Por: Fray Andrés Julián Herrera Porras, O.P/ En su ensayo Una habitación propia, Virginia Woolf emplea un recurso literario curioso, inventa un personaje ficticio, la hermana de Shakespeare, no Joan, —la verdadera— sino una que no existió, pero existe. Existe, según Woolf, en la continuidad de su legado, existe en una suerte de llamado colectivo a todas las mujeres para permitir su existencia en sus letras, en sus habitaciones propias, en sus sí mismos compartidos.
Una de las primeras mujeres que se dedicó a escribir en Colombia —no estoy seguro si la primera— fue Soledad Acosta de Samper. En su novela Dolores demostró de forma clara la capacidad escriturística que podía alcanzar una mujer si se le daban los recursos y las oportunidades. Además, logra evidenciar la forma en que algunas mujeres pueden acercarse al conocimiento, y, la dependencia de la cercanía con los hombres para lograrlo.
«Estudiando francés en los libros que me dejaste: procuraba aprender y adelantar en mis estudios, educar mi espíritu e instruirme para ser menos ignorante: el roce con algunas personas de la capital me había hecho comprender últimamente cuán indispensable es saber». Este fragmento pone en boca de Dolores la importancia del conocimiento y la forma de acceder al mismo para las mujeres del siglo XIX.
Soledad no leyó a Virginia; empero, es claro que, junto con ella, contribuyó para que se encarnara el espíritu de la hermana de Shakespeare en tierras colombianas. Aún hoy existe una cierta desigualdad en distintos niveles entre hombres y mujeres, hay mucho por trabajar y por escribir por parte de las herederas de la hermana de Shakespeare, más en tierras latinoamericanas donde ni siquiera los hombres tenemos acceso, ni mayor preocupación, por la escritura —menos aún las mujeres—. Esto no quiere decir que la poetisa no se siga encarnando de vez en cuando.
«Ese impulso de saber, de ir detrás de las preguntas, reconocido desde siempre como inherente a la naturaleza masculina, ha implicado una lucha, muchas veces exagerada, sobreactuada, clandestina o censurada, pero nunca «normal» para las mujeres, y eso de haber tenido que ser (o parecer) mujeres bravas, como nos llaman en mi tierra, es también una interpretación: un determinismo del lenguaje» escribió, a propósito de la búsqueda de saber, una reencarnación santandereana de la hermana de Shakespeare, la escritora santandereana Yolanda Reyes.
La paisana deja claro que, además de la dificultad que genera en una mujer la búsqueda del conocimiento, también hay consecuencias de ciertos señalamientos, cierta desconfianza. Una mujer inteligente —la mujer que sabe que sabe— se vuelve peligrosa alguna manera, como ya lo decía Woolf.
Pilar Quintana en Los abismos nos deja entrever desde la mirada femenina las dificultades de la crianza en la Cali de finales del siglo anterior. En su novela, que ganó el premio Alfaguara, Quintana claramente puede tener una habitación propia e invocar en ella a la hermana de Shakespeare para que escriba «La casa quedó en silencio. Era como estar en una pecera. No me habría extrañado que un ojo gigante se asomara a mirarnos».
En el otro extremo del país, en el oriente, en el bello Santander, habita una encarnación costeña de aquella invención de Woolf, se trata de la querida Beatriz Vanegas Athías, quien también nos permite ver un poco de la crianza de mujeres, esta vez en la costa atlántica. En Dónde estará la vida que no recuerdo, Beatriz, inspirada por la famosa hermana poetisa, menciona «Poco a poco el arte de hacer bellezas con la madera se degeneró por la pendencia y la amargura que habitaba a Dagoberto. Ida María Janne debía justificar con el credo en la boca, con el susto empelotándole la lengua, a todo el que llegaba a buscar su mueble; y enseguida se empeñaba en que desocupara la casa antes de que llegara Dagoberto». ¿Cuántas posibles reencarnaciones de la hermana de Shakespeare se han visto frustradas por la violencia doméstica?
Permitir que la poetisa reencarne es, según Woolf, una misión común a todas las escritoras; se trata de una búsqueda de la libertad del ser en el texto. «Así, libre de todo lastre y gracias a su desahucio, Pata de Cabra se vuelve más poderosa que todos los soberanos de la tierra, porque aprende a ser reina de sí misma» escribe la genial Laura Restrepo en Canción de antiguos amantes.
Dejar encarnar un personaje ficticio en uno, es una extraña metáfora de Virginia que cobra vida en tantas mujeres escritoras que siguen su legado. Carolina Sanín en su último texto publicado El libro que imaginas, brinda algunas pistas para aquellos que quizá queremos escribir, seguramente suscitando entre estas, algunas nuevas encarnaciones de la poetisa. Nos dice la querida Caro «Yo he estado hablándote en este libro. ¿Dónde estoy yo? ¿Estoy en tu imaginación? Estoy en el libro y en tu imaginación, junto a ti y donde no sabes. Ahora estoy aquí, escribiendo esto. Cuando lo leas, habré cambiado de lugar».
Quiero concluir estas líneas dando gracias a la poetisa del relato de Woolf, a Soledad, Virginia, Yolanda, Pilar, Beatriz, Laura, Carolina, Piedad, Diana y tantos nombres de escritoras, conocidas o no, presentes, difuntas y futuras. A todas ellas gracias por sus letras. Aún hay mucho por leer y por escribir.
Apuntaciones
- No sé si la intervención de Sanitas y Nueva EPS sea el mejor camino. Sin embargo, no podemos juzgar a Petro como “el expropiador” cuando tenemos antecedentes como el de Coomeva. La reflexión sobre la salud es seria y urge que se dé con altura, dejando de lado los revanchismos partidistas.
- Se viene la Feria Internacional del Libro de Bogotá, Yolanda Reyes y Carolina Sanín están de lanzamiento de libro, no sé si ellas estarán en la feria, pero si sus textos. Invitados todos a leerlas a ellas y a tantas otras encarnaciones de la poetisa que seguramente tendrán sus obras en la feria.
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*Abogado. Estudiante de la licenciatura en Filosofía y Letras. Miembro activo del grupo de investigación Raimundo de Peñafort. Afiliado de la Sociedad Internacional Tomás de Aquino.
Twitter: @FrayGato
Instagram: @FrayGato
Es muy interesante leer esta columna basada desde el conocimiento, sensibilidad, empatía, respeto y admiración a Escritoras del pasado, presente y futuro. En nombre de todas ellas te agradezco la opinión y el pensamiento que surge directo, contundente para hacer brotar el interés, romper velos y re-dirigir la vista hacia el alma de todas ellas. Porque cada letra y cada libro son retazos de ella que no morirá jamás siempre y cuando existan personas como tú que saben ver más allá de visible. Un cordial saludo desde México Fray