas en el mundo se han visto sometidos a algún tipo de esclavitud moderna, según reporta la Organización Internacional del Trabajo, OIT, agencia integrante de las Naciones Unidas.
El informe, que se realizó en asocio con la Fundación Walk Free, señala que a finales de 2021 unos 28 millones de personas ejecutaban trabajos forzados y otros 22 millones habían sido obligadas a casarse fuera de su consentimiento.
Para el director general de la OIT, Guy Ryder, «esto representa un aumento significativo de las cifras desde las últimas estimaciones», publicadas en 2017. El directivo señaló que hay 2,7 millones de trabajadores forzosos más y otros 6,6 millones más de personas en matrimonio forzado. «La mala noticia es que vamos en la dirección equivocada», sostuvo.
Pandemia como catalizador del trabajo forzado
Lo que indican las cifras de la organización es que una persona de cada 150 millones enfrenta esclavitud moderna, en todo el mundo. Un índice que va en contra de los objetivos de la ONU, que pretendía acabar con este problema para 2030.
La pandemia ha sido uno de los elementos que más han agudizado la situación, ya que, a falta de poder trabajar o viéndose bloqueadas sus fuentes económicas, millones de personas se vieron obligadas a aumentar su endeudamiento y aceptar trabajos que utilizan prácticas ilegales.
Además, los conflictos armados y el cambio climático incrementan el riesgo de que las personas terminen en esa condición. «Una perturbación sin precedentes del empleo y la educación, el aumento de la pobreza extrema y la migración forzosa e insegura» son los ingredientes propicios para que la gente termine trabajando de manera forzada, indica la entidad.
Para Ryder, «cualquiera que se encuentre en una situación de vulnerabilidad económica y social corre un mayor riesgo de trabajo forzoso que los demás». Y destaca el ejemplo de los trabajadores migrantes, «que tienen tres veces más probabilidades de encontrarse en situaciones de trabajo forzoso que los demás».
Los sectores más proclives a la explotación son, según la ONU, los servicios, la industria de manufactura, la construcción, la agricultura, el trabajo doméstico, los obligados a mendigar en las calles y los forzados a trabajar en actividades ilícitas.
La OIT también señala que hay Estados que obligan a sus ciudadanos a trabajar forzosamente, como en el caso de las prisiones, el reclutamiento militar abusivo o los que se ven obligados a trabajar «para impulsar el desarrollo económico» del país o de una comunidad, según promueven algunos discursos políticos.
Según la OIT, el trabajo forzoso se presenta principalmente en países de rentas medias-altas y altas y no solamente en países pobres, como se suele pensar. «Para sorpresa de muchos, en los países con mayores ingresos también hay trabajo forzoso, y la explotación sexual también es una parte importante. Así que es un problema muy complejo y muy variado», dijo el director de la OIT.
China y Qatar, en la mira
En cuanto a China, la Organización de la ONU dijo que apenas a principios de este año el país había ratificado la Convención sobre Trabajo Forzoso, por lo que se espera comience a reportar sobre la crítica situación de la minoría musulmana de los uigures, que, según un informe de la ex alta comisionada de la ONU para los derechos humanos, Michelle Bachelet, a su salida del cargo, China los estaría sometiendo, entre otras situaciones, a trabajo forzoso en la provincia de Xinjiang. Este reporte también apuntó a acciones que podrían constituir crímenes contra la humanidad.
El Gobierno de Xi Jinping siempre ha rechazado estas afirmaciones y alega que los campos donde tienen a los uigures son lugares de formación profesional que ayudan a erradicar el extremismo.
Para Bachelet, estos planes de trabajo a los que están sometidos estos musulmanes son discriminatorios y pueden «implicar elementos de coerción».
En el informe de la OIT, se nombró también el caso de Qatar, donde existen acusaciones de violación de los derechos de los migrantes que trabajan en los preparativos de la Copa del Mundo de fútbol, que se llevará a cabo en noviembre.
Matrimonios forzosos
Según la OIT, los matrimonios a la fuerza, al contrario del trabajo forzoso, pueden ser “una sentencia de por vida”, ya que es un problema a largo plazo.
La cifra de mujeres y niñas -las más vulnerables a esa situación- forzadas a casarse aumentó en 6,6 millones, según las estimaciones de 2016 de la entidad. Además, el informe añade que las personas que sufren de trabajos y matrimonios forzados normalmente «no pueden negarse o no pueden marcharse debido a las amenazas, la violencia, el engaño, el abuso de poder u otras formas de coacción».
Según afirma la OIT, las regiones donde se presentan más matrimonios forzados, donde están involucradas niñas menores de 16 años, son Asia y el Pacífico.
Para intentar solucionar el problema del trabajo y el matrimonio forzoso, la agencia de la ONU propone, entre otras recomendaciones, “mejorar y hacer cumplir las leyes y las inspecciones de trabajo, poner fin al trabajo forzoso impuesto por el Estado, ampliar la protección social y reforzar las protecciones legales, incluida la elevación de la edad legal para contraer matrimonio a los 18 años sin excepción.